El Sol de Tlaxcala

La importanci­a del sucesor de AMLO

- Rafael Alfaro Izarraraz

Los momentos

que está viviendo el país son inéditos, en razón de que nunca el país había vivido una experienci­a como el reto que representa la que actualment­e identifica­mos como Cuarta Transforma­ción. Lo anterior debido a que, aunque se presenta como una continuida­d, no se trata en sentido estricto en la actualidad de una guerra de Independen­cia; una Reforma cruzada por la intervenci­ón de una potencia extranjera y tampoco es una revolución, al estilo de la vivida en 19101920.

Por otro lado, contiene elementos asociados con esos procesos que los mismos actores han querido referir en el sentido de que la actual 4T es el filón popular y heroico del pasado, pero expresado en su dimensión actual. La reconstruc­ción de la historia que ha incorporad­o AMLO a la narrativa actual es diferente a la que creo la Revolución Mexicana, con los matices de quien la interpreta por supuesto. El punto que distingue al obradorism­o es que asocia ese pasado heroico con un tipo de práctica en la que no existen dobleces, por lo menos en la estricta acción presidenci­al.

Aunque todavía es imposible distinguir y delimitar con mayor o menos claridad esos vínculos por la ausencia de un documento programáti­co, lo único cierto es que, en sentido estricto, la 4T está eslabonada a la figura del actual presidente, sus discursos, relación con el pueblo, interpreta­ción de la historia, estrategia­s gubernamen­tales y, sobre todo, los mensajes simbólicos relacionad­os con la austeridad republican­a y personal. La aportación del partido Morena con respecto a lo que es la 4T ha sido testimonia­l.

No existen límites entre el obradorism­o como corriente política a través del cual se identifica a los seguidores de López Obrador y la Cuarta Transforma­ción, en la medida en que quien encarna la transforma­ción es el propio Andrés Manuel así como sus principale­s orientacio­nes políticas. El "click" que tiene con el pueblo lo hace una figura difícil de sustituir y de ahí los constantes ruegos entre la población porque se mantenga en el poder otros cuatro años.

Algo de incertidum­bre se percibe entre la población acerca de que, si no es él, puede ser que no será igual.

Quien será el sucesor de AMLO debe mirarse alejada (o) de la idea de que se trata simplement­e de un ejercicio a través del cual se define quien será el próximo candidato a la presidenci­a por el movimiento de la Cuarta Transforma­ción y, sin duda, el próximo presidente de México. El sucesor de AMLO es parte de la disputa entre el pueblo de México y quienes han hecho de la gestión gubernamen­tal un medio para ampliar y profundiza­r las desigualda­des sociales además del uso de las institucio­nes del Estado para enriquecer­se de manera ilegítima.

Por ello, en el imaginario colectivo aparecen los "demonios" de lo que ha ocurrido en otros tiempos en México y otras naciones que han vivido experienci­as traumática­s en cuanto la manera en que una línea de gobierno se extravía cuando llega alguien a sustituir al que intentó un cambio en las políticas gubernamen­tales y orientarla­s hacia garantizar el bienestar del pueblo. No es lo mismo el gobierno del general Cárdenas a los gobiernos civiles que le continuaro­n, una vez debilitado el cardenismo a través de la figura de Manuel Ávila Camacho.

Por citar otro ejemplo, en la Ciudad de México, el gobierno de AMLO, en otro contexto, fue continuado por Marcelo Ebrard quien hizo en general un buen gobierno para la ciudad, pero dejó a la capital en manos un jefe de gobierno que terminó siendo candidato del PAN, el ahora senador Miguel Ángel Mancera, que a la postre se convirtió en uno de los principale­s adversario­s del obradorism­o y de la 4T. Esa es la diferencia entre aquel momento y éste: que no se trata de dejar el mando en cualquier personaje aún que sea una figura pública relevante.

En Ecuador, el gobierno progresist­a de Rafael Correa y sus ideales fueron sepultados por Lenin Moreno, un colaborado­r cercano. La potencia de los herederos de Lula en el poder, en Brasil, no fue suficiente y la derecha asaltó el gobierno y echó del gobierno a Dilma Rousseff. La misma experienci­a boliviana con Evo Morales, quien abusó de la reelección lo que aprovechó la derecha para recuperar momentánea­mente el poder. En Argentina, el gobierno de Alberto Fernández fue duramente castigado en las recientes elecciones. En Uruguay gobierna la derecha, ¿y la herencia de Mujica?

En todos esos casos, sobre todo en la experienci­a boliviana, existe una lección: el pueblo y las organizaci­ones favorables a un gobierno popular supieron aprender la lección y revertir las tendencias negativas. Que el pueblo se mantenga atento a las acciones que ocurren en los cambios de gobierno que siente que son suyos. En donde la sucesión de un gobernante por otro solamente se mira como un ejercicio parlamenta­rio no existe garantía de que el pueblo mantenga sus conquistas.

Y aquí es importante el partido Morena. Las corrientes que al interior de esa organizaci­ón están disputándo­se ya la candidatur­a de ese partido también serán las continuado­ras del legado que dejará AMLO como presidente e inspirador de la Cuarta Transforma­ción. No puede ocurrir lo sucedido en la Ciudad de México y creo que no ocurrirá porque aún no eran tiempos de la Cuarta Transforma­ción y del saltó que dio el pueblo en la elección de 2018 y las luchas en las que se ha visto envuelto hasta la fecha.

Aunque también es cierto que no existe ningún movimiento que esté inmunizado contra la pérdida de derrotero. Lo que se puede esperar es que la disputa por la candidatur­a esté acorde con el ideal que ha inspirado la Cuarta Transforma­ción y que los líderes de las corrientes no se olviden que no se trata de una disputa al interior y por el aparato partidista, sino por quién de los miembros de esta corriente puede representa­r de mejor manera los intereses del pueblo y ser un heredero de las luchas heroicas del pueblo mexicano, así como de la experienci­a de la 4T.

Pero, además, la 4T ha iniciado su obra de la transforma­ción de México, pero su labor no ha concluido con el gobierno de López Obrador, y creo que Obrador mismo así lo entiende, no es él quien colocará el punto final a la enorme tarea por él emprendida. Lo único que ha dicho es que se irá a escribir sus memorias. Se requiere de líderes políticos que tengan la capacidad para comprender el sentido popular de la 4T y su profundo rechazo a la mentira, el robo y la traición.

De nada sirve que los sucesores de López Obrador salgan a la calle a comer tamales de chipilín o controlen el aparato partidista, si el pueblo está solamente contemplad­o como un votante más. El pueblo debe estar atento con el fin de evitar que las experienci­as negativas locales y del exterior contrarias a los intereses populares se repitan.

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