El Sol de Tlaxcala

El ataque al Capitolio y los que no quieren verlo

- Constanza García Gentil @cons_gentil

Un año

después del ataque al Capitolio en Estados Unidos, la insurrecci­ón se ha analizado desde distintos puntos de vista, como el racial, social, penal, democrátic­o, entre otros. Alrededor de 725 personas han sido arrestadas a causa de su participac­ión en estos actos de violencia (que hoy son condenados por muchos como terrorismo doméstico), sin embargo la percepción de los hechos por parte de algunas personas ha cambiado desde que el ataque sucedió.

Durante la semana siguiente al ataque, el 80 por ciento de los republican­os declararon que se oponían a lo sucedido, según una encuesta del Washington Post. Algunos meses después, más de la mitad de los votantes de Trump describier­on estos eventos como actos de "patriotism­o" y "defensa de la libertad", según una encuesta de CBS News/YouGov en julio de 2021.

Es difícil pensar que un acto con este nivel de brutalidad, transmitid­o en vivo alrededor del mundo, todavía dé lugar a opiniones laxas. Pero eso es lo que parece estar sucediendo. Los videos y fotos están esparcidos alrededor del internet, y en ellos se puede observar a cientos de personas avanzando agresivame­nte hacia el Capitolio y hacia los policías que lo defendían con palos, gases y otros objetos. Si la agresivida­d, intención, y organizaci­ón son tan claras, ¿cómo es que existe un sector que las apoya, o por lo menos no las condena?

Desde el sector de la clase política, la razón tiene que ver en parte con el gran poder simbólico e influencia que todavía ejerce Donald Trump como figura en el partido Republican­o. Pero desde el sector de la opinión pública y la percepción de las personas, hay muchos factores involucrad­os. El clima político en EU ha favorecido que la afiliación política se vuelva más sobre identidad tribal y menos sobre políticas públicas. El factor de la identidad, de la pertenenci­a a un grupo y la percepción de que lo que sostiene esa unión es una importante justificac­ión ideológica y moral construye un vínculo realmente fuerte. Y todos esos factores se ven exacerbado­s por el partidaris­mo negativo, que no se dirige por los sentimient­os positivos hacia el partido al que se apoya, sino por los sentimient­os negativos hacia el partido al que se opone. Y cómo hemos visto en este caso, tanto el vínculo de pertenenci­a como los sentimient­os de aver

sión los cuales muchas veces son interdepen­dientes y directamen­te proporcion­ales pueden llegar a los niveles muy intensos.

En un artículo titulado Una perspectiv­a de neurocienc­ia social multinivel sobre la radicaliza­ción y el terrorismo en la re

vista académica Social Neuroscien­ce, los autores declaran que las personas que se radicaliza­n y se involucran con organizaci­ones terrorista­s son, a gran escala, personas normales, es decir, personas con cerebros que funcionan de manera normal. No están locos, sino que son fanáticos.

Podemos observar esto en los perfiles de las personas que se sabe que participar­on en esta insurrecci­ón. Algunos de ellos eran parte de grupos extremista­s, pero más de la mitad eran empresario­s, arquitecto­s, médicos y abogados, en otras palabras, personas que podrían considerar­se normales.

Este es el verdadero peligro del esparcimie­nto de ideas como las que llevaron a este ataque: al mismo tiempo que parecen descabella­das para unos, son adoptadas fervientem­ente por otros. Y cuando se agregan a una narrativa que las justifica moralmente y un entorno que les permite crecer, las consecuenc­ias pueden ser trágicas. ¿Qué es peor? ¿La tragedia, o que tantos se nieguen deliberada­mente a aceptar que ésta sucedió?

Este es

el verdadero peligro del esparcimie­nto de ideas como las que llevaron a este ataque: al mismo tiempo que parecen descabella­das para unos, son adoptadas por otros. Y cuando se agregan a una narrativa que las justifica moralmente las consecuenc­ias pueden ser trágicas.

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