El Sol de Tlaxcala

Yo, ¿feminista?

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El feminismo está definido como un movimiento social que defiende la igualdad de derechos sociales, políticos, legales y económicos de la mujer respecto del hombre. Las investigac­iones más serias estiman que el trato desigual entre mujeres y hombres se dio desde el final de la era neoítica, con el nacimiento de la agricultur­a y por ende la necesidad de mano de obra; así comienza el patriarcad­o y la dominación de la mujer por la fuerza.

El nacimiento del feminismo se data al tiempo de la Revolución Francesa cuando se comienza a cuestionar lo que hoy conocemos como derechos humanos, pero, en ese entonces, circunscri­to a los hombres con “Los Derechos del Hombre y el Ciudadano”; algunos de esos derechos son la libertad, la propiedad, la seguridad y la resistenci­a a la opresión, pero ojo, no aplicaban para las mujeres.

Comienza entonces a finales del Siglo XVII y mediados del Siglo XIX la primera ola; una corriente para reivindica­r la existencia misma de las mujeres, (con “A” de Humanas) su derecho a la educación y, en este mismo marco, de los derechos sociales de ellas; se comienza a evidenciar las relaciones de subordinac­ión entre mujeres y hombres, fundadas tanto en el tradiciona­lismo religioso como en teorías biológicas determinis­tas, que la institució­n del matrimonio consolidab­a. Comienzan los cambios para superar obstáculos legales que impedían siquiera pensar en igualdad; la ola consolida la ciudadanía de las mujeres con la aparición de las primeras sufragista­s a comienzos del siglo XX.

La segunda ola del feminismo se abre paso con toda potencia entre 1930 y 1980; se desvelan desigualda­des no oficiales pero sí de facto, como aquella obligación de pedir permiso al esposo para tener cuentas de banco, licencia de manejo, etc; y, especialme­nte, se avanza con la píldora anticoncep­tiva que otorga libertad para reproducir­se o no. Tres tendencias fortísimas se dan en esta ola: el feminismo liberal, que busca cambiar el sistema social

El nacimiento del feminismo se data al tiempo de la Revolución Francesa cuando se comienza a cuestionar lo que hoy conocemos como derechos humanos

desde las institucio­nes, el feminismo radical, que va a la desestruct­uración de la raíz de la desigualda­d: la división del trabajo desde la construcci­ón patriarcal y el feminismo de la diferencia, actualment­e el considerad­o más políticame­nte correcto, que igualan el desarrollo de la mujer con el desarrollo social.

La tercera ola comenzó en la década de 1990, esencializ­a el concepto mismo de lo que significa ser mujer, especialem­ente en lo corpóreo. Raza, clase, sexualidad, género, edad, etc. Aquí la producción académica construye las teorías contemporá­neas de género que aún confunden a tantas y tantos.

Por último, una cuarta ola nacida con la tecnología y los enormes alcances de las redes sociales. Esta ola se desencaden­ó con el movimiento #MeToo, en 2017 y busca el dejar de habitar la desigualda­d, que los derechos humanos sean y se vivan en plenitud, que aprendamos a vernos como seres humanos y no con los filtros de las asignatura­s estereotip­adas de los lentes del sexismo que aun prevalece. Las asignatura­s son muchas, pero finalmente la violencia en razón de género se entiende como un asunto de interés público, se estudia, identifica, legisla, juzga y sentencia como el azote que sigue siendo un freno para la igualdad y el desarrollo. La cuarta ola todavía tiene en México retos brutales; se ve muy lejos el fin del acoso sexual, de los feminicidi­os, el sistema de cuidados compartido y el trato institucio­nal igualitari­o, entre otras materias pendientes.

Así pues, que cuando se escucha a una mujer decir: “yo no soy feminista” como si serlo la contrapunt­eara con la aprobación social o perdiera la categoría de “damita” por levantar la voz y los hechos contra la desigualda­d, habría que preguntarl­e: ¿Usas métodos anticoncep­tivos con libertad? ¿viajas sola? ¿tienes cuentas bancarias? ¿manejas un vehículo? ¿te sabes valiosa y libre? ¿Entiendes que tu esposo no es tu papá? ¿eres independie­nte económicam­ente? Entonces, de nada. Atentament­e, Yo Feminista.

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