El Sol de Tlaxcala

¡La Malintzi, es el milagro de Tlaxcala!

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orográfico, es un milagro montañoso. Nuestra Malintzi es macizo que se yergue en el panorama cotidiano. Por estos días se engalana de nieve. Su estampa es familiar en nuestro diario existir. Hay regiones de México en donde abundan las montañas. En Tlaxcala solo hay una. Y resulta milagrosa.

Desde hace muchos años está en riesgo por la tala criminal y clandestin­a. El deslave, el paulatino desmorone y las consecuent­es avenidas pluviales, que arrastran pétreos y vegetales. El gobierno de Emilio Sánchez Piedras que sigue siendo el referente en atención para esa montaña, la promovió a parque nacional, le dedicó diarios esfuerzos para su protección. Le trazó y pavimentó carretera perimetral que conecta a Puebla con Huamantla. Da tránsito y vida a comunidade­s como San Pablo del Monte, San Miguel Canoa, Teolocholc­o, Tetlanohca­n y Cuahuixmat­lac.

El agua rodada que se desprende de su cumbre es la vida para la población de Los Pilares. Aquel gobierno con amor infinito por Tlaxcala, desplegó grandes esfuerzos para proteger esa edificació­n natural y prodigiosa que tenemos. Se plantaron cientos de miles de árboles. Se propició el albergue de montaña del Seguro Social y se pavimentar­on los accesos.

Don Emilio decía que la vida entera del estado de Tlaxcala dependía de la montaña y se sabía de aquellos estudios científico­s de geólogos alemanes que hace años concluyero­n en que el gran cráter del coloso estaba bloqueado con enormes rocas y que, si alguna vez las fuerzas de la naturaleza fuesen tales que lograsen "escupir" esos tapones, partirían a la montaña destrozand­o gran parte del Estado.

En sus entrañas subterráne­as, reptan ríos de lava que se mueven quizás hacia el popo. Con frecuencia se escuchan estruendos subterráne­os y se perciben los sacudimien­tos del suelo. Energía que segurament­e corre hacia el cráter del volcán aledaño, conjurando una hecatombe. Por lo demás, la montaña es un deleite. De noche y en su cumbre las estrellas se "tocan" con la mano.

La vista hacia los cuatro puntos cardinales, panorámica e infinita conmue

boscosos después de una noche de tormenta son de lama mullida en donde a cada paso exhala el agua. Escurrient­es sus ramas, de aroma oxÍgeno acuoso, es todo un paraíso. Placer que pocos disfrutamo­s porque hay que subir hasta sus últimos árboles que es en donde se obsequia ese perfume. Nuestra montaña es salud, es belleza, es la viabilidad de nuestro estado.

Sus amaneceres

ve los sentidos. El aire que regala a los pulmones es pura vida humana. El ejercicio del ascenso es para el organismo vitalidad y energía. Pero encaramars­e en sus alturas contemplan­do el infinito es poesía con la mirada. Sus amaneceres boscosos después de una noche de tormenta son de lama mullida en donde a cada paso exhala el agua. Escurrient­es sus ramas, de aroma oxÍgeno acuoso, es todo un paraíso. Placer que pocos disfrutamo­s porque hay que subir hasta sus últimos árboles que es en donde se obsequia ese perfume. Nuestra montaña es salud, es belleza, es la viabilidad de nuestro estado.

Es coqueta su cumbre rocosa, cuando de nieve peina sus alturas y que delicia ese hielo que se acuna entre sus hendiduras, cuando arriba, agotada el agua de nuestra cantimplor­a, tomamos con las manos esos hielos y la sorbemos como natural paleta que calma nuestra sed y refresca el espíritu. La Malintzi, airosa, preciosa, de faldas amponas, de verdes hermosos, es nuestra vida y debemos protegerla con todo el amor que le tenemos. Que, si este es inmenso, así de grande debe ser nuestra atención, para tan querida cumbre!

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