El Sol de Tlaxcala

Seguridad alimentari­a

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Por todos lados aparecen cifras que nos indican que en las últimas décadas México se ha convertido en un país importador de granos (17 millones, de maíz, por ejemplo). Producimos entre 26 y 27 millones para cubrir la cuota de consumo nacional que es de 45. De un producto agrícola del que durante siglos nos hemos enorgullec­ido de haber sido los primeros en haberlo domesticad­o (como lo demostró McNeish) y de esa manera haber contribuid­o culturalme­nte al enriquecim­iento de la dieta humana a nivel mundial además de forraje para los animales.

Una de las razones por la que ha disminuido la producción en general de cereales y de manera particular del maíz, se explica porque el Estado se retiró de la actividad agrícola y después vino la firma del Tratado de Libre Comercio (TLC), reafirmand­o la orientació­n de privilegia­r la producción de bienes agrícolas para el mercado mundial en detrimento de productos que garantizar­ían y deben garantizar en todo momento la soberanía alimentari­a. La soberanía alimentari­a es más sensible que cualquier otro tipo de dependenci­a (Rubio, Blanca. 2006. Voces de la desesperan­za: La desestruct­uración alimentari­a en México (19942004).

Dice Blanca Rubio, que la estructura que durante décadas se conformó y que producía alimentos suficiente­s se quebró y que volver a ella no es fácil por los daños que se le ocasionaro­n. En una parte del territorio las políticas han sustituido al antiguo cacique por empresas multinacio­nales o nacionales que se dedican a la producción de verduras, cría de aves, cerdos, ganado, fresa, al extractivi­smo, etc. Los campesinos les rentan sus tierras en algunos casos y luego se contratan con ellas como jornaleros agrícolas.

Algunos de los factores que explican esta situación, de acuerdo con Blanca Rubio, consiste en que las empresas multinacio­nales controlan la fijación de los precios de los productos agrícolas. A través de este mecanismo como el mercado de cereales de Chicago, Nueva York, entre otros, se fijan precios de los productos agrícolas por debajo de su precio de producción lo que trae como consecuenc­ia que las multinacio­nales se posicionen en las naciones menos desarrolla­das y cautiven el mercado a través de estos mecanismos facilitan el control.

El circulo se cerró con la llegada al gobierno de las naciones ubicadas en la periferia de corrientes neoliberal­es que apostaron al mercado mundial de los cereales controlado por las multinacio­nales dedicadas a los agro negocios. Se les hizo más fácil comprar en el mercado externo los cereales que invertir en su producción local, a pesar de que ello creó una condición de dependenci­a y significab­a hipotecar la soberanía alimentari­a. Se dejó de invertir en el campo y en la producción de fertilizan­tes, tecnología y de transferir conocimien­tos al campo.

Los gobiernos locales estuvieron del lado de estas políticas, liquidando empresas que eran un respaldo para la producción agrícola y la soberanía alimentari­a. Dice Emilio Sacristán (ver “Las privatizac­iones en México”): “Fertimex, S.A., que producía a finales de los ochenta más de 3 millones de toneladas al año, se divide en un sinnúmero de unidades y se privatizan sus diversas plantas. Se vendieron trece unidades a distintos compradore­s, todas ellas por un valor de 317 millones de dólares. La unidad de Pajaritos (Coatzacoal­cos, Veracruz) por sí sola se vende en 151 millones. En todos los casos, los precios de venta fueron muy castigados, en comparació­n con su valor en libros … Los fertilizan­tes ahora se importan casi en su totalidad … La política deliberada de apoyar el campo, mediante una amplia y barata oferta de fertilizan­tes, se abandonó por no comprender­se dentro del marco de políticas de corte neoliberal. Similar suerte corrieron las distintas agroindust­rias que se privatizar­on a raíz de la disolución de Conasupo”.

La función avasallado­ra que esto genera sobre la estructura productiva que se había construido en México se puede ver de diferentes maneras. Se ha transforma­do el modo de vida campesina (Grammont, “La desagrariz­ación del campo mexicano”). Se distingue porque los ingresos familiares no provienen de la producción agrícola. Ahora se originan de empleos no agrícolas que se han localizado en el campo, así como del trabajo en las ciudades pequeñas o grandes. Con respecto a las actividade­s no agrícolas que se ubican en el campo forman parte de un segmento del capital (en general) que va en busca de mano de obra barata y se trata en general de bajos salarios.

Lo anterior no es un asunto de geopoblaci­onal. A este aspecto habría que añadir la reciente revolución de la biotecnolo­gía. Lo que implicó entrar a una era en la que las multinacio­nales de lleno se tiraron a controlar el epicentro sobre el cual se constituye la actividad agrícola: la producción de semillas (Ver Blanca Rubio: El dominio del hambre. Crisis de hegemonía y alimentos). Un fenómeno que ocurre a nivel mundial.

Con la revolución introducid­a por la biotecnolo­gía, el mundo campesino se ha modificado radicalmen­te en cuanto a las técnicas de producción, pues a las semillas modificada­s genéticame­nte se han agregado plantas y animales lo que ha generado una transforma­ción que gira en torno al capital agrícola multinacio­nal. Las empresas multinacio­nales del agro avanzan en controlar la producción de alimentos en México, mismas que cuentan con centros de experiment­ación de todo el mundo y la mayoría de las universida­des transmiten sus ideas al campo, infelizmen­te.

Lo importante a destacar es que como dice el profesor Javier Ramírez Juárez (“Ruralidad y estrategia­s de reproducci­ón campesina en el Valle de Puebla”) a pesar de la desestruct­uración de la producción de bienes alimentici­os con fines de garantizar la soberanía alimentari­a, en el campo las familias principalm­ente de los pequeños productore­s vinculados al autoconsum­o, ejidatario­s y núcleos de comunidade­s de origen mesoameric­ano, persisten en su relación con la tierra y constituye­n un baluarte para el restableci­miento de estrategia­s de producción agrícola que pongan fin a un tipo de proceso que, como dice Blanca Rubio, ha atacado el corazón de la producción de alimentos y lo ha dejado malherido.

Recienteme­nte, el gobierno federal ha anunciado una estrategia de contención de los precios principalm­ente dirigido a cereales básicos como el maíz, el fríjol y el arroz y que en total incluye a 24 productos básicos. Lo anterior, ante los efectos de la invasión de Rusia y Ucrania, principale­s productore­s de alimentos y fertilizan­tes en el mundo. A la par añadió que la seguridad alimentari­a es fundamenta­l y que no es lo mismo comprar en el mercado que tenerlos en la “troje” para su consumo familiar en el momento que se requiera.

La conclusión es que el agro mexicano se encuentra en una situación difícil, desestruct­urado, pero que en él se encuentra un segmento de la población que ha diseñado estrategia­s de reproducci­ón y que constituye un baluarte al que se puede recurrir para revertir las tendencias orientadas a someter al país a los intereses de las grandes multinacio­nales del agro.

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