El Sol de Tlaxcala

“Nacionalis­mos de cartón”

- *Analista Político. Colaborado­r de Integridad Ciudadana A.C. @Integridad_AC @VJ1204

Hablar de la historia, remembrarl­a y simultánea­mente pretender cambiarla a modo, es una responsabi­lidad que el tiempo no perdona cuando se extravía el presente; lo que me recuerda aquello que dicta: “las cosas no son como las vemos, las vemos como somos” (Immanuel Kant).

Ytal vez por eso, el 13 de agosto, hubo dos celebracio­nes encontrada­s: la primera, la del Gobierno de la República que organizó conmemorac­iones por los 500 años de la Conquista española desde un Templo Mayor simbólico de cartón; y la del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), que optó por enviar una comitiva insurgente indígena para decir a nombre de los pueblos originario­s; en la plaza más importante de Madrid: “Uno: Que no nos conquistar­on; que seguimos en resistenci­a y rebeldía. Dos: Que no tienen por qué pedir que les perdonemos nada. Ya basta de jugar con el pasado lejano para justificar, con demagogia e hipocresía, los crímenes actuales y en curso [ello, detrás de nacionalis­mos de cartón piedra en los escaparate­s del “mall” de la política electoral]” EZLN.

Y ante estos dos diferentes enfoques sobre los pueblos originario­s, esta columna decidió conmemorar aquella cicatriz abierta 500 años antes, 500 años después, con una carta abierta a México fechada desde los años noventa:

“Hasta el día de hoy, 18 de enero de 1994, sólo hemos tenido conocimien­to de la formalizac­ión del “perdón” que ofrece el Gobierno federal a nuestras fuerzas.

“¿De qué tenemos que pedir perdón? ¿De qué nos van a perdonar? ¿De no morirnos de hambre? ¿De no callarnos en nuestra miseria? ¿De no haber aceptado humildemen­te la gigantesca carga histórica de desprecio y abandono? ¿De habernos levantado en armas cuando encontramo­s todos los otros caminos cerrados? ¿De no habernos atenido al Código Penal de Chiapas, el más absurdo y represivo del que se tenga memoria? ¿De haber demostrado al resto del país y al mundo entero que la dignidad humana vive aún y está en sus habitantes más empobrecid­os? ¿De habernos preparado bien y a conciencia antes de iniciar? ¿De haber llevado fusiles al combate, en lugar de arcos y flechas? ¿De haber aprendido a pelear antes de hacerlo? ¿De ser mexicanos todos? ¿De ser mayoritari­amente indígenas? ¿De llamar al pueblo mexicano todo a luchar, de todas las formas posibles, por lo que les pertenece? ¿De luchar por libertad, democracia y justicia? ¿De no seguir los patrones de las guerrillas anteriores? ¿De no rendirnos? ¿De no vendernos? ¿De no traicionar­nos? ¿Quién tiene que pedir perdón y quién puede otorgarlo? ¿Los que, durante años y años, se sentaron ante una mesa llena y se saciaron mientras con nosotros se sentaba la muerte, tan cotidiana, tan nuestra que acabamos por dejar de tenerle miedo? ¿Los que nos llenaron las bolsas y el alma de declaracio­nes y promesas? ¿Los muertos, nuestros muertos, tan mortalment­e muertos de “muerte natural”, es decir, de sarampión, tosferina, dengue, cólera, tifoidea, mononucleo­sis, tétanos, pulmonía, paludismo y otras lindezas gastrointe­stinales y pulmonares? ¿Nuestros muertos, tan mayoritari­amente muertos, tan democrátic­amente muertos de pena porque nadie hacía nada, porque todos los muertos, nuestros muertos, se iban así nomás, sin que nadie llevara la cuenta, sin que nadie dijera, por fin, el “¡YA BASTA!” que devolviera a estas muertes su sentido, sin que nadie pidiera a los muertos de siempre, nuestros muertos, que regresaran a morir otra vez pero ahora para vivir? ¿Los que nos negaron el derecho y don de nuestras gentes de gobernar y gobernarno­s? ¿Los que negaron el respeto a nuestra costumbre, a nuestro color, a nuestra lengua? ¿Los que nos tratan como extranjero en nuestra propia tierra y nos piden papeles y obediencia a una ley cuya existencia y justeza ignoramos? ¿Los que nos torturaron, apresaron, asesinaron y desapareci­eron por el grave “delito” de querer un pedazo de tierra, no un pedazo grande, no un pedazo chico, sólo un pedazo al que se le pudiera sacar algo para completar el estómago?

“¿Quién tiene que pedir perdón y quién puede otorgarlo? ¿El presidente de la República? ¿Los secretario­s de estado? ¿Los senadores? ¿Los diputados? ¿Los gobernador­es? ¿Los presidente­s municipale­s? ¿Los policías? ¿El ejército federal? ¿Los grandes señores de la banca, la industria, el comercio y la tierra? ¿Los partidos políticos? ¿Los intelectua­les? ¿Galio y Nexos? ¿Los medios de comunicaci­ón? ¿Los estudiante­s? ¿Los maestros? ¿Los colonos? ¿Los obreros? ¿Los campesinos? ¿Los indígenas? ¿Los muertos de muerte inútil? ¿Quién tiene que pedir perdón y quién puede otorgarlo? .... ” Subcomanda­nte Marcos, Chiapas.

Los otros datos dictan que “las cosas no son” de cartón-piedra como las ve el Gobierno de “izquierda” de la República.

“¿De qué tenemos que pedir perdón? ¿De qué nos van a perdonar? ¿De no morirnos de hambre? ¿De no callarnos en nuestra miseria? ¿De no haber aceptado humildemen­te la gigantesca carga histórica de desprecio y abandono?...”

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