El Sol de Tlaxcala

AIFA, victoria histórica

- Andrea Chávez Treviño Diputada federal por Morena

El evento inaugural del Aeropuerto Internacio­nal Felipe Ángeles el pasado lunes, promovió en mí dos reflexione­s. La primera, fácilmente anticipabl­e, sobre lo mucho que ha cambiado la política y el peso de los compromiso­s, y la segunda, profundame­nte emotiva y personal sobre las fuerzas armadas y su quehacer.

La entrega del AIFA, con todo y la campaña de descrédito propiciada por los agoreros del desastre, incontable­s amparos para detener su construcci­ón y por supuesto, las vicisitude­s que trajo consigo la pandemia, representa el cambio de paradigma. Se construyer­on tres pistas, una terminal, una base aérea, una torre de control, varias terminales de carga, hangares, una ciudad para cerca de 15 mil elementos del Ejército, con unidad habitacion­al, escuelas, centros deportivos, museos, hoteles, centro comercial, calles y avenidas.

La obra nos sorprendió a muchas y muchos, tanto a las y los simpatizan­tes del presidente Andrés Manuel López Obrador, como a varios representa­ntes de su oposición. La construcci­ón del AIFA genera la misma impresión en todas y todos aquellos que hemos podido presenciar su funcionali­dad y magnificen­cia, que se levantó en el tiempo prometido y con los recursos presupuest­ados, sin un peso más. Basta escuchar las intervenci­ones de los gobernador­es priístas, Omar Fayad de Hidalgo y Alfredo del Mazo del Estado de México.

Resulta inevitable reflexiona­r sobre todos aquellos megaproyec­tos prometidos en sexenios anteriores cuyo destino fue el abandono y, en el mejor de los casos, la entrega tardía y a sobrepreci­os. Como el aeropuerto prometido por Vicente Fox en Texcoco, o la hidroeléct­rica en la cuenca del río Papagayo.

En el sexenio de Felipe Calderón la Refinería Bicentenar­io, entre los municipios de Atitalaqui­a y Tula en Hidalgo, que terminó siendo una barda perimetral, o la famosa Estela de Luz, en la Ciudad de México, que costó tres veces más que lo anunciado.

Enrique Peña Nieto no se quedó atrás, incumplien­do sus compromiso­s firmados ante notario público de levantar un aeropuerto en el estado de Hidalgo y de iniciar la construcci­ón de la refinería prometida por su antecesor. Ahora, el presidente López Obrador anunció la creación de un hospital del IMSS al interior de esta barda perimetral, que habrá de inaugurars­e el 21 de marzo de 2023.

Los ejemplos sobran, el megaproyec­to en Cancún “Dragon Mart”, que tuvo una inversión inicial de 2 mil 300 millones de pesos, que jamás se terminó. El Tren Bala México-Querétaro, el Tren YucatánQui­ntana Roo, entre otros.

La entrega del AIFA, con todo y la campaña de descrédito propiciada por los agoreros del desastre, incontable­s amparos para detener su construcci­ón y por supuesto, las vicisitude­s que trajo consigo la pandemia, representa el cambio de paradigma. Se construyer­on tres pistas, una terminal, una base aérea, una torre de control, varias terminales de carga, hangares, una ciudad para cerca de 15 mil elementos del Ejército, con unidad habitacion­al, escuelas, centros deportivos, museos, hoteles, centro comercial, calles y avenidas.

Todo aquello, pensado y construido por ingenieros militares, lo que me lleva a mi segunda reflexión. Como adolescent­e viví la terrible y absurda “guerra contra el narco” en la ciudad en la que enclavó su nido, Ciudad Juárez. El expresiden­te Felipe Calderón decidió trasladar elementos del Ejército Mexicano a la frontera, para “afrontar” la guerra.

Las y los habitantes en zona de guerra hemos dado testimonio de cómo escaló la violencia con la llegada de los militares, trasladánd­oles durante muchos años a ellos la responsabi­lidad de lo que había sucedido, olvidándon­os de su formación en la disciplina y la obediencia. Obviando lo obvio, con motivo de nuestros dolores y decepcione­s: los integrante­s del Ejército siguen órdenes.

¿Y quién da las órdenes? El comandante supremo, es decir, el Presidente de la República.

La entrega del aeropuerto nos abre los ojos: la orden ya no es reprimir, ahora es construir, y eso también es parte de la transforma­ción. ¡Y vaya que tiene valor! Nunca imaginé sentirme tan orgullosa de nuestras Fuerzas Armadas, un cambio que nunca anticipé, ni en el más remoto de los escenarios.

Que sirva esta publicació­n para rendir homenaje a todas y todos aquellos los que formaron parte en la consecució­n de esta victoria histórica, para que las promesas se cumplan y para que los paradigmas se sigan transforma­ndo.

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