KIEV RECHAZA EL ULTIMÁTUM RUSO
KIEV. Ucrania no aceptará ultimátums de Rusia después de que Moscú le exigió que deje de defender la sitiada Mariúpol, donde cientos de miles de civiles sufren los bombardeos rusos que arrasan la ciudad, mientras un bombardeo contra un centro comercial de la capital del país mató a ocho personas.
Mariúpol se ha convertido en un punto focal del asalto de Rusia a Ucrania, pero también se informó que los ataques se intensificaron ayer en la segunda ciudad del país, Járkov, y por primera vez en 26 días de guerra iniciaron en Odesa, que sufrió bombardeos contra edificios residenciales con artillería disparada desde el mar.
“Ucrania no puede aceptar ningún ultimátum de Rusia. En primer lugar, habrá que destruirnos a todos, únicamente entonces se respetarán sus ultimátums”, declaró ayer Zelenski al portal de información ucraniano Suspilne, rechazando las exigencias de Moscú.
Rusia quiere que se rindan las ciudades de Járkov (noreste), Mariúpol (sureste) o Kiev, la capital, subrayó Zelenski, pero “ni sus habitantes ni yo, el presidente, podemos hacerlo”.
Ademas, matizó, cualquier “compromiso” que se alcance en las negociaciones con Rusia, deberá ser sometido a un “referéndum” en Ucrania.
El mando militar del Kremlin había advertido a las autoridades de Mariúpol que tenían hasta “las 5 de la mañana del 21 de marzo” para responder a ocho páginas de demandas, entre ellas la salida de las fuerzas ucranianas y “mercenarios extranjeros” desarmados.
Allí, casi 350 mil personas están atrapadas sin agua ni electricidad. La localidad está siendo bombardeada por las tropas rusas desde hace casi un mes.
El comandante del batallón Azov, creado en 2014 en Mariúpol y acusado de neonazi, Denís Prokopenko, señaló a CNN que el número de civiles fallecidos en la ciudad en lo que va de guerra asciende a más de 3 mil.
Mariúpol es un objetivo clave en la guerra del presidente ruso Vladimir Putin en Ucrania porque constituye un puente terrestre entre las fuerzas rusas en Crimea al suroeste y el territorio controlado por Rusia, al norte y al este, para establecer un corredor terrestre hacia el Donbás.
Rusia ha intensificado sus operaciones aéreas y navales ante la resistencia de las fuerzas ucranianas, que siguen impidiendo el avance ruso, informó el Pentágono.
Ayer, las bombas rusas alcanzaron de nuevo varios objetivos, entre ellos un centro comercial en Kiev, causando la muerte a al menos ocho personas.
Rusia confirmó el ataque con “armas de precisión de largo alcance” porque el edificio “no estaba operativo” y se utilizaba como almacén de armamento. La alcaldía decretó seguidamente un toque de queda de 35 horas en la capital y su área metropolitana.
Al respecto, el presidente de la Duma rusa, Viacheslav Volodin, aseguró que “las armas enviadas a Kiev acaban en manos de batallones neonazis, incluido el Azov”, y recordó la legislación de asignaciones al Pentágono de 2017, en la que se prohíbe financiar actividades del Batallón Azov.
El Ministerio de Defensa ruso dijo por su parte que tienen varias pruebas del uso por parte de los “nacionalistas” ucranianos de instalaciones civiles en Kiev y otras ciudades de Ucrania para instalar sistemas de artillería.
En tanto, una manifestación en Jersón, primera ciudad ocupada por las fuerzas rusas, fue dispersada con disparos de armas automáticas y gases lacrimógenos, dejando al menos un herido, según vídeos de dos medios locales.
Por su parte, el Ministerio de Relaciones Exteriores ruso convocó al embajador de Estados Unidos, John Sullivan, para decirle que el hecho de que el presidente Joe Biden haya llamado “criminal de guerra” al líder ruso, Vladimir Putin, ha llevado la relación bilateral al borde del colapso.
“Las declaraciones del presidente estadounidense, indignas de un estadista de tan alto rango, ponen las relaciones rusoestadounidenses al borde de la ruptura”, dijo el ministerio en un comunicado.