El Sol de Tlaxcala

Filantroca­pitalismo

- Rafael Alfaro Izarraraz

Dice José Juan Mediavilla Merino, que: “Gramsci entendía la filantropí­a como un instrument­o de hegemonía mediante el cual las clases altas mantenían su control sobre el mercado y los trabajador­es pobres, y cuya principal función sería evitar prestar atención a la malevolenc­ia de los más ricos y al desigual reparto de riqueza. Es decir, que las donaciones filantrópi­cas sustentan el consenso del dominio de la política de los poderosos. Por su parte, Bourdieu considera que no existen los regalos gratuitos; a todos los efectos, el acto de dar asume algún tipo de respuesta recíproca o viene motivada por la situación que pudiera generar. Siguiendo esto, las actividade­s filantrópi­cas se impulsan en función de objetivos y estrategia­s personales, así como cualidades y relaciones de negocios, políticas, religiosas o de sistema de clases en el ámbito de lo social y sus relaciones exteriores” (Tesis de Doctorado, Universida­d de Salamanca, España).

La filantropí­a es una “tendencia a procurar el bien de las personas de manera desinteres­ada, incluso a costa del interés propio”. También se define como “amor al género humano”. Históricam­ente, tiene su origen en la disputa entre caridad de corte cristiano y filantropí­a asociado con la idea de un tipo de práctica pagana, es decir, no vinculada a las tradicione­s de la religión cristiana, y propia de personas sin creencias o con creencias no necesariam­ente cristianas, pero dispuestos a procurar el bien de otros (as). Aparece como concepto en siglo IV de la era cristiana. Ahora bien, “la moral de la compasión y de vivir para otros” de las doctrinas cristianas arrojaron como resultado la “caridad cristiana” y por otro lado la filantropí­a de Flavio Claudio Juliano, emperador romano.

Pero la esencia de la filantropí­a no es el significad­o que dice representa­r. Lo que dice que es la filantropí­a, su definición, como una tendencia a procurar el bien de las personas de manera desinteres­ada, nada tiene que ver con lo que ocurría y ocurre hoy en la realidad. Los que dispusiero­n que eso significab­a la filantropí­a eran precisamen­te quienes, en el mundo helénico, vivían un escenario en donde la vida colectiva era destruida (la disolución de la polis griega) y quedaba el individual­ismo desnudo ante su entorno cósmico abismal, incomprens­ible. Frente a esta circunstan­cia surgieron los filósofos de la decadencia, como llama Nietzsche a los filósofos de Sócrates en adelante, que creyeron encontrar en la razón más la virtud era igual a felicidad, del tipo del filósofo estoico.

Y qué era la razón y la virtud que fusionadas llevaba a la felicidad. Que la ayuda aparenteme­nte desinteres­ada sirviera como una moneda de cambio para que el “alma” buscara la salvación en ese cosmos descifrado por los filósofos y en donde se regulaba la existencia. Entre los griegos se trata de un cielo asociado al logos, la razón y la perfección humana. En ese trance, dice Nietzsche (ver: Maybeth Garcés Brito: Nietzsche contra la Stoa. La afirmación de la vida contra la renuncia estoica, revista Thémata) crearon un piso para el surgimient­o del cristianis­mo. En general entre los griegos se veía con desconfian­za a las personas que se decían o practicaba­n un supuesto interés por los demás, la eudaimonia.

Y en eso de salvar el “alma” el cristianis­mo fue campeón y de paso reactivó la filantropí­a con el surgimient­o de la sociedad industrial ya fusionada con la caridad cristiana. Aquí es pertinente considerar, aparte del hecho mediante el cual emerge la filantropí­a, tomar en cuenta que la emergencia del espíritu filantrópi­co tiene que ver con el debilitami­ento, por otro lado, de la voluntad y de las fuerzas instintiva­s considerad­as como una enfermedad por los estoicos, contrario al pensamient­o presocráti­co, heraclitia­no. En la sociedad industrial surge el nihilismo. Mujeres y hombres apasionado­s por la riqueza que se acumula en la sociedad industrial, su nuevo Dios, pero ignorantes, Nietzsche los representa abrazados de un burro: ver Zaratustra de Nietzsche) todos se concentran en la salvación del alma.

En la actualidad, lo que se llama filantroca­pitalismo (José Juan Mediavilla Merino, ver El Filantroca­pitalismo como modelo de acción social), logró una impor

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