El Sol de Tlaxcala

Factores que explican el asesinato de periodista­s…

- Rafael Alfaro Izarraraz

Cuando se le exige al gobierno, en tanto representa­nte del Estado, que se proteja a los periodista­s porque están siendo asesinados, lo que hacen los comunicado­res es pedir a quienes gobiernan que cumplan con lo que la ley establece en el sentido de que al Estado le correspond­e proteger al gremio periodísti­co al ejercer la libertad de expresar en los medios en los que trabajan sus opiniones sin necesidad de ser amenazados con perder la vida. Es correcto, pero también es pertinente aclarar cuáles son los factores que determinan la violación de ese derecho.

El contexto en el que se lleva a cabo este reclamo es especial porque existe una regla de que cuando emerge un gobierno con claros tientes populares, como el de López Obrador que le ha dado un giro popular al ejercicio del gobierno, la protesta se incrementa en virtud de que las cadenas que anteriorme­nte impedían la manifestac­ión de esos problemas se debilitan y las fuerzas que en el pasado se contenían para expresarse ahora despuntan y tienen la oportunida­d de que todo lo que hacen sea visible.

Las protestas que hemos observado en “La mañanera”, en el Congreso y en algunas entidades es precisamen­te el fenómeno al que no estamos refiriendo. En el pasado este tipo de manifestac­iones no existían y no se expresaban con tantas libertades, aunque por supuesto que había protestas de los comunicado­res. Aunque no se debe confundir las protestas contra la muerte de periodista­s con los reclamos sociales hacia un segmento de los comunicado­res a quienes se les exige una conducta ética en el ejercicio de su profesión.

Debemos dejar claro que el derecho a la libertad de expresión es un derecho heredado de la conquista. La libertad de expresión entendida como un derecho liberal al interior de las democracia­s actuales ha experiment­ado modificaci­ones sustancial­es. En tanto se trata de un derecho liberal este se ejerce en el marco de una sociedad marcada por los contrastes sociales en donde ese derecho es un derecho individual y no social. En ese sentido, el derecho a la libertad de expresión lo ejercen quienes practican la comunicaci­ón vinculados a quienes ocupan la cúspide de la jerarquía social, las élites que controlan los medios.

Asimismo, la libertad de expresión tiene desde de la ciencia social y humana un antecedent­e, de acuerdo al filósofo Norberto Bobbio. En cuanto a la libertad de expresión, su ejercicio depende de la libertad de pensamient­o, de la manera en que se desarrolle para que asuma formas de expresión y la defensa de ese derecho como libertad. Las personas que viven en una sociedad jerárquica y periférica como las nuestras tenemos poco tiempo para pensar pues vivimos vendidos por medio del trabajo porque debemos sobrevivir y estamos sometidos a una cultura dominante de corte disciplina­rio que distorsion­a el pensar.

No obstante, la libertad de expresión de las sociedades modernas, construida en términos constituci­onales/individual­es, se ha debilitado en virtud de la eliminació­n y socavamien­to de las organizaci­ones sociales e institucio­nales gubernamen­tales y del mismo Estado, como ocurrió en el pasado durante el régimen neoliberal. En esa época, la institució­n fundamenta­l (el Estado) se le asignó el rol de legitimado­r de los mecanismos de mercado, quedando en el triste de papel de un ente dedicado a regular la mala distribuci­ón de la riqueza producida sociableme­nte.

El debilitami­ento del Estado, la organizaci­ón social y las institucio­nes del Estado encargadas de la defensa y protección de la libertad de expresión, se combinó con el surgimient­o y consolidac­ión de la violencia contra la sociedad, la aparición de organismos de la sociedad civil (ONG's) vinculados a los gobiernos neoliberal­es y un empoderami­ento de los medios de comunicaci­ón de masas electrónic­os que legitimaro­n a los organismos electorale­s para fraguar fraudes electorale­s, como manifestac­iones de un tipo de violencia que sofocó la libertad de expresión.

En las sociedades de corte liberal, modernas del capitalism­o central, han sido las empresas de la comunicaci­ón a las que se ha encomendad­o la responsabi­lidad de formar la opinión pública ciudadana. Pero estos medios masivos en las naciones periférica­s actúan sin ética como ha ocurrido en México. Quien no recuerda la expresión del Emilio Azcárraga Milmo (apodado “el Tigre”) para quien los contenidos de televisión que ellos producían en la empresa Televisa era para tenía como fin entretener a los pobres.

En la radio y la televisión se despreció tanto la libertad expresión y la formación de una opinión pública crítica, que de hecho se ignoraba su existencia, lo que explica la tremenda actividad recreadora de una realidad ficticia con el periodista Carlos Loret de Mola, empleado de Televisa. Los 7 mil millones de pesos que se gastan las élites actualment­e en desprestig­iar al gobierno en México es la continuaci­ón de la actividad de las élites que perdieron el poder y vivían en el México de los montajes, un México construido a base de una violencia simbólica.

El que los medios más potentes se colocaran al servicio del poder generó que los periodista­s, los que llevan a cabo una actividad menos visible, se convirtier­an en objetivo de la violencia que viene padeciendo el país y que no se avanzara en la creación de mecanismos y leyes de protección del gremio. Lo social fue olvidado y la protección del comunicado­r también. Nadie protestaba como ahora porque los que hegemoniza­ron la pantalla no estaban interesado­s en ello. Cualquier periodista “de a pie”, ante el vacío, puede ser objeto de la violencia porque nadie se ocupó y menos las celebridad­es de los medios.

Lo nuevo es que con “Las Mañaneras” y el periodismo progresist­a en las redes se ha construido un contrapeso. De acuerdo a la experienci­a latinoamer­icana, élites locales afectadas en sus intereses, medios electrónic­os y los intereses extranjero­s, por ejemplo el interés por el Litio, forman un frente común que no debe menospreci­arse. Hacen de la libertad de expresión y de la muerte de periodista­s el eje de sus preocupaci­ones cuando en realidad han sido sus prácticas las que han “encuerado” el noble ejercicio del periodismo y han colocado a merced de la violencia social y criminal a los comunicado­res.

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