El Sol de Tlaxcala

La realidad de la ansiedad climática

Vivimos en el terror. Huracanes cada vez más potentes, tornados destructiv­os, tormentas de rayos, el Ártico y sus polos se derriten. La naturaleza ataca inmiserico­rde, sin escape alguno para los habitantes de este planeta.

- Catalina Noriega Catalinanq@hotmail.com @catalinanq

La destruimos y seguimos haciéndolo, inconscien­tes de las consecuenc­ias. Su respuesta embravecid­a deja a millones sin techo, ya sea porque el fuego arrasa miles de hectáreas -en distintos países-, o las inundacion­es se llevan a su paso lo que encuentran.

La organizaci­ón civil, Avaaz, hace un esfuerzo heroico, a favor del rescate de la naturaleza. Lo mismo se ocupa de la extinción de la fauna, que de los fenómenos meteorológ­icos que nos acosan.

Publicó un interesant­e estudio, sobre lo que ahora los psicólogos denominan como la “Ansiedad climática”. La definen como la “preocupaci­ón, frustració­n, dolor e incluso ira, asociadas a la realidad de las crisis climáticas y el constante fracaso de los gobiernos a la hora de actuar con la urgencia que se requiere”.

Para confirmar la teoría financiaro­n un estudio sobre el sentimient­o en niños y jóvenes. Abarcó a 10 mil menores, de todo el Orbe y sus resultados son impresiona­ntes.

El 45 por ciento considera que la ansiedad está afectando su vida cotidiana. El 75 por ciento cree que “el futuro es aterrador” y esta cifra crece al 81 por ciento, en Portugal y al 92 por ciento, en Filipinas.

El 58 por ciento considera que los gobiernos los están traicionan­do, así como a las futuras generacion­es. El 39 por ciento dice que ahora tiene dudas de tener hijos.

La ansiedad climática se siente a cualquier edad, pero es triste que, las generacion­es del hoy y del mañana, vivan afligidos por un azote que, en última instancia es herencia.

Gravísima la responsabi­lidad de las autoridade­s del mundo, apáticas -por decir lo menos-, a la dramática realidad. En Estados Unidos, uno de los enclaves más contaminan­tes del globo, llega Biden con un compromiso claro, a la defensa de la ecología. Intentará revertir el desastre de su antecesor, Trump, quien incluso renunció al Tratado de París, que definió la urgencia de bajar los niveles de contaminac­ión, para lo que se tomarían las medidas pertinente­s.

En ese territorio hay avances en la conciencia de fuertes sectores, que sustituyen los recibos de energía eléctrica, con el uso de paneles solares y el automóvil de gasolina por el eléctrico..

México está en pañales. Los niños y jóvenes tienen ideas más claras sobre el asunto y ya escucha uno sus voces exigentes, en cuanto a procurar la mejora en la calidad del aire, en cuanto a la tala de árboles, en la necesidad de no tirar basura y cuidar la limpieza del mar y los ríos.

El gobierno, sin embargo, plantea leyes regresivas que utilizan el carbón, material fósil en desuso mundial. Lejos de proteger la ecología desarrolla programas inútiles, como el de Sembrando Vida, que resultan en catástrofe­s.

El Tren Maya es otro ejemplo de la incongruen­cia oficialist­a. Sin los debidos estudios ni autorizaci­ón de la Secretaría del Medio Ambiente, amenaza especies animales y también tala, sin ton ni son, con las dramáticas consecuenc­ias.

Qué decir de la obsolescen­cia de la Comisión Federal de Electricid­ad, anclada al carbón y tantas otras muestras de que, a este Régimen le importa un bledo el cambio climático. Que no le quepa duda: la historia los pondrá en su lugar y los jóvenes reclamarán el daño que se les infringió.

La ansiedad climática se siente a cualquier edad, pero es triste que, las generacion­es del hoy y del mañana, vivan afligidos por un azote que, en última instancia es herencia. Gravísima la responsabi­lidad de las autoridade­s del mundo, apáticas -por decir lo menos-, a la dramática realidad.

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