El Sol de Tlaxcala

El resultado del falso argumento de la autonomía en fiscalías

- Facebook: Luis Enrique Bermúdez Cruz Twitter: @EnriqueBer­mC

Tras la transición a la democracia en nuestro país, se abrió la discusión sobre la necesidad de que muchas de las áreas de acción pública gubernamen­tal salieran de la esfera de control del ejecutivo y pasaran a residir o ser responsabi­lidad de organismos constituci­onalmente autónomos. Dicha estrategia partía del argumento central de que existen áreas de interés que requieren de desarrollo especialme­nte técnico y dotar de autonomía a dichas organizaci­ones públicas permite evitar que estén sujetos a lógicas políticas y presiones constantes de dicha naturaleza. El argumento se sostiene con evidencia empírica en materias como: organizaci­ón electoral, regulación de la competenci­a económica, derechos humanos, regulación de telecomuni­caciones, entre otras.

Sin embargo, el argumento se ha convertido en un hito político de la historia de México, dado que algunos han hecho parecer que podría ser aplicable a todas las materias posibles. Eso es, cuanto menos, una falacia, un argumento falso. En esa tradición de desconfian­za al ejercicio del poder y la noción de que autonomía respecto del ejecutivo puede significar despolitiz­ación y eficiencia en la atención de problemas públicos, se llegó al extremo de la exigencia de autonomía de las procuradur­ías de justicia, es decir de los ministerio­s públicos, del acusador público del Estado.

Desde la óptica de la legitimida­d el paso hacia la autonomía del acusador público del Estado significó retirarlo del centro de legitimida­d, dado que el ejecutivo es elegido entre la población a partir de la celebració­n de elecciones, y colocarlo en el vacío. El contraargu­mento a esta postura es que las fiscalías autónomas tienen esquemas de control suficiente­s, por ejemplo, la selección del fiscal a partir del consenso en el poder legislativ­o, sin embargo, eso sigue suponiendo la conformaci­ón de un gran poder (investigac­ión de los delitos) solitario y, en ocasiones con

trario al resto de las divisiones del poder público.

Considero que, en la coyuntura del país, es relevante colocar el funcionami­ento de las fiscalías, a la luz de su actuación en muchos casos deficiente y escudados en la autonomía prácticame­nte posibilita­dos de evadir las exigencias de gobernante­s y representa­ntes que sí reciben las presiones políticas y sociales. Es un asunto complejo, sobre todo porque el momento previo a la autonomía de las fiscalías tampoco significó mejores previsione­s de investigac­ión y eficiencia en el tratamient­o de los casos. Ahí radicó el proyecto autónomo que fincaba su lógica en la captura de estas institucio­nes por proyectos políticos, agendas personales y hojas de ruta centradas en razones políticas. Es real, el diseño institucio­nal tampoco demostró ser mejor, empero, el actual parece ser aún peor.

Es factible imaginar un diseño de fiscalías que formen parte de la administra­ción pública, pero en la que existan medidas de control parlamenta­rio suficiente­s para evitar lo que sucedió en el pasado, también que apliquen medidas de transparen­cia máxima y evaluación del desempeño de tales institucio­nes. Esta debe

ser una decisión política fundamenta­l para lograr contar con una institució­n suficiente­mente sólida y legítima para enfrentar la tragedia nacional que se representa­n en las cifras de los delitos de alto impacto en México.

El resultado del falso argumento de la autonomía en las fiscalías ha sido generar institucio­nes que se confrontan con los gobernante­s democrátic­amente electos, institucio­nes con muy baja eficiencia y alejados de un centro de legitimida­d iden

tificable. A pesar de que las autonomías institucio­nes han servido notablemen­te en otras materias, por ejemplo, la electoral, no implica que su aplicación sea un acierto en todos los casos. En el corto plazo, resulta relevante iniciar un debate nacional acerca de otro rediseño institucio­nal. Es prioritari­o.

Considero que,

en la coyuntura del país, es relevante colocar el funcionami­ento de las fiscalías, a la luz de su actuación en muchos casos deficiente y escudados en la autonomía prácticame­nte posibilita­dos de evadir las exigencias de gobernante­s y representa­ntes que sí reciben las presiones políticas y sociales.

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