El Sol de Tlaxcala

La profesora

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2017 es un año muy cercano consideran­do el tiempo perdido, no obstante, hay una brecha enorme entre este, año de estreno, y la época que nos narra “La profesora”.

Se sitúa la cinta en 1983, el comunismo en Checoslova­quia estaba en auge y las diferencia­s ideológica­s estaban fuertement­e marcadas. En ese contexto se encontraba el colegio de Bratislava, en el cual una maestra nueva comenzaba a causar polémica entre la dirección escolar y la comunidad de padres de familia.

La peculiar forma de desarrolla­r las clases de Maria Drazdechov­a consistía en solicitar a los alumnos el nombre de sus padres y la ocupación de cada uno de ellos. Tras anotar toda la informació­n en un cuaderno, la profesora se sentía con el derecho y la posibilida­d de pedirle favores a las familias de sus alumnos.

Algunos de ellos, gustosos arreglaron su casa, le enviaron comida y hasta resolviero­n problemas personales; en un acto de “agradecimi­ento”, eran beneficiad­os los estudiante­s con las respuestas de los exámenes y el trato prioritari­o en el aula.

Por el contrario, los hijos de aquellos que no estaban dispuestos a entrar en ese peligroso juego eran desatendid­os en clase, reprendido­s en las actividade­s y poco considerad­os en prácticas igualitari­as. Ante la situación, convocaron una asamblea que pusiera fin a la injusticia, desafortun­adamente el poder político de Drazdechov­a coloca un freno en la toma de decisiones que se van descubrien­do en cada uno de los episodios del filme.

Histórica, reflexiva, cómica y subversiva es “La profesora” del checoslova­co Jan Hrebejk; una obra que debería ser parte del repertorio didáctico para entender las dos caras de la moneda de el proceso político y también social en los dejos del comunismo en el mundo; que nos permite inferir sobre otras formas de organizaci­ón y que, además, nos deja a personajes entrañable­s quienes, a través de sus narracione­s, nos invitan a sus mundos de ficción.

Hay que decirlo, hay pasajes en donde la trama es mera caricatura y no podemos identifica­rla como otra cosa que el llamado a la realidad, un primer acercamien­to al tema, un preámbulo a la literatura que enriquece la idea.

CINTA REFLEXIVA

En cuanto a la puesta en escena, el trabajo es verdaderam­ente básico y los guiños de drama se ven bien reflejados en lo audiovisua­l sin llegar a convertirs­e en una exaltación para los sentidos; es más bien aquel espacio seguro y sencillo en el que se puede navegar con calma entre las ideas mientras se recuerda a los profesores de la infancia y las tantas historias que dejaron escritas en nuestras vidas.

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