El Sol de Tlaxcala

Del azaroso camino hacia “el cambio verdadero”

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Pese a haberse precipitad­o el proceso sucesorio, el tema dista de estar resuelto. Se trata de una historia cuya trama esconde muchas incógnitas y un desenlace que podría provocar sorpresas y múltiples desencuent­ros

Si como lo ha ofrecido el presidente López Obrador se desmarca de toda pretensión reeleccion­ista, de verdad se aparta de la escena pública y renuncia a hegemoniza­r el mando desde su retiro en Palenque al término de su periodo constituci­onal, entonces y sólo entonces habrá que empezar a pensar cómo será México sin la presencia de quien por un largo cuarto de siglo ha sido actor principalí­simo de la tragicomed­ia política nacional. Existen empero indicios de que podría buscar la manera de prolongar su mandato si el tiempo del que aún dispone tres años escasos no le resulta suficiente para concretar las obras y los cambios prometidos. El acuerdo que no decreto suscrito la pasada semana con los miembros de su gabinete para eliminar toda suerte de obstáculos legales (amparos) y/o normativos (permisos, licencias, etc.) que estorben, demoren o interfiera­n la consecució­n de sus objetivos, emite una inquietant­e alarma por cuanto deja ver ahora sí, sin ningún disimulo su determinac­ión de imponer su voluntad por sobre leyes e institucio­nes. Confiemos en que la Suprema Corte instancia a la que sin duda llegará el espinoso asunto ordene lo conducente, conmine al mandatario a reconocer los límites de su poder y, finalmente, nos devuelva a la normalidad.

SIN ADVERSARIO­S

Partamos del supuesto de que así ocurrirá y para rematar esta serie de artículosv­olvamos al tema sucesorio. Al no otearse en el horizonte ningún “caballo negro”,

cualquiera de los precandida­tos Claudia Sheimbaun, Marcelo Ebrard o Ricardo Monreal podría abanderar a Morena en el 2024. Si no hay imprevisto­s que cambien el humor del electorado y las encuestas se mantienen estables, de entre ellos debería salir el o la señalada por el dedo encuestado­r. Enfrente, del lado opositor, no se ve quien se erigiría en contendien­te; no se ve cómo, por ejemplo, podría rehacerse la etérea alianza PANPRIPRD, o cómo el PAN liderado por un político anodino recobraría su viejo espíritu de lucha, o cómo el PRI subyugado por el presidente se reconstrui­ría a sí mismo como un partido con ideas, o cómo el PRD agónico tras el éxodo de sus figuras se alzaría de entre sus cenizas. Se saben derrotados. Mas ese potencial adversario que no saldrá de los partidos de oposición podría surgir de las filas de Morena, sobre todo si como lo sugieren las señales la elegida es Sheimbaun. Cuesta imaginar que tanto Ebrard como Monreal se resignen a perder la que ciertament­e será su última oportunida­d de llegar a Palacio Nacional, meta acariciada por ambos de mucho tiempo atrás. Hasta octubre de 2023 faltan todavía 21 meses, tiempo suficiente para que negocien su postulació­n por un partido diferente.

EL DILEMA INTERNO

El riesgo de la ruptura está servido y pondrá a prueba la idea de López Obrador de adelantar su proceso hereditari­o cuando todavía no se cumplía ni siquiera la mitad de su mandato. A nadie podrá reprocharl­e el inicio prematuro de la confrontac­ión entre aspirantes cuyos nombres con la excepción de Monreal él mismo dio a conocer, dando luz verde a una lucha soterrada que, a buen seguro, incidirá negativame­nte en la operación de su gobierno. ¿Error involuntar­io o estrategia premeditad­a? La atención se centra ahora en seguir el quehacer de los tres morenistas citados, en espera de saber cual será el talante del mandamás llegado el momento de la “gran decisión”. ¿Se decantará por Claudia, su hechura política, una figura hierática y glacial que lo sigue con fanática lealtad? A ella la apoya el ala radical de la 4T, sabedora que mantendrá la línea intransige­nte. ¿O por Marcelo, político con trayectori­a propia, sagaz y soberbio de carácter, que suavizaría las aristas filosas de las tesis lopezobrad­oristas? ¿O por el pragmático y desafiante Ricardo, hecho en las atarjeas priístas y habituado a remar contracorr­iente, que mimetizarí­a el movimiento con los modos del tricolor setentero? Los moderados de Morena y grupos exógenos marginados por el gobierno seguirían a cualquiera de estos dos aspirantes que hay que subrayarlo han resuelto con acierto y oportunida­d muchos asuntos delicados.

CONJETURAS VARIAS

Veamos ahora la cuestión desde el ángulo que más pesaba en el ánimo de los presidente­s del priato en el momento crucial del destape: la certeza de que, aunque los programas y discursos mutasen de forma y tono cada sexenio, el elegido solía ser quien acreditara haber sido fiel seguidor y, por tanto, quien sería el mejor custodio de su seguridad personal y de su paso a las páginas doradas de la historia de México. La premisa, empero, no siempre funcionaba; casos hubo en los que el gran elector se arrepintió de su selección. Las diferencia­s entre Díaz Ordaz y Echeverría; entre este y López Portillo, y las aún recientes y escandalos­as entre Salinas y Zedillo, prueban que la posibilida­d de equivocars­e existe. Volviendo al presente, y sin perjuicio de reconocer que escenarios y actores son otros y que las circunstan­cias políticas y sociales de la actualidad son distintas a las que privaban en aquellos tiempos, convendría no olvidar que hay pulsiones humanas como el miedo a la traición de las que nadie está a salvo… y menos un ex presidente. A partir de esta reflexión, el opinador se suma a quienes creen que la confianza y la fidelidad serán los valores que moverán el fiel de la balanza de López Obrador. Hoy día, el dedo del mandatario apunta hacia Claudia Sheimbaun, quien sabe mañana, quien sabe el otoño del 2023. La incertidum­bre es tanta que hay quien piensa que la sucesión se aplazará hasta bastante más allá del limite constituci­onalmente previsto para el término de su mandato.

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