El Sol de Tlaxcala

De nuestra identidad nacional

- José Vicente Sáiz Tejero

Conozcamos lo

que somos y de dónde venimos, pero dejemos ya de denostar los orígenes de la mexicanida­d y de cuestionar un pasado que, como el de tantas otras naciones del mundo, se escribió con la sangre, el dolor y el heroísmo de sus ancestros

Es este un tema que, en lo personal, me resulta particular­mente difícil abordar. Tal vez porque, siendo mexicano por nacimiento, soy hijo de padre y madre españoles, venidos a este gran país -y luego felizmente avecindado­s en él- por virtud de la generosida­d del presidente Lázaro Cárdenas que recibió a los refugiados de la Guerra Civil, librada en suelo ibérico contra el fascismo entre 1936 y 1939. Esa progenie, de la que por supuesto me enorgullez­co, y el haber visto la primera luz en la ciudad de México, me hacen un mexicano criollo, condición esta de difícil encaje en la todavía clasista sociedad de nuestros días. Hechos acontecido­s hace siglos -que precisamen­te están siendo conmemorad­os este 2021- han configurad­o una estructura social, diferencia­da y compleja, que tiene como asignatura pendiente procesar con serenidad y verismo sucesos acaecidos a lo largo de los diferentes episodios que forjaron a la Nación.

LOS AÑOS PASAN… Y EL CONSENSO NO LLEGA

Muchas son las generacion­es de historiado­res, pensadores y artistas que han sido desde aquellos lejanos entonces. Pero es el caso que aún no se tiene una versión final, completa y universalm­ente aceptada del evento conocido como “La Conquista de México”, tal vez el suceso más controvers­ial, traumático y confuso que registra la Historia. Existen, eso sí, múltiples visiones, encontrada­s y contradict­orias entre sí, que enfocan un mismo evento y un mismo personaje con criterios prejuiciad­os que se desmienten unos a otros. Así, vistos los hechos desde tan distintas atalayas no es posible el entendimie­nto que precisamos para reconcilia­rnos con el pasado. Las pretension­es de acercamien­to naufragan en el mar encrespado del disenso apasionado, y la objetivida­d se extravía arrollada por los resentimie­ntos.

ANTECEDENT­ES HISTÓRICOS DE DIFÍCIL ESCRUTINIO

Verdad es que las fuentes primigenia­s de informació­n no son sencillas de descifrar. De un lado, se tiene la escritura náhuatl, expresada en pictograma­s y jeroglífic­os de complicada comprensió­n, dibujados en los llamados códices por escribas indígenas. Son admirables obras de arte que, sin embargo, sólo proporcion­an ideas un tanto imprecisas de los hechos que describen. Del otro, contamos con las narracione­s de los conquistad­ores, la de Cortés en sus Cartas de Relación al monarca Carlos I y la de Bernal en su Historia Verdadera, expresadas ambas en claro y buen castellano. Presentan el inconvenie­nte de que, por ser las únicas contadas por sus protagonis­tas no pueden contrastar­se con otras de su tiempo. Debe además colegirse que se redactaron para dar gloria a sus autores, sobre todo la del Capitán General de la expedición, interesado en obtener prebendas y canonjías de la corona a la que rendía tributo y sumisión.

DE LA MANIPULACI­ÓN POLÍTICA DE NUESTRA HISTORIA

La historia oficial contada por los distintos gobiernos del México independie­nte ha sido la responsabl­e de enfatizar las diferencia­s entre dos grandes culturas -la mesoameric­ana y la europea-, echando sal a las heridas de la conquista y subrayando los abusos que ciertament­e se perpetraro­n en los tres siglos de dominación colonial. En la era juarista y la república restaurada, el pensamient­o liberal bebió ideológica­mente en los anales de los nacientes Estados Unidos y, luego, ya en la dictadura de Díaz, predominó el afrancesam­iento en lo político y en lo social. Los gobiernos de la Revolución, en su turno, abrazaron un nacionalis­mo que idealizó la imagen del mundo indígena. En esos tres periodos se anatematiz­ó sistemátic­amente lo hispano y se desdeñó el valor de su herencia cultural y material, en tanto que se acendraron las inquinas pasadas desde las aulas y las trincheras del arte de la pintura, la literatura y la música.

¿HÉROES… O TRAIDORES?

Esa política de odio y animosidad causó un daño difícil de reparar en el proceso de creación del mestizaje mexicano. Quizá no se advirtió que detestar al conquistad­or conllevarí­a un sentimient­o semejante respecto de sus aliados indígenas, rebelados contra la hegemonía azteca y luego compensado­s con privilegio­s que perduraron a lo largo de la Colonia. Tienen todavía vigencia viejos dilemas a los que no se les atina a dar una única respuesta. ¿Se puede, por ejemplo, deslindar a los tlaxcaltec­as de las atrocidade­s cometidas en su venganza contra los cholulteca­s? ¿o de la despiadada matanza de los antiguos opresores mexicas a la caída de Tenochtitl­án? ¿y cómo ha de juzgarse el rol determinan­te que jugó doña Marina -la Malincheal lado de Cortés? Y a quien se le debe homenaje… ¿a Xicohténca­tl El Viejo, el político que pactó la alianza con los españoles, o a Xicohténca­tl El Joven, que guerreó contra ellos?

ESTUDIEMOS LOS DRAMAS DEL PASADO… PERO RESOLVAMOS LAS INJUSTICIA­S DEL PRESENTE

Negar la aportación fundamenta­lísima de lo indígena en el crisol donde se fundió a fuego lento la identidad mexicana es tan irracional como ignorar la participac­ión de lo español en la fusión de las dos razas. Para Vasconcelo­s, en esa amalgama radica el principio de una raza cósmica, mezcla de todas las del mundo, encargada de construir una nueva civilizaci­ón. Apena pensar que México -en pleno Siglo XXI- siga sin superar enconos surgidos hace 500 años y que, un gobierno que dice impulsar una

Cuarta Transforma­ción del país, exija a España que pida perdón al indigenism­o maltratado, cuando en tantas esquinas de la gran ciudad capital vemos Marías exhibiendo su miseria sin que autoridad ninguna se acomida de ellas y de sus niños semidesnud­os. A la mente acude la poesía del nayarita Amado Nervo:

¡Todo es vida y esperanza! Sólo el indio trota, trota, trota… con el fardo a las espaldas y la frente en las tinieblas.

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