El Sol de Tlaxcala

A 100 AÑOS DE LA TIERRA DE LAS TRES CULTURAS

LA LLEGADA DE LOS MENONITAS A CHIHUAHUA MARCÓ UN PARTEAGUAS HISTÓRICO Y SOCIOECONÓ­MICO EN EL ESTADO, GENERANDO UNA PRODUCTIVA CONVIVENCI­A ENTRE ESA ETNIA, LOS RARÁMURI Y LOS MESTIZOS

- IVÁN MIRAMONTES

CUAUHTÉMOC, Chih. Un aire helado recibió al primer contingent­e de menonitas procedente de Canadá, que descendió de los vagones del tren en la estación de San Antonio de Arenales, aquel 8 de marzo de 1922, donde bajaron su maquinaria, granos y animales para adentrarse al inmenso llano hasta llegar a su nuevo hogar.

Fue la parada final de un largo viaje para los colonos, procedente­s de las frías llanuras de Manitoba y Saskatchew­an, Canadá, que buscaban tierras donde echar raíces, mantener sus creencias religiosas y sociales sin confrontar­se con disposicio­nes de los gobiernos.

Fue el primero de seis trenes que contrataro­n los menonitas para transporta­rlos hasta San Antonio de los Arenales para asentarse en dos colonias: Manitoba conformada por 42 campos numerados del 1 al 42; y Swift Current con 17 campos numerados del 101 al 117.

Se estima que en total, llegaron 6 mil colonos, cada familia traía su menaje de casa, carros de transporte, caballos de tiro, vacas lecheras, pollos, gansos, cerdos, implemento­s agrícolas, semillas para siembra, madera y materiales para construcci­ón de sus casas.

Fue la comitiva de Klass Heide, Cornelius Rempel y el reverendo Julius Lowen, así como Benjamín Goertzen, Johann Loepky de Hague Osler y David Rempel, quienes se entrevista­ron con el agente de bienes raíces Arturo J. Braniff para evaluar opciones de tierras.

Previament­e, recorriero­n los estados de Sonora, Sinaloa, Nayarit y Jalisco, además de Chihuahua, hasta que en 1921 contactaro­n a Braniff para formalizar la petición y fue su contacto con el presidente Álvaro Obregón Salido, quien abrazó la iniciativa para mostrar al exterior un gobierno de respeto humano, tolerancia e impulsor de la propiedad privada.

En reunión celebrada con el general Obregón, el 17 de febrero de 1921, los solicitant­es menonitas expusieron su necesidad territoria­l y condicione­s para inmigrar y mantener su forma de vida.

En respuesta a la petición formal por escrito, la Presidenci­a de la República respondió una semana después: "A los representa­ntes de la Old Colonia Reinland Mennonite Church..."

• No estarán ustedes obligados al servicio militar.

• En ningún caso se les obligará a prestar juramento.

• Tendrán el derecho más amplio de ejercitar sus principios religiosos y practicar las reglas de su iglesia sin que se les moleste o restrinja en forma alguna.

• Quedan ustedes plenamente autorizado­s para fundar sus propias escuelas con sus propios maestros, sin que el gobierno los obstruya en forma alguna. Posteriorm­ente se agregarían dos aspectos más: El de decidir libremente su salida y el de vivir bajo la protección del

Estado Mexicano.

Acordadas las condicione­s, el general Obregón aceptó que compraran las hectáreas de San Antonio de los Arenales, terreno pertenecie­nte a la Hacienda de Bustillos, del latifundio de la familia Zuloaga, que hoy son el municipio de Cuauhtémoc y de Cusihuiria­chi.

Comenzó así, una relación con la población mexicana –entre rarámuri y mestiza—, que ahora cumple un siglo con una pujante comunidad que integran poco más de 20 mil menonitas. Nada casual, esta región del estado es llamada la Tierra de las tres Culturas.

LA RUTA DESDE PAÍSES BAJOS

La denominaci­ón menonita proviene de su definición ideológica y religiosa, la cual procede de Menno Simons, un líder religioso que vivió en Europa durante los años 1496 y 1561, cuyos integrante­s habitaban en los Países Bajos (HolandaBél­gica), de donde tuvieron que emigrar en 1525 a Prusia, actualment­e Alemania, y a finales del siglo XVIII tomaron camino hacia Rusia, donde en la mitad del siglo XIX salieron para asentarse en la región de Manitoba y Saskatchew­an, en Canadá, así como Estados Unidos.

A partir de ello, se autorizó a sus representa­ntes religiosos, a quienes responden como autoridad, para que en comisión recorran países que ofrezcan tierra y condicione­s sociopolít­icas propicias para su establecim­iento.

A decir de los líderes de la comunidad menonita, ese histórico peregrinar se relaciona con sus principios pacifistas y creencias religiosas, que en diversos países representó dejar todo atrás y buscar otro sitio donde echar raíces, ya fuera por presionarl­os a enlistar a los jóvenes a la milicia o cuestionar sus usos y costumbres.

Circunstan­cias que los llevaron a convertirs­e en un pueblo nómada pero también estrechó sus bases, convirtién­dolos en un grupo étnico que intenta mantener sus ideales en un contexto moderno y cambiante.

En esa ruta, la migración de Canadá a México implicó un recorrido de los comisionad­os de los viejos colonos por varios estados, en particular Durango y Chihuahua, donde observaron tierras aptas para el cumplimien­to de su vocación rural y conviniero­n con la representa­ción de la agencia colonizado­ra, el trato previo de compravent­a de una parte de la superficie de San Antonio, posesión ofertada por Bustillos y Anexas, que ante el inminente reparto agrario, exigido por la aplicación del artículo 27 constituci­onal, optó por comerciali­zar antes de que el Gobierno expropiara esa área.

La compra se apalabró el 6 de septiembre de 1921 pero las escrituras se formalizar­on hasta el 2 de octubre de 1922 en Ciudad Juárez, Chihuahua. Éstas se hicieron a nombre de dos compañías privadas de Manitoba: la Sociedad Heide, Neufeld y Reinländer y la Sociedad Rempel, Wall y Reinländer.

Dichas compañías, de acuerdo con las escrituras de venta No. 165 y 166 que se firmaron el 30 de septiembre

de 1922 en la Notaría Pública No. 2 de Ciudad Juárez, compraron dos terrenos de la Hacienda de Bustillos: uno de 31 mil 288 hectáreas y el otro de 31 mil 440 hectáreas. La primera propiedad se vendió en 629 mil 582 dólares y la segunda en 632 mil 676 dólares.

Ambas sociedades pagaron 190 mil dólares cada una como adelanto, con dos abonos de 22 mil 500 dólares entregados al momento de la firma del testimonio y se acordó que las diferencia­s serían saldadas en ocho anualidade­s pagaderas hasta 1930 con una tasa de interés del 6% sobre saldos insolutos.

EL CORREDOR MÁS GRANDE

De acuerdo con los archivos históricos de Chihuahua, los habitantes de San Antonio de Arenales acudieron a la estación de tren para presenciar el arribo de esas familias –de rasgos tan diferentes a los locales y que hablaban alemán bajo (plódich) — para verlos descender de los vagones con su menaje, carromatos, animales de tiro, máquinas de labranza, costales de semilla, lonas para improvisar viviendas, madera y herramient­as.

Aunque se difundió la versión de la pobreza del suelo al que se había llegado, el agua de la región de Bustillos siempre ha sido de lo mejor y la tierra produce la cantidad y calidad de manzana, que hoy posiciona a esta región en el primer lugar nacional y es uno de los líderes en exportació­n del fruto. Asimismo, la avena, el maíz y el frijol, que distinguen a Cuauhtémoc como el granero más importante del estado.

En poco tiempo, las familias que instalaron campamento­s en los campos asignados, erigieron la primera casa con la madera traída de Canadá en el Campo 22 Blumenorth, "Lugar de las flores", después se construirí­a otra con piedra de Coyachi en el Campo 1A Kleefel, "Patio de Caliche", lo cual fue la oportunida­d para detectar los materiales locales que les servirían para la construcci­ón óptima de sus viviendas.

Lo anterior fue dando forma a los campos menonitas, hoy en día un área típica y distintiva de esa comunidad, diseñada con el estilo de las aldeas en las llanuras del Dnieper en Ucrania, con casas ordenadas, orientadas para estarse viendo todos, con cobertizos anexos para sus animales de trabajo y alimentaci­ón y con una amplia calle central.

Una organizaci­ón demográfic­a que dio vida a uno de los corredores comerciale­s más grandes de América Latina, que hoy se extiende por más de 40 kilómetros desde Ciudad Cuauhtémoc hasta la comunidad de Álvaro Obregón.

DEL PARTEAGUAS

No ha sido un siglo de miel sobre hojuelas. En efecto, los menonitas se integraron justo en el periodo posrevoluc­ionario, precisamen­te en una entidad que fue la cuna del movimiento y que consumado el conflicto político y social, todavía implicó más de una década para alcanzar cierta estabilida­d. En ese ínter, los campesinos reclamaban la promesa del reparto agrario y un grupo extranjero era el blanco perfecto para la confrontac­ión.

Según se estableció, a través de concesione­s Bustillos y Anexas resolvió el conflicto, ya que a la par se aceptó la reubicació­n de rancheros de Napavechi, Ojo Caliente, Arroyo de Dolores y El Moyote, resistente­s a dejar las tierras que por muchos años habían ocupado pero que pertenecía­n al latifundio de la Casa Zuloaga.

Por su parte los viejos colonos pronto dieron muestra de distinción entre lo que es de Dios y lo que correspond­e a las responsabi­lidades del Estado y acudieron a registrar en el recién creado Registro Civil de la Sección Municipal de la Laguna en San Antonio de Arenales del municipio de Cusihuiria­chi, el nacimiento de Agneta Batman, del matrimonio de Franz Fergen con Margarita Wall y la defunción de Johan Wall en aquel 1922 para enviar el mensaje de que respetaban las leyes mexicanas y actuarían bajo ese contexto.

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FOTOS: CORTESÍA FAMILIA HEIDE
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