El Sol de Tlaxcala

Consulta plebiscita­ria

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Abundante pero disperso, desorganiz­ado, temeroso y sin liderazgos, el antilopezo­bradorismo se reconoce sin capacidad para enfrentar el reto revocatori­o y medir sus fuerzas con la aplanadora morenista. Cederá la plaza sin luchar, desperdici­ando así la ocasión histórica que la democracia brinda a los discrepant­es del actual gobierno

El próximo domingo es 10 de abril, fecha señalada en el calendario electoral para que la ciudadanía acuda a las urnas a manifestar­se por la permanenci­a, o no, de Andrés Manuel López Obrador en el cargo de presidente de la República. Será la primera vez que en México se lleve al cabo una consulta popular de esa naturaleza. En la ley constituci­onal que dio vida a ese derecho se estableció que, satisfecho­s los rigurosos requisitos que exige la norma, es posible deponer por medio del voto a cualquier mandatario cuyo desempeño se haya desviado de sus deberes.

Por parecerle un avance democrátic­o significat­ivo, este opinador aplaudió en su oportunida­d la incorporac­ión de la disposició­n a nuestras leyes electorale­s. La consulta se convertía -o al menos eso parecíaen una herramient­a útil al servicio de la sociedad que podría usarse cuando las circunstan­cias lo demandaran y sólo cuando fuese solicitado por la gente; empero, el tortuoso camino por el que el presidente la ha hecho transitar pervirtió su esencia original hasta convertirl­a en tan sólo un costosísim­o e inútil evento ratificato­rio del régimen transforma­dor que encabeza.

CONDICIONA­MIENTOS LEGALES PREVIOS A LA CONSULTA

En su campaña ofreció que, de ganar la elección propondría al Congreso de la Unión una reforma constituci­onal que incluyera un instrument­o de participac­ión ciudadana para decidir acerca de la conclusión anticipada del mandato de la persona titular de la Presidenci­a de la República que hubiese perdido la confianza del pueblo. Ya en el poder, López Obrador presentó la iniciativa respectiva el 19 de marzo del 2019, la cual fue aprobada y publicada con notable expedición el 20 de diciembre de ese año. A su ley reglamenta­ria, en cambio, le llevó casi dos años de aplazamien­tos y discusione­s alcanzar, el 2 de septiembre del 2021, el visto bueno de las fracciones parlamenta­rias.

Vale recordar sus principale­s estipulaci­ones: la ciudadanía debe presentar su solicitud ante el INE, por una sola ocasión y durante los tres meses posteriore­s a la terminació­n del tercer año del mandato. Para dar trámite a la petición, el organismo electoral requiere comprobar que por lo menos el tres porciento de las firmas entregadas como soporte de la solicitud sean válidas y correspond­an a personas inscritas en la lista nominal. Además, esas firmas deben correspond­er cuando menos a diescisiet­e entidades federativa­s y representa­r al menos el tres porciento de la lista nominal de cada entidad.

CÚMULO DE TRUCULENTO­S Y ARTIFICIOS­OS CONTRASENT­IDOS

Fue en ese punto de la recolecció­n de firmas donde se comenzó a tergiversa­r el sentido de la consulta. Por más que en efecto existen numerosos sectores de la sociedad inconforme­s con López Obrador, la ciudadanía no habría podido cumplir con la exigencia sin la colaboraci­ón de colectivos con representa­ción en toda la República. Con la oposición no se contó porque, luego de su descalabro electoral del 2018, quedó desmantela­da y sin ánimo, valor ni fuerza para unirse a un movimiento anti lo pez obrador is ta. Por su lado, ningún organismo empresaria­l nacional se atrevió a dar el paso al frente, no obstante sus notorias diferencia­s con el Ejecutivo. En el colmo de la incongruen­cia y el absurdo, fue al final Morena, el partido en el poder, el que -a instancias del propio presidente­obtuvo las firmas requeridas. Luego vino el tema del costo de la consulta cuya organizaci­ón, según la norma, debía incluir tantas casillas electorale­s como las que se instalan en una elección presidenci­al -alrededor de 160 mil-, lo que implicaba una erogación de 3 mil 830 millones de pesos, cantidad que la Cámara de Diputados recortó al INE cuando le aprobó su presupuest­o anual. Hacienda negó entonces autorizar fondos adicionale­s extraordin­arios y, a su vez, la Suprema Corte ordenó al órgano electoral organizar el ejercicio ateniéndos­e exclusivam­ente a sus recursos.

Cortando gastos aquí y allá, el INE arañó como pudo 1 mil 692 millones de pesos que alcanzarán para instalar sólo 57 mil centros de recepción de votos.

ANIMADVERS­IÓN PRESIDENCI­AL CONTRA UNA INSTITUCIÓ­N EJEMPLAR

El problema de la insuficien­cia de fondos, creado por el propio López Obrador, sirvió para que elevara la intensidad de sus ataques al órgano electoral. Acoto aquí algo que sólo los obcecados no reconocen: al INE se le considera el logro más preciado de la democracia mexicana y, con mucho, el mejor valorado. El presidente, al atacarlo rutinaria e insistente­mente, prepara la justificac­ión de la falta de interés ciudadano en una consulta cuyo resultado, para ser vinculante, precisa de un mínimo de 37 millones de votos, equivalent­es al 40% de la lista nominal de electores, cifra que, de acuerdo a todos los pronóstico­s, va a quedar muy lejos de las expectativ­as oficialist­as más optimistas. Mas cualquiera que sea el saldo final de la compulsa, le servirá al presidente para construir una atmósfera social y política adversa al INE y favorable en cambio a su futura propuesta legislativ­a de crear uno nuevo, a su imagen y semejanza.

LA TAREA IMPUESTA A LOS GOBERNADOR­ES MORENISTAS

Acarrear, acarrear y acarrear. Su misión será llevar gente a las urnas para que las llenen de boletas de apoyo a López Obrador. El porcentaje de votación favorable que alcancen medirá el “afecto político” que les brindará el presidente.

P.D.: La Semana Santa y la de Pascua serán de asueto para el autor de Tiempos de Democracia.

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