Sinodalidad, no democracia eclesial MIRAR.
Se está desarrollando un Sínodo de la Iglesia Católica en Alemania, con temas muy delicados sobre moral sexual, el sacerdocio, también para la mujer, el celibato presbiteral y las estructuras eclesiales. En esas reuniones se puede discutir de todo, no sólo en Alemania. Participé en el Sínodo de los Obispos sobre la formación sacerdotal (1990), en el Sínodo de América (1997), en las Conferencias Generales del Episcopado Latinoamericano y de El Caribe en Santo Domingo (1992) y en Aparecida (2007), y en esos eventos también se discutieron temas delicados.
No hay problema en que se aborden; sin embargo, las decisiones no se pueden asumir por mayoría de votos, cuando entran en juego temas doctrinales o morales sancionados por la Palabra de Dios y por el Magisterio eclesial. No podemos hacer una iglesia según los gustos o convicciones de mayorías, que pueden ser manipuladas por diversos intereses, por las modas culturales del momento, y no siempre inspiradas por la Palabra de Dios.
Por eso surgen dudas sobre el Sínodo de Alemania, pues se dijo que sus conclusiones serían vinculantes; es decir, que si la mayoría decidía una cosa, los obispos y toda la iglesia alemana debería regirse por ello, aunque fuera algo contrario a la Iglesia universal. Todo se puede discutir, pero el servicio del magisterio eclesial es cuidar la recta doctrina y la fidelidad al Evangelio. No somos una iglesia democrática; somos sinodalidad.
El cardenal Joseph Ratzinger, antes de ser elegido Papa, pidió al CELAM “proseguir el camino de profundización de los contenidos doctrinales de la Teología India, para avanzar en su clarificación a la luz de la Palabra de Dios y del Magisterio de la Iglesia”.
Para ello, se instituyó un equipo asesor, del que soy coordinador hasta la fecha, y hemos organizado simposios sobre temas muy delicados, como Jesucristo, la Creación, la Revelación, la Trinidad, el Espíritu Santo y los pueblos originarios. Se escuchan muchas opiniones sobre las culturas indígenas y la fe, pero nuestro servicio es ofrecer criterios para que Jesucristo sea nuestro punto central de referencia, con la ayuda del magisterio eclesial.