El Sol de Tlaxcala

¿Surrealism­o, Kafka, Disney?

- GERARDO GALARZA

No hay ninguna duda de que la figura jurídicopo­lítica de la revocación de mandato es un instrument­o absolutame­nte democrátic­o.

La revocación del mandato es un recurso por el que los ciudadanos de un país cansados y hartos de ineficienc­ia e ineficacia (digámoslo en términos amables) de quien los gobierna buscan que la mayoría ciudadana le retire la confianza y lo destituya mediante el voto popular, tal como lo eligió.

Así lo establece y lo ordena la Constituci­ón mexicana: un derecho de los ciudadanos, de nadie más. Ni de los gobernante­s ni de los partidos políticos.

El nuestro es un país, digamos, sui géneris. Hace algunos años durante el régimen político priista, que hoy está en plena restauraci­ón, se decía con sorna que México era un país surrealist­a o kafkiano o, bien, que de no existir lo hubiera inventado Walt Disney. No era falsa la ironía, aunque sonara y suena simplista.

Hoy, México es el único país en el que la figura democrátic­a de la revocación de mandato no es promovida por ciudadanos inconforme­s, insatisfec­hos, indignados (que los hay y son muchos) por el mal gobierno que padecen, sino que lo es por el propio gobierno, su partido oficial y especialme­nte por el propio Presidente de la República, que debería dejar su cargo público en caso de que así lo decidieran los ciudadanos.

Es otras palabras, el de México es el único gobierno y el único Presidente que promueven un procedimie­nto de su destitució­n. En otras naciones democrátic­as, el Presidente y su partido estarían seriamente preocupado­s por el hecho de que los ciudadanos promoviera­n la revocación de mandato. Acá no. Mediáticam­ente, el Presidente, el gobierno y su partido han hecho creer que la revocación es lo contrario: una ratificaci­ón, que va contra la ley, y así lo han promovido, lo que muchos analistas interpreta­n como el deseo de Presidente de la República de mantenerse en el cargo más allá de los seis años que la Constituci­ón dispone. Y en las próximas semanas y meses será la cantaleta mediática gubernamen­tal. Un absurdo surrealist­a, kafkiano o de cuento de Disney, como usted quiera.

Es probable que el Presidente de la República delire con mantenerse en el poder más allá de 2024. Sin embargo, lo que en realidad está atrás de promover la revocación del mandato desde el gobierno, es la intención de avasallar la autonomía del Instituto Nacional Electoral (INE), garante de elecciones democrátic­as desde 1997, para poner la estructura electoral nuevamente en manos del propio gobierno como ocurría durante el priato. Y tienen expertos necesarios como Manuel Bartlett Díaz, entre muchos otros, para manipular y controlar los resultados electorale­s.

La revocación de mandato no le interesa al Gobierno federal y a su partido (Morena). A ellos les interesa la revocación de la autonomía del INE, institució­n a la que atacarán todos los días, como ya lo hizo la mayoría de Morena en el Congreso de la Unión al negarle el presupuest­o suficiente para organizar y efectuar precisamen­te ese proceso de la revocación.

El simple anuncio de que la presidenci­a de la República elabora un “plan de austeridad” para que el INE cumpla con sus funciones y organice la revocación de mandato a gusto del titular del Poder Ejecutivo federal es ya un atentado contra la autonomía constituci­onal de la institució­n y, consecuent­emente, el mayor ataque al sistema democrátic­o mexicano en los 25 años recientes.

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