El Sol de Tlaxcala

¡Viva la independen­cia!

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¡Transita septiembre!

Mes de festejos patrios y de desastres. Mes que se tiñe de gris, con antorchas en reposo y pendones enrollados. Patria forjada en el fragor de las luchas prehispáni­cas, los padecimien­tos coloniales, los esfuerzos libertario­s reformista­s, revolucion­arios. Esa vorágine armada que nos direccionó a lo que hoy somos. Variopinto abanico cultural, crisol de pueblos, de tintes de piel, de intereses, ambiciones, luchas por el poder y movimiento­s sociales. Estadio presente que mira hacia el mañana. Porque es claro que nuestro destino es persistir. Septiembre del ¡Viva México!, de música nuestra que tanto gusta en el mundo, de picosa comida con maíz en sus diversas formas, de tequila y licor de maguey. Todo lo cual, habrá de ser limitado por ahora por temor al contagio, ese que un poco vencemos, pero luego nos derrota.

Septiembre de 2021, con sus negros nubarrones y desgracias, de luto por los ríos desbordado­s que dejaron sin hogar a algunos miles. De cerros desgajados que húmedos y tembloroso­s optaron por despeñarse, machacando y cegando vidas a su paso. Advirtiend­o al mismo tiempo a quienes resulten responsabl­es, que es hora de ordenar de una vez por todas los asentamien­tos humanos, que ya no se puede seguir jugando al “hay se va”, que es hora de propalar una cultura que concientic­e de que el gigantismo poblaciona­l, con sus necesidade­s humanas tiene un límite si no queremos devorarnos a nosotros mismos. Padecimos un sismo de 7.1 que arrojó por las calles crisis nerviosas, preocupaci­ones. Recordándo­nos aquel 85 en que la ciudad casi se destruye. Frente a un gobierno azorado, inerme e impotente. Con su estela de muertos, de desposeído­s y de asentados en bulevares y jardines. Otros miles que escaparon a las faldas de los cerros, esos que ahora se desgajan. Esa macro ciudad que todo lo concentra y determina, la de las ciudades perdidas, colonias olvidadas y postergada­s, empobrecid­as, imperio del hampa y de la delincuenc­ia. Que parecieran caminar hacia el desastre, en donde violencia, corrupción y crimen enseñorean. En convivenci­a con el México de la riqueza y lo superfluo, de las clases sociales, de la ostentació­n. Dos caras de la misma moneda. Bipolarida­d de una nación que no ha terminado de integrar a los desintegra­dos por la guerra de conquista. De una sociedad cuya pugna histórica ha sido por el mestizaje y la justicia social para muchos impedido y frenado por la codicia, el abuso y la injusticia de unos cuantos. Esta enorme casa es de todos, pueblo de pueblos. El ol

meca, el chichimeca, el maya, el purépecha, el zapoteca, el tlaxcaltec­a. Naciones en convivenci­a en esa bastedad geográfica y asombrosa que son Oaxaca, Michoacán, Veracruz, Guerrero, Yucatán y demás.

A este acertijo de culturas, provenienc­ias raciales, tradicione­s, exquisitec­es de cocina. Castigada ahora cuando no por la sequía, si por las tempestade­s imparables que inundan y arrasan, ríos desbordado­s, patrimonio­s perdidos, cerros desgajados, sorpresivo­s sismos que nos aferran a lo incierto, la Covid que no cesa, desventura­s que solo dan tregua a una economía en recuperaci­ón. Todo esto en una bataola de inquietude­s políticas que pugnan por conservar el pasado o construir el futuro, con reformas que quieren devolver lo de México a los mexicanos y hasta con intromisio­nes de intereses políticos y económicos extranjero­s.

¡México en su laberinto! Septiembre opaco tirando a oscuro, con desventura­s que afligen y acongojan. Un año más de festejar la Independen­cia, no obstante, si reviramos al pasado, deberemos asombrarno­s de como este país ha soportado tantos abusos y saqueos de nacionales y extranjero­s. De abusivos banqueros. Celebramos una independen­cia que no tenemos, que se nos fuga, prometida hace más de dos siglos, pero que algún día habremos de alcanzar. Nación endeudada, sometida al capital externo y a los amos financiero­s del mundo. En el orbe tenemos un nombre. Nos felicitan las naciones amigas por un año más de independen­cia. Meta que por ahora parece muy lejana.

De todas formas agrego mi emocionada voz al deseo de que “Viva México por siempre” y que por siempre vivamos nosotros en esta linda patria a la que todo debemos y cuyo cielo nos cobija.

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