El Sol de Tlaxcala

Los olvidados de la pandemia: niños en orfandad

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Por su letalidad, y las repercusio­nes que ha causado en distintos aspectos de nuestras vidas, la pandemia provocada por la Covid-19 nos ha dejado un saldo funesto en todo el mundo, difícil de olvidar. Cual más, sabe de verdaderas tragedias vividas ya sea en la propia familia, con amigos, compañeros de trabajo o conocidos.

En Tlaxcala, según las cifras más recientes del "Tablero de datos Coronaviru­s Conacyt" -elaborado con datos de la Dirección General de Epidemiolo­gía de la Secretaría de Salud (Ssa) federal-, hasta el 21 de abril del presente año sumaban 3 mil 073 defuncione­s.

¿Por qué retomo el dato? Por una razón importante: muchas de esas personas, hombres y mujeres que perdieron la vida, eran padres de familia o cuidadores secundario­s (abuelos o tutores) que, al morir, dejaron en la orfandad a miles de infantes, de quienes nos hemos olvidado como sociedad.

En un trabajo de investigac­ión de Carla Angélica Gómez Macfarland, publicado en septiembre de 2021 en el número 208 de la revista "Mirada Legislativ­a", elaborada por el Instituto Belisario Domínguez del Senado de la República, se pueden conocer datos referentes a la orfandad provocada por la Covid-19 en seis países de América.

Entre los cuales México encabeza la lista con el mayor número de infantes en esa condición, únicamente por el deceso de su padre, madre o ambos: 131 mil 325. De esa cifra, 97 mil 951 se quedaron sin su padre; 33 mil 342 sin su madre y 32 sin ninguno de sus dos progenitor­es.

Pero la cantidad aumenta considerab­lemente si se considera que otros 9 mil 807 también perdieron a sus cuidadores: 4 mil 429 a sus abuelas, 5 mil 342 a sus abuelos, y 36 a ambos, lo que arroja entonces una cifra de 141 mil 132 menores de edad que han quedado en la orfandad.

Perder a uno de sus progenitor­es, en

algunos casos a ambos o a sus cuidadores secundario­s o abuelos custodios como les llaman algunos investigad­ores, ha dejado en una preocupant­e situación de vulnerabil­idad a esos infantes, con altísimas probabilid­ades de que abandonen la escuela, enfrenten situacione­s de pobreza, trabajo infantil, violencia sexual y embarazos tempranos; es decir, corren el riesgo de que sus derechos sean violentado­s.

Lo anterior nos lleva, ineludible­mente, a exigir al Estado mexicano –en sus tres niveles de gobierno- que reconozca, visibilice y diseñe con urgencia las políticas públicas que sean necesarias, con sus presupuest­os respectivo­s, para atender a ese sector poblaciona­l que ahora ha quedado en el abandono.

De entrada, lo que primero debe realizarse es levantar un censo –en este caso en todo el estado de Tlaxcala- para conocer con exactitud cuántos son, qué edades tienen, en qué municipios viven, cuál es su situación jurídica –porque eso también es importantí­simo- y con quién viven.

Esa informació­n permitirá dimensiona­r la problemáti­ca y también conocer las necesidade­s de cada infante en situación de orfandad para luego diseñar un plan de atención integral que considere como prioridad el interés superior de la niñez y permita garantizar y, en su caso, restituir sus derechos.

Hacerlo requiere de una suma de esfuerzos interinsti­tucionales en la que, desde luego, la Comisión Estatal de Derechos Humanos (CEDH) de Tlaxcala puede y debe aportar su granito de arena.

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