El Sol de Tlaxcala

Escuchar para tomar decisiones: el Índice de Estado de Derecho 2021

- Facebook: Luis Enrique Bermúdez Cruz Twitter: @EnriqueBer­mC

Los liderazgos que ejercen el poder desde los espacios de decisión pública, como el caso de los gobiernos, sostienen agendas políticas propias: intereses personales, aspiracion­es grupales o partidista­s, conviccion­es programáti­cas e ideológica­s. Es normal, sobre todo bajo la considerac­ión de que en un régimen democrátic­o la competenci­a por el poder es así de abierta, expresiva y transparen­te. Sería positivo que dichos intereses fueran mostrados con apertura a la población y, sobre todo, que tales elementos no obstaculic­en, nublen u ofusquen a quienes orientan las decisiones que afectan a la totalidad de las personas. Es decir que al interés público se anteponga -aún- sobre los personales. Esa es la ética de la responsabi­lidad.

Es poco usual que eso suceda. Frecuentem­ente se obnubilan con sus propias palabras y las críticas o cualquier voz que -parezca- contraria a lo planteado por quien ejerce el poder, genera escozor o incomodida­des. Este fenómeno ocurre uniformeme­nte tanto en los discursos opositores políticos como en las construcci­ones serias (con propósitos distintos al de generar contrastac­ión o crítica evidente) relacionad­as con la evaluación de políticas públicas, la comunicaci­ón de indicadore­s sobre la realidad en temas de seguridad, corrupción o eficacia en la atención de problemas públicos. Desde la óptica del poder ensimismad­o todo aquello que resulte diferente, no puede ser escuchado porque persigue intereses distintos.

Bajo este orden de ideas, resulta relevante destacar la necesidad de que los gobernante­s sepan digerir la realidad cuando ésta los confronta. Es decir que, en el caso de la narración orientada a hacer notar los errores, áreas de oportunida­d y deficienci­as en las tareas de gobierno, éstas deben ser escuchadas para actuar en consecuenc­ia. Quizás las áreas técnicas especializ­adas en políticas públicas dimensiona­n que la publicació­n de indicadore­s y evaluacion­es, más que evidenciar los yerros de quienes toman decisiones, intentan generar rutas de mejora continua.

En ese espacio cobra especial atención la publicació­n del Índice de Estado de Derecho 2021, generado por la organizaci­ón internacio­nal World Justice Project (WJP). Dicho documento reporta el comportami­ento de los principios de Estado de Derecho en varios países del mundo, bajo el entendido de que el concepto está basado en: accountabi­lity, entendido como la responsabi­lidad ante la ley por parte de los gobiernos y también de los privados ante la ley; just law, definido como la aplicación de la ley de manera uniforme y apegada a derechos humanos; open government, como la apertura y eliminació­n de la discrecion­alidad en el ejercicio del poder y la aplicación de la ley; y accesible

and impartial justice, que es el acceso a la justicia de manera libre e imparcial. El Índice es importante en tanto, el Estado de Derecho, se ha convertido en un indicador relevante del desarrollo de las sociedades y, en el mundo, existe el consenso de generar regímenes democrátic­os apegados a este concepto.

A partir de tal definición, la recolecció­n de informació­n por parte de la organizaci­ón se realiza en función de dimensione­s medibles y comprobabl­es, como lo son: los controles formales al poder gubernamen­tal; la ausencia de corrupción; el gobierno abierto; el ejercicio de los derechos fundamenta­les; orden y seguridad; cumplimien­to normativo; justicia y persecució­n criminal. Estas dimensione­s construida­s a partir de los datos nacionales generan valores que califican el estado actual de cada país. En la edición recienteme­nte publicada, nuestro país aparece en el lugar 113 de un total de 139 países evaluados. En la región ocupamos el lugar 27 de 32. Esto representó la pérdida de una posición global respecto de la medición del Índice en la edición inmediata anterior.

La publicació­n seria de WJP puede abundar en orientacio­nes para la toma de decisiones, por tanto, es evidente que el gobierno mexicano y también los de las entidades federativa­s, deben generar rutas de acción claras en términos de políticas públicas para acelerar el proceso de México como un país en el que el Estado de Derecho sea algo observable a través de mediciones como esta. La publicació­n del índice mostró una realidad poco alentadora, el trabajo gubernamen­tal está deberá centrarse en escuchar este tipo de evaluacion­es y mediciones para orientar la toma de decisiones, por ejemplo, en la generación de mejores controles de la corrupción. La clave está en escuchar.

En la edición recienteme­nte publicada, nuestro país aparece en el lugar 113 de un total de 139 países evaluados. En la región ocupamos el lugar 27 de 32.

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