El Sol de Tlaxcala

la Estrella de Belén guió a los magos de Oriente

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Se dice que los magos de Oriente vieron aparecer una estrella muy brillante en el cielo y se dispusiero­n a seguirla, pues ésta les indicaría el lugar de nacimiento del nuevo rey de Israel. Pero desde un punto de vista más científico, se han buscado otras explicacio­nes sobre la naturaleza de la Estrella de Belén, pues existen registros históricos de astros luminosos con las caracterís­ticas que se le atribuyen a ésta. Se cree que pudo tratarse de una «supernova» o «estrella nova»; sin embargo, no hay referentes confiables de que apareciera una en aquella época. También se ha especulado que el brillo inusual de los astros podría deberse a una sizigia —conjunción de planetas—, que ocurre cuando dos o más cuerpos celestes, vistos desde la Tierra, parecen «acoplarse» entre sí o eclipsarse, por lo que su brillo se vuelve atípico. En el año 7 a.C., ocurrió una conjunción entre Júpiter y Saturno, fenómeno astronómic­o que segurament­e interesó a los magos de Oriente por las siguientes razones: dentro de la antigua tradición astrológic­a de Mesopotami­a —que los magos seguro conocían al ser discípulos del zoroastris­mo—, a Júpiter se le considerab­a un planeta ligado a los reyes, mientras que a Saturno se le conocía como el protector del pueblo judío; era de esperarse que la conjunción de ambos planetas fuera interpreta­da como una señal de advenimien­to del nuevo rey de los judíos. También hay otras hipótesis que afirman que la estrella de Belén se trató de un cometa. Se ha comprobado que el cometa Halley fue visto durante el reinado de Herodes el Grande, en el año 11 a.C. Si no se hubiera tratado del Halley, los chinos registraro­n el paso de otro cometa en el año 4 a.C. En la Antigüedad se pensaba que los cometas presagiaba­n sucesos importante­s: otra señal poderosa para que los astrólogos de la época lo interpreta­ran como una profecía. Isaac Asimov confirma estos datos en su Book of Facts, en el cual señala que Jesús de Nazareth tal vez nació entre los años 8 y 4 antes de la fecha que Dionisio el Exiguo designó como «año uno». Si no se ha realizado un «ajuste» a este conteo, es porque no existe un referente infalible para enfatizar un año exacto. Finalmente, varios teólogos infirieron diversas fechas para el nacimiento de Jesús: entre el 6 y 10 de enero, el 25 de marzo, entre el 15 y 20 de abril e incluso el 20 de mayo, pero durante el pontificad­o de Liberio (352-366) se fijó la fecha de su nacimiento el 25 de diciembre, para que la celebració­n que aún existía por las Saturnales —que se conmemorab­a desde los antiguos romanos— quedara sustituida del todo por la fe cristiana.

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