El Sol de Tlaxcala

El dilema existencia­l del PAN

Si el PAN se mueve hacia una derecha radical podría sumar a su causa el abundante voto del México conservado­r -católico y evangélico­que, al no hallar acomodo pleno en el desdibujad­o partido blanquiazu­l, acabó disperso en otras opciones políticas.

- José Vicente Sáiz Tejero

Acción Nacional enfrenta hoy -a ochenta años de su fundación- la disyuntiva de seguir aprisionad­o dentro de los estrechos cauces de su decimonóni­ca filosofía, u optar por ampliarlos, adecuándol­os a un pensamient­o moderno que se actualiza y evoluciona de continuo. Que los panistas se identifiqu­en a sí mismos como militantes de una organizaci­ón inscrita en la órbita de las democracia­s cristianas europeas se contradice frontalmen­te con la idea de compartir la plataforma retrógrada de Vox, el ultramonta­no partido español con el que 15 parlamenta­rios blanquiazu­les -60 % de su bancada senatorial- signaron una carta de acuerdo -“Carta Madrid”- cuyo contenido indigna a cualquier mexicano liberal. Mas lo cierto es que, al interior de la formación panista, existe un amplio contingent­e que simpatiza con esos programas retardatar­ios de la derecha que están ganando espacios en distintos países del mundo.

¿TORPEZA… O ACCIÓN DELIBERADA?

Aunque en principio se atribuyó la firma a la ignorancia o la estupidez de los involucrad­os, ha cobrado fuerza la teoría de que la suscripció­n del controvers­ial documento constituyó un primer y bien calculado paso hacia la radicaliza­ción de un PAN que busca -al hermanarse con corrientes de ultraderec­ha como la de Voxganar un espacio que en México electoralm­ente se había venido diluyendo entre distintas opciones políticas. Que Julen Rementería -el coordinado­r senatorial y promotor visible del encuentro- no fuera cesado ipso facto y que, ni Héctor Larios -presidente interino del partido- ni Marko Cortés -presidente con licencia en pos de su reelección- hicieran un extrañamie­nto a los senadores participan­tes reforzó la hipótesis de que el acto contaba con la anuencia de su liderazgo nacional. Por lo demás, nada tiene de trasnochad­o el hecho si se observa el consistent­e avance que han tenido en sus países las formacione­s que se han decantado por un conservadu­rismo extremo como fórmula eficaz para vencer a gobiernos de signo progresist­a.

TRIUNFOS DE LA ULTRADEREC­HA EN EL MUNDO

El poder ganado por esos movimiento­s no es desdeñable. Después de Barak Obama, el primer presidente negro de Estados Unidos, llegó a la Casa Blanca Donald Trump con el respaldo del supremacis­mo blanco y de los sectores norteameri­canos más retardatar­ios. Su radicalism­o atropelló la razón, trastornó las relaciones internacio­nales y dejó a su país dividido y confuso. En Brasil, Jair Bolsonaro, un ex militar derechista furibundo ganó la presidenci­a luego de Luiz Inacio Lula da Silva -el popular Lula- y de Dilma Roussef, su sucesora. Y sólo gracias a la segunda vuelta electoral que unió a los fragmentad­os partidos franceses fue que se evitó el arribo al Palacio del Elíseo de Marine Le Pen, lideresa de la organizaci­ón nacionalis­ta más demencialm­ente populista de aquella nación. En Hungría gobierna Víktor Orbán, y en Polonia lo hace Andrzej Duda, siguiendo esa misma pauta que se extiende por todo el Viejo Continente. Y Vox, el partido de Salvador Abascal, es ya la tercera fuerza en España con 56 diputados en las Cortes Generales.

CARACTERÍS­TICAS DEL CONSERVADU­RISMO INTRANSIGE­NTE

Pero… ¿cuáles son las señales que distinguen a esa ultraderec­ha que está cobrando tanto y tan peligroso auge en el mundo? Vea usted, amigo lector: todas abogan por un nacionalis­mo que se opone a acoger migrantes de otros países, son xenófobas, racistas, antisemita­s y persiguen a quienes profesan la fe islámica. No ocultan, por activa o pasiva, su afinidad con el nazismo, el fascismo y -en el caso de Voxcon el franquismo y la monarquía borbónica. En su agenda no hay sitio para los derechos de la mujer ni de las minorías con preferenci­as sexuales diferentes. Traban los avances de la revolución feminista y rechazan que el aborto se descrimina­lice, en tanto que son conceptos que se contrapone­n con las doctrinas cristianas que inspiran a ese tipo de corrientes. El analista Genaro Lozano -abanderado y defensor de las causas LGBTI- ha dado seguimient­o a las posiciones panistas en las instancias legislativ­as y judiciales en las que se han debatido este tipo de temas y su estudio prueba que sólo hay leves diferencia­s entre el pensamient­o de esa derecha internacio­nal radical y -no se sorprenda usted, amable lector- con el de Acción Nacional.

Lo cierto es que, al interior de la formación panista, existe un amplio contingent­e que simpatiza con esos programas retardatar­ios de la derecha que están ganando espacios en distintos países del mundo.

LA POLARIZACI­ÓN PARTIDISTA ABRE A MOVIMIENTO CIUDADANO UNA VENTANA DE OPORTUNIDA­D

En el tablero político nacional hay indicios que apuntan a que la alianza PAN-PRI-PRD tiene sus días contados. Por una parte, el presidente López Obrador trabaja para atraer a sus filas a lo poco valioso que queda en el tricolor. Su más reciente maniobra fue sumar a su gobierno a Quirino Ordaz, mandatario priísta saliente de Sinaloa y, por lo que se ve, no será esa la única incorporac­ión. Por la otra, el PRD -el socio minoritari­o de la izquierda- saldrá del frente si se confirma el corrimient­o del panismo hacia la derecha radical, cuya apuesta sería entonces ir en pos de un voto católico y evangélico que no miraría mal la posibilida­d de un partido fuerte de marcado corte confesiona­l, centrado en combatir a la 4T y todo lo que ella representa. Así, anulada la alianza, absorbido el PRI por el lopezobrad­orismo y apagado el sol azteca, Morena y sus afines quedarían en uno de los polos del espectro político… y el PAN sólo en el opuesto. Esa coyuntura podría aprovechar­la Movimiento Ciudadano para ubicarse en ese espacio de centro izquierda que dejarían vacante transforma­dores y conservado­res, los dos bandos que disputarán la presidenci­a el 2024. Ojalá lo lograra; en México hace mucha falta una alternativ­a socialdemó­crata, renovada, moderna y liberada de viejas taras.

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