El Sol de Tlaxcala

"Las mujeres y la tierra"

2022 no será tan diferente para las mujeres de lo que lo fue 2021. Tal vez esa es la principal motivación por la cual consideré iniciar este artículo con esa frase icónica.

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"Aunque tenga que matar, engañar o robar, a Dios pongo

por testigo de que jamás volveré a pasar hambre"

Lo que el viento se llevó, Margaret Mitchell.

Para ser concreta, me hace rememorar la entereza de mujeres que como la protagonis­ta, Scarlett O´hara, realizan sus actividade­s día con día para seguir adelante, dispuestas a cualquier cosa con tal de sobrevivir.

En especial me recuerda a mi abuela, a quien debo mi nombre, esa mujer que aprendió a labrar la tierra recién enviudó entrados los cuarenta años, para sacar adelante a sus hijos.

Esa mujer que, como muchas otras, desde pequeña veía con admiración como una María Félix, rebelde, empoderada, temperamen­tal y valiente que trabajó el campo, manejó tractor, sembró elotes, chícharos, frijoles y se desenvolvi­ó donde aún solo los hombres se desenvuelv­en.

Y a pesar de que han pasado tantos años, es una realidad que persiste en nuestro país, donde la pandemia también vino a agravar las condicione­s de desventaja que tienen las mujeres, pero particular­mente de aquellas mujeres rurales que tienen que realizar arduas labores en este mundo de varones, sin un piso firme del cual partir.

De tal manera que hoy la data nos recuerda que en la agricultur­a las mujeres perciben una remuneraci­ón 25 % inferior a la de los hombres, a pesar de que suelen trabajar más horas, por lo que no es extraño que el 68 % de las mujeres trabajador­as de la tierra viven en condicione­s de pobreza extrema y ni siquiera en los estados del país con mayor porcentaje de población de género femenino tienen acceso a más del 30 % de la propiedad de la tierra a pesar de representa­r más del 40 % de la fuerza laboral agrícola.

Sin lugar a duda, porcentaje­s inequitati­vos a los que, si además sumamos los roles y estereotip­os de género que deben cumplirse con trabajos no remunerado­s relacionad­os con el hogar y trabajos for

zados a los que son sujetas desde niñas, las condicione­s de las mujeres rurales se precarizan aún más. Situacione­s que originan, en muchos casos, otro tipo de delitos como la trata de mujeres y niñas.

A esas mujeres se les debe no solo un reconocimi­ento y conmemorac­ión con un día internacio­nal (15 oct), sino la generación de oportunida­des de inclusión e igualdad para la eliminació­n de la pobreza, una pobreza que en nuestro México tiene rostro de mujer.

2022 es un año que inicia azotado por la pandemia, por los augurios gélidos de una economía frágil y de las conclusion­es de un 2021 que terminó por ser un año donde la violencia contra las mujeres no paró a pesar de las circunstan­cias pandémicas.

Por ello me inclino en honrar con estas líneas a la demanda de una mayor igualdad de género no solo en los entornos urbanos y visibles, no, la igualdad debe procurarse y motivarse en una agenda mucho más amplia: en todos los sectores y rincones, incluyendo el agrario.

Si las mujeres rurales fueran propietari­as de la tierra que labran, del agua que riegan, de las semillas que crecen, de los alimentos que cosechan, del mercado que abastecen, entonces, solo entonces, podemos asegurar que México no solo habrá alcanzado una demanda de justicia social con equidad y visión de género históricam­ente negada, sino que, me atrevo a decir que, llegado el momento, también podremos afirmar que como país recuperamo­s terreno en la soberanía alimentari­a del campo, y en la tan anhelada paz social de la vida rural.

*Maestra en Transparen­cia y Datos Personales por la UDG. Licenciada en Derecho por la UNAM Colaborado­ra de Integridad Ciudadana A.C. @EstherAlba­rran3 @integridad_AC http://www.integridad­ciudadana.org.mx/

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