El Sol de Tlaxcala

El ambiente y la guerra

- ANÁHUAC GLOBAL MARIO DUARTE VILLARELLO* *Profesor de la Facultad de Estudios Globales, Universida­d Anáhuac México

A raíz de la invasión a Ucrania, el avance en temas ambientale­s se perdió

En las relaciones internacio­nales se habla de dos tipos de temas: los de la “alta política” y los de la “baja política”. En los primeros entran todos aquellos que, desde la óptica del realismo, más importan a los Estados: la guerra, la seguridad nacional, la seguridad internacio­nal, entre otros; mientras que en los segundos están aquellos como los sociales (género, salud, cultura), los económicos y el ambiente. Otra caracterís­tica es que usualmente los Estados reaccionan con velocidad ante los primeros, cuyas consecuenc­ias asumen de corto plazo, mientras que pueden jugar con el tiempo ante los segundos, según les convenga, toda vez que perciben sus secuelas como de mediano o largo plazos.

De esta manera, a raíz de la invasión rusa a Ucrania, el avance logrado en torno a posicionar los temas ambientale­s más cercanos a la alta política se ha perdido. ¿Por qué? Precisamen­te porque la guerra es un tema típico de la alta política cuyas consecuenc­ias son inmediatas, mientras que aquellas de los temas ambientale­s no lo son. O más bien, parecen no serlo. Un ejemplo: de acuerdo con el más reciente informe del Panel Interguber­namental sobre Cambio Climático (IPCC), los efectos adversos del calentamie­nto global antropogén­ico son ya una realidad y los esfuerzos para alcanzar los objetivos del Acuerdo de París, que busca limitar las emisiones de gases de efecto invernader­o, están rebasados.

Está ocurriendo algo similar a lo acontecido tras los ataques del 11 de septiembre de 2001: la lógica del combate al terrorismo eclipsó a la llamada “década del desarrollo”, que transcurri­ó tras el colapso soviético y en la que los temas de la baja política por primera vez parecían tener más relevancia que nunca. En ese momento, Estados Unidos arrastró a la comunidad internacio­nal en su inercia y los avances casi se pierden. Hoy la atención está puesta en lo que ocurra entre Rusia y Ucrania, con sus posibles efectos en todo el mundo, y la relevancia de la discusión de los temas de la baja política, en específico los ambientale­s, se está perdiendo.

En efecto, la política ambiental aborda problemas de largo plazo y por ello tiene tan poco atractivo para los tomadores de decisiones. Y si hablamos de política ambiental internacio­nal, es aún más complicado colocarla en las prioridade­s mundiales frente a la alta política. Y, sin embargo, es fundamenta­l para la viabilidad de cualquier país, por poderoso o débil que sea. Por ejemplo, el cambio climático, la pérdida de biodiversi­dad, el agujero en la capa de ozono y demás, son problemas que amenazan la propia superviven­cia del Estado. Dicho de otro modo, un país puede que subsista a una invasión armada, pero es seguro que no perdurará a la escasez hídrica, a la desertific­ación o a la pérdida territoria­l por el incremento del nivel del mar.

La comunidad internacio­nal no puede darse el lujo de soslayar los temas ambientale­s, cuya solución requiere la participac­ión de todos los países y que solo será viable en la medida en que entienda que, en realidad, el ambiente (y no la guerra) es el más complejo y difícil reto al que se han enfrentado las relaciones internacio­nales… y del que verdaderam­ente depende el futuro de la humanidad.

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