Hace memoria de una tragedia humana
Sergio Hernández narra la historia de Yasuaki Yamashita, sobreviviente de la bomba atómica
En el momento en que una luz destellante entró por las ventanas de la casa, la madre de Yasuaki Yamashita, un niño de seis años de edad, lo tiró al suelo para alcanzar a cubrirlo con su cuerpo. Sabían que su comunidad en Nagasaki era foco de los atentados del ejército estadounidense, pero en ese instante en que todo se iluminó como con mil rayos, no entendían de qué se trataba. Era, después lo supieron, la bomba atómica lanzada el 9 de agosto de 1945.
A 76 años del ataque que mató a 250 mil civiles, el niño, hoy un hombre de 82 años de edad nacionalizado mexicano, vierte su relato en el libro Hibakusha.
Testimonio de Yasuaki Yamashita, escrito por Sergio Hernández e ilustrado por Edu Molina, a manera de recordatorio sobre el daño que puede ocasionar el armamento nuclear, y, sobre todo, una memoria de las víctimas mortales y de quienes sufrieron diversas enfermedades causadas por la radiación.
“La bomba atómica es un suceso que conmovió al mundo, es una historia que hay que seguir retomando para que se conozca no sólo desde la perspectiva histórica, de los hechos de 1945, sino también la parte propiamente humana, hay gente que sigue afectada, mucha gente que muere año tras año a causa de la radiación, es importante relatar el aspecto humano que afecta a muchas personas que aún viven y siguen padeciendo esos efectos de la radiación”, refirió en entrevista Sergio Hernández.
Yasuaki Yamashita llegó a la Ciudad de México en 1968 tras huir de su propia ciudad natal donde los recuerdos de la tragedia lo invadían, al tiempo que la desinformación sobre los efectos de la radiación comenzó a generar un ambiente de racismo hacia la población afectada por la bomba. En su nueva vida, el sobreviviente se esforzó por jamás volver a recordar su pasado, pues en ese ataque perdió a sus padres y más familiares.
Yamashita por muchos años ocultó su historia, pero en la década de los 90, un grupo de estudiantes le solicitaron que contara al público joven lo que había vivido aquella mañana. Entonces entendió que podía convertirse en una suerte de memoria andante, que generara una mayor conciencia sobre la magnitud del ataque para jamás olvidarlo.
A 76 años del ataque que mató a 250 mil civiles, el niño, hoy un hombre de 82 años de edad nacionalizado mexicano, vierte su relato en el libro