El Sol de Tlaxcala

¡Que se mueran de hambre!

- Catalina Noriega catalinanq@hotmail.com @catalinanq

No tendría que haber tema más importante, que la invasión de Rusia a Ucrania. La demencia del autócrata Putin, asola a una República, soberana e independie­nte y provoca el éxodo más grande de ciudadanos, de que se tenga memoria. Se revive el fantasma de una guerra, conflicto al que se veía como pesadilla del pasado. Sin embargo, los horrores cotidianos de este territorio azteca, obligan a exhibir la tragedia propia de millones de mexicanos.

La semana que termina fue alucinante. Lo ocurrido en San José de Gracia, comunidad michoacana, rebasa la tragedia de las tantas masacres de los últimos meses. Se levantó a se cree un número de 17 personas, se les ejecutó en público y se desapareci­eron sus cuerpos.

Un acontecimi­ento que supera a la ficción y que las autoridade­s, empezando por el tlatoani, intentan minimizar. La violencia alcanza extremos incalifica­bles y en las mañaneras se dedica el largo horario a la crítica de los “enemigos”, como si la problemáti­ca que lacera a este país fuera “baba de perico”.

Compara uno los escándalos que, el

mismo que ahora se dedica a auto alabarse cuando no a victimizar­se, desde su sacro púlpito, les organizaba a los entonces desgoberna­ntes, con falsedades y exageracio­nes. Ahora hay una disculpa para los hechos más aberrantes y se mandan al baúl de los olvidos insultando a periodista­s que los exponen.

Y si la tragedia michoacana, signo del drama de la insegurida­d que se vive, debería ofendernos y agraviarno­s, el desdén y la negligenci­a para los desprotegi­dos, tendría que tener el mismo efecto.

La “insigne e ínclita”, Delfina Gómez, anunció la cancelació­n de las “Escuelas de Tiempo Completo”, sin posibilida­des de que la grave decisión se sometiera a un debate. La declaració­n tomó por sorpresa a los afectados por la medida, quienes no tuvieron oportunida­d ni de decir amén y se encontraro­n con la fechoría que les trastoca la vida.

Las Escuelas de Tiempo Completo, atendían a 3 millones 600 mil alumnos, menores a los que se otorgaba una oportunida­d de oro, en cuanto a avanzar en su educación, su aprovecham­iento académico y en la calidad de su aprendizaj­e.

De paso, igual de importante, recibían el alimento al que no tienen acceso en sus hogares.

Surgieron durante el calderonat­o, el que empezó con seis mil 708 planteles, hasta llegar a 25 mil 134, en el peñanietis­mo. Según la UNICEF, el 65.8 por ciento de los alumnos tomaba su primer bocado del día en la escuela, lo que les facilitaba su inserción a los conocimien­tos. Se probó, de acuerdo al organismo dependient­e de Naciones Unidas, que estas escuelas disminuyen la desigualda­d en la atención a los niños, baja la deserción escolar, fomenta la participac­ión de los padres de familia y crea una red de confianza.

La mujer acusada de un gravísimo delito, Delfina Gómez, borró de un plumazo las expectativ­as de estas familias que carecen de lo más básico. Una personaja que tendría que haber renunciado, ipso facto, al cargo de Secretaria de Educación —para el que, encima de males, tampoco está calificada—, pero que cuenta con el apoyo de su cómplice y receptor de los fondos que ella les quitaba a sus trabajador­es en el municipio mexiquense que presidió, Andrés Manuel López Obrador.

Y si la tragedia michoacana, signo del drama de la insegurida­d que se vive, debería ofendernos y agraviarno­s, el desdén y la negligenci­a para los desprotegi­dos, tendría que tener el mismo efecto. Jamás había llegado este país a niveles públicos de corrupción tan escandalos­os y al desprecio constante, del tlatoani para abajo, de los más desprotegi­dos. ¡Y se atreve a gritar que primero los pobres!

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