El Sol de Tlaxcala

Entre ocotales está el corazón de la Malinche

En el bosque de los náhuatl y otomíes hay centros prehispáni­cos de alabanza y una biodiversi­dad de 20 mil hectáreas

- TOMÁS BAÑOS

La verdadera montaña la Malinche se aprecia recorriénd­ola a pie, a caballo o en automotor. Es el "pulmón" más grande con 20 mil hectáreas de árboles, que brinda servicios ambientale­s a más de tres millones de poblanos y tlaxcaltec­as.

Es al mismo tiempo el principal centro de alabanza espiritual, porque hay 15 sitios prehispáni­cos.

Interioriz­arse en estos densos bosques de hábitat botánica: encinos, pinos y oyameles; zoológica: águila, conejo, pájaro carpintero y gato montés es desconecta­rse por unas horas de la contaminac­ión urbana.

El aroma que se desprende de los pinos de ocote, entre la frescura del clima a esa altitud, hacen un momento único e inigualabl­e. En la tercera década del siglo XXI, todavía hay bosque limpio para varias generacion­es.

Visitar la montaña es incursiona­r y conocer un mundo donde los seres vivos (flora y fauna) se reproducen al natural, sin la intervenci­ón de la mano del hombre.

Aquí, encuentras una gran variedad de plantas medicinale­s, hongos comestible­s, carbón vegetal, árboles frutales como manzanos y tejocotes de temporada.

Los visitantes arriban desde cualquier punto de Tlaxcala, por carretera desde Huamantla, Chiautempa­n o San José Teacalco, algunos se hospedan en las cabañas propiedad del Instituto Mexicano del Seguro Social, muy cerca de donde está en construcci­ón el Centro Deportivo de Alto Rendimient­o.

La Malinche es la cuarta montaña más alta de México y desde el subnevado se ejerce con vigía, vistas panorámica­s de los volcanes Pico de Orizaba, Popocatépe­tl e Iztaccíhua­tl.

Por eso, es un lugar que pocos alcanzan hasta la cima a cuatro mil 461 metros de altura.

Desde ahí, también se aprecian los cultivos de maíz nativo, trigo, cebada, amaranto y huertas frutales en los valles de Cuapiaxtla y Huamantla.

Los náhuatl dominan y explotan el bosque, desde Amozoc, Puebla y San Pablo de Monte, hasta Altamira de Guadalupe en Huamantla; en total 15 municipios.

En cambio los otomíes de Ixtenco, pueblo fundado en el año 1200 y los sanpablos de Zitlaltepe­c, tienen el control de las mejores riquezas forestales de Tlaxcala.

Desde Huamantla se observa al poniente un bosque verde y sano hasta Zitlaltepe­c, unos 30 kilómetros lineales.

Al interior del bosque se constata que los lugareños lo cuidan, existe tala pero es moderado. Lo que más cuidan es el agua rodada que nace desde el paraje conocido como el hombro de la Malinche.

El historiado­r huamantlec­o, Miguel Salinas Hernández, señala que hay 20 mil hectáreas de bosque en toda la montaña, ya restando las mil 500 hectáreas taladas por plaga del descorteza­dor en 2021.

Considerad­o Parque Nacional Malinche desde octubre de 1936, para escalar hasta la cima, existen 77 caminos rurales entre seis casetas de vigilancia sobre la carretera llamada línea perimetral.

En el otoño o invierno, cuando se registran granizadas o nevadas, los escaladore­s nacionales y del extranjero se deslizan con equipos hasta encontrar las piedras volcánicas.

En el resto del año, la picuda montaña y sus parajes son perfectas para el pícnic, senderismo, viajes a caballo y en bicicleta.

Sobre la línea perimetral es común la elaboració­n de carbón en pequeña propiedad en Acuamanala, Teolocholc­o y San Pablo del Monte. De los hornos prehispáni­cos obtienen carbón vegetal; tardan un mes por quema. Las ganancias de estos indígenas son mínimas. Los intermedia­rios venden hasta en 17 pesos el kilogramo en la ciudad. La actividad que predomina es la siembra temporal de maíces de color.

Entre la belleza natural que se divisa desde el interior del bosque y la zona del arenal, prevalecen centros prehispáni­cos de alabanza.

El área natural protegida que se extiende en unos 70 kilómetros lineales, incluye postales de pueblos mágicos en Huamantla, Ixtenco y Zitlaltepe­c.

El camino de terracería de 20 kilómetros fue rehabilita­do por la dirección de Obras Públicas de Zitlaltepe­c, porque el macizo forestal les brinda agua a toda la población.

En Huamantla e Ixtenco, la población aprovecha el agua que nace entre las rocas de la montaña; su bosque es denso, aunque ya está afectado por incendios forestales.

Desde San Luis Teolocholc­o hasta San Pablo del Monte veneran a Jesús del Monte, en Zitlaltepe­c la montaña esconde una iglesia del siglo XX.

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/TOMÁS BAÑOS Para escalar hasta la cima de la montaña existen 77 caminos rurales entre las seis casetas de vigilancia
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/TOMÁS BAÑOS La montaña esconde una capilla en honor a San Sebastián Mártir

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