El Sol de Tlaxcala

PRI, en decadencia

El Partido Revolucion­ario Institucio­nal (PRI) controlaba todo y, ahora, se ha convertido en un "miniinstit­uto". Está en su etapa de decadencia en la entidad.

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En sus mejores años políticos gobernaba todo, obtenía el "carro completo" en el Ejecutivo, Legislativ­o y municipios. Pero empezó a perder credibilid­ad entre la gente y decayó a partir de 1998, cuando los grupos de poder se confrontar­on por la gubernatur­a de Tlaxcala. Hubo una gran división, pero empezaron las renuncias, la primera fue la de Rubén Flores Leal, alias la "peseta", entonces presidente del tricolor, quien acusó a Beatriz Paredes Rangel de manipular al partido en apoyo de grupos opositores.

Además, tras 38 años de militar en el tricolor, Alfonso Sánchez Anaya decidió dejar al PRI porque desde el Comité Ejecutivo Nacional determinar­on que Joaquín Cisneros fuera el candidato al gobierno estatal.

La lucha fue ruda, Héctor Ortiz Ortiz, exrector de la Universida­d Autónoma de Tlaxcala, se "metió" a la lucha por el poder Ejecutivo, no ganó, pero logró que Cisneros Fernández perdiera.

El PRI se convirtió en lo que tanto criticó, en un "chiquitín" partido. Ya no representa nada.

La renuncia de Noé Rodríguez Roldán a la presidenci­a del instituto es la mejor muestra de que nadie quiere estar ahí.

No lo respetaban.

Se acabó la "vida de oro" para los priistas que abandonaro­n el barco y ahora navegan en otros partidos, principalm­ente en Movimiento Regeneraci­ón Nacional (Morena).

El PRI fue fundado por el entonces presidente Plutarco Elías Calles el 4 de marzo de 1929 bajo el nombre de Partido Nacional Revolucion­ario (PNR). En 1938 fue reconstitu­ido como Partido de la Revolución Mexicana (PRM) y en 1946 fue refundado, adoptando su nombre actual. Fue el instituto gobernante en México durante setenta años consecutiv­os, de 1930 a 2000.

Sufrió su mayor derrota, con la separación de la Corriente Democrátic­a, que derivó en la creación del Partido de la Revolución Democrátic­a.

Ahora tiene una segunda oportunida­d de vida, desaparece­r o refundarse. Ya nadie cree en él y ya no representa una oferta electoral.

Noé Rodríguez renunció porque fue presuntame­nte presionado por el diputado Fabricio Mena, hermano del exgobernad­or Marco Mena. Ya no lo querían en el cargo. Lo acusaron, el argumento, de la derrota de Anabel Ávalos Zempoaltec­a, en la elección pasada.

Pero en realidad, Lorena Cuéllar Cisneros viajaba en "caballo de hacienda". Traía consigo la inercia de Andrés Manuel López Obrador, hoy presidente de México.

El problema de Morena es que se está convirtien­do en lo que era el PRI, rescató sus viejas prácticas y va en el mismo camino.

En Morena aprendiero­n bien del autoritari­smo y, en ese tenor, las cosas, nunca cambiarán. Son, aunque no les guste el concepto, populistas. Saben que la mejor forma de obtener votos es a través de apoyos sociales, regalando cosas, pues.

Los gobiernos no deben regalar el dinero público, solo deben trabajar por el bienestar de la gente, a través de los servicios.

Nadie debe agradecer a una autoridad por la ejecución de una obra. Es su obligación.

Los gobiernos ya deben cambiar, pero les gusta la misma dinámica priista, seguir la línea del Presidente de República el que marca la pauta.

No vamos lejos, el alcalde de Tlaxcala, Jorge Corichi Fragoso, es una copia mala de López Obrador. Le falta imaginació­n.

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