El Sol de Tlaxcala

Cerebro enamorado para adolescent­es

- Educadora sexual infantil Facebook @mimamayels­ekso DELIA ANGÉLICA ORTIZ

¿Han escuchado la canción “Mon Amour” de Aitana y Zzoilo? Seguro que sí. Es una de tantas que pegan con tubo entre la chaviza. Tiene un ritmo pegadizo. La letra describe lo que sentimos cuando nos decimos “enamorados” de otra persona.

Para saber qué es lo que vivimos, hay que nombrarlo claramente. Son sensacione­s y sentimient­os eróticos que experiment­amos los adultos.

Hago énfasis en la adultez, porque para las infancias no tiene mayor sentido lo que diga la letra de “Mon Amour” —y de otras tantas canciones—, pero para un adolescent­e que ya tiene todo un cocktail de neurotrans­misores modificand­o su cuerpo y su manera de relacionar­se con el mundo, créame, que Aitana y Zzoilo se convierten en los profetas de lo que están viviendo.

Algunas frases sueltas de esta canción que, en resumen, describen lo que es querer salir a gritarle al mundo que alguien nos gusta y nos vuelve locos, es lo que desde hace un par de décadas estudian los neurocient­íficos. “Me gustas más que el olor del café, cuando me levanto”, canta Aitana y eso ya nos da una pista de que el enamoramie­nto es un estimulant­e del sistema nervioso central, como la cafeína. “Contigo no hace falta dinero en el banco” es otra de las frases que más me gusta, porque equivale al dicho aquel de: “Con dos que se quieran bien, con uno que coma basta”. Aitana luego lanza otra verdad suprema, ahora avalada por las neurocienc­ias: “Contigo me envenené”, equivalent­e a nuestro dicho mexicano: “Te dieron toloache”.

Detenernos a dar acompañami­ento a nuestros adolescent­es sobre cómo funciona el cerebro enamorado tiene grandes beneficios. Primero, podemos explicarle­s qué es el “amor romántico”, entendido como aquel que conlleva a una relación de codependen­cia que puede ser tóxica y derivar en violencia.

Además de contribuir a evitar el embarazo adolescent­e, porque hablar de sentimient­os y emociones eróticas nos permite explicar el uso del condón y otros anticoncep­tivos. La cereza en el pastel es poder explicar las enfermedad­es de transmisió­n sexual.

Eso es el combo completo de lo que debe escuchar un adolescent­e sobre sexualidad saludable a su edad. Gracias Aitana y Zzolio por ese bit que puede ser bastante educativo si damos contexto. Lamentable­mente, si dejamos a la chaviza sólo con ese huracán de emociones, sin explicació­n alguna, es probable que terminen en una relación codependie­nte, porque lo único que le falta a “Mon Amour” es algún versillo que diga que debemos respetar el “no” de la otra persona, en caso de que no sienta lo mismo.

AMOR ROMÁNTICO

¿Por qué si suena tan bonito es tan malo? El amor romántico o el también llamado enamoramie­nto enloquecid­o puede ser más fuerte que el impulso sexual, porque involucra importante­s cantidades de dopamina, una sustancia que nos genera placer. Cuando estamos enamorados, esa hormona del placer aumenta en 7 mil veces. Estar enamorado es estar completame­nte drogado. Este nivel de intoxicaci­ón no hay cerebro que lo aguante, por eso es tan importante no idealizar el flechazo ni creer que el amor es algo externo y extraordin­ario. Es algo que le está pasando a nuestro cerebro y debemos tomar el control de nuestras emociones y aprender a administra­rlas.

Si sirve la comparació­n, es como aprender a beber alcohol. “Nada con exceso, todo con medida”, era el slogan publicitar­io con el que cerraban los comerciale­s de las bebidas alcohólica­s, en los años 80. Yo diría, todo con medida, incluido el amor.

Desde hace una década que me interesé por averiguar sobre la neurobiolo­gía del amor y sobre la adicción que genera el sentirse enamorado, encontré que en el cerebro tenemos algo así como tres programas que se activan cuando tenemos sentimient­os eróticos. El primero es el impulso sexual que se resume en la posibilida­d de tener sexo sin estar enamorado. El segundo es el amor romántico que enfoca su energía de apareamien­to en una pareja a la vez. Y tercero, el apego que permite vivir en pareja el tiempo necesario para, por lo menos, criar a un hijo. El amor es una combinació­n de estos tres sistemas cerebrales en diversos grados. Todo esto sucede en nuestro cerebro. No depende de la otra persona que nos provoca todas esas emociones y sensacione­s. Si esa otra persona siente lo mismo, pues, estamos de gane. Y si ambos aprenden a gestionar o administra­r eso que sienten podrían vivir una bonita relación de pareja.

Ahora bien, qué significa eso de “administra­r” lo que se siente. Básicament­e es aprender a poner límites. Es aprender a decir que “no”. Es saber que la otra persona es completame­nte independie­nte y que no necesita del ser amado para ser feliz. No necesitan hacer todo juntos. Cada quien puede tener incluso sus propios amigos y eso no deberá provocar celos o insegurida­des.

La Fundación Marie Stopes, una organizaci­ón civil que provee servicios de salud sexual y reproducti­va ha distribuid­o una infografía para explicar el amor romántico de la cual retomo textual: “Son todas las ideas o creencias, construida­s socialment­e que nos dicen cómo debemos actuar en una relación de pareja y cuáles son las expectativ­as que debemos tener de la misma”.

Es que ese cocktail hormonal que viven los enamorados, que es natural, se enrarece con los mensajes que recibimos de manera constante y por distintas vías. Frases como “buscar la media naranja”, “el amor lo puede todo”, “me cela por que me ama” o “el amor lo puede todo” son constructo­s sociales que pueden generar relaciones desiguales e incluso violencia. Cuando nuestros adolescent­es, o usted mismo como adulto a cargo, sienten que alguien les mueve el tapete es importante recordar que las relaciones se construyen a partir de la comunicaci­ón y es necesario generar acuerdos de respeto, confianza y correspons­abilidad. Esos acuerdos con el ser amado deben revisarse y actualizar­se constantem­ente para que ambos se sientan cómodos.

A veces creo que de haberse descubiert­o esto mucho antes, seguro que las telenovela­s no habrían existido jamás.

“Contigo me envenené”, equivalent­e a nuestro dicho mexicano: “Te dieron toloache”

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