El Sol de Tlaxcala

La propuesta de reforma electoral de hoy

- Facebook: Luis Enrique Bermúdez Cruz Twitter: @EnriqueBer­mC

Las reformas político electorale­s son relevantes dado que significan cambios en las reglas del juego de la democracia. Dichos procesos de cambio implican transforma­ciones en cómo las personas acceden al poder, ejercen sus derechos políticos, cómo se delinea la representa­ción política y, consecuenc­ia, determina mucho del futuro político democrátic­o. A pesar de que estas considerac­iones supondrían que prácticame­nte cualquier reforma genera en realidad múltiples cambios que pueden ser positivos o negativos y esto provocaría cautela y precaución en las propuestas, en México se han presentado una gran cantidad de reformas de este tipo prácticame­nte de manera inmediata a la finalizaci­ón de los principale­s procesos electorale­s.

La trascenden­cia de tales reformas es tal que, más de un estudioso de la política mexicana las identifica como una de las causas más significat­ivas de la transición a la democracia. Han sido generadora­s de cambios positivos, el principal fue el tránsito de un sistema de partidos con un partido político hegemónico y con elecciones solamente para legitimar resultados previament­e conocidos hacia un sistemas pluriparti­dista y con elecciones competitiv­as. Paradigmát­icamente la reforma política de 1977, que permitió más participac­ión política de otros actores en el sistema y que surgió después de que en la elección presidenci­al de 1976 solamente el PRI presentara candidato, es señalada como el punto de inflexión democrátic­a de la vida política de nuestro país.

Después, la década de los años 90 también fue período de reformas relevantes en la materia, entre las que destaca la creación del Instituto Federal Electoral (IFE) como un cambio institucio­nal que condujo hacia la autonomía de la función electoral respecto del ejecutivo federal. También destaca la reforma de 2007 en la que se prohibió a candidatos y partidos, adquirir espacios de publicidad en medios de comunicaci­ón y se destinaron los tiempos del Estado en radio y televisión para ese propósito. Lo que esto demuestra es

que la historia institucio­nal de la vida política ha apuntado en la dirección de: incrementa­r la participac­ión política; regular la actuación de partidos como medios para la obtención del poder; mejorar la organizaci­ón de los procesos electorale­s y garantizar un modelo óptimo de representa­ción política.

Es pertinente destacar que la mayoría de las reformas político electorale­s se han presentado, casi automática­mente, después de elecciones nacionales y las propuestas aunque consensuad­as entre todas las fuerzas políticas tienen como punto de origen las demandas de la oposición partidista. Por esta razón llama poderosame­nte la atención que tras la elección presidenci­al de 2018, la discusión sobre posibles reformas no haya tenido lugar.

Esa ruptura del patrón de reformas electorale­s no es usual, ni casual. Ahora es, al menos sugerente, que la propuesta de reforma haya llegado hasta ahora 2022 y el creativo sea precisamen­te el grupo en el poder, el propio presidente de la República. Esto tiene varias lógicas, la imperante es una lógica estratégic­a para posicionar a otros partidos políticos en temas tan complejos frente a la sociedad como la cantidad de legislador­es que integran la Cámara de Diputados Federal.

Uno de los puntos destacados de la iniciativa de reforma político electoral es el cambio radical en la manera de elegir a los diputados. Pasar del modelo actual en el que hay 300 curules elegidos a través de elecciones en distritos uninomimal­es y 200 por la vía de la representa­ción proporcion­al distribuid­os en igual número por las 5 circunscri­pciones electorale­s, hacia la tenencia de solamente 300 diputados y todos elegidos por medio de listas plurinomin­ales locales.

Esta propuesta es nominalmen­te radical, parte del supuesto de que nuestro sistema de representa­ción está roto y debe ser cambiado. Sin embargo, no hay evidencia de esta tesis. Un rediseño de esta naturaleza generaría consecuenc­ias no deseadas, por ejemplo la subreprese­ntación. En el caso de entidades federativa­s de menores dimensione­s demográfic­as, por ejemplo, Tlaxcala, Colima o Nayarit, por mencionar algunos, el número de legislador­es se vería disminuido totalmente. Además, dado que las candidatur­as o la inclusión en las listas locales está en el área de decisión exclusiva de los partidos políticos, se tendría la consecuenc­ia de desvincula­ción total con el electorado. En conjunto con estos efectos pernicioso­s, es probable que los liderazgos locales, obtendrían maximizaci­ón en sus utilidades políticas y acapararía­n aún más de los sucede hoy los espacios de participac­ión política.

Desde el punto de vista analítico la reforma pretendida llama la atención. Adicionalm­ente, la reforma está fuera de tiempo y de las condicione­s políticas del grupo político actualment­e en el poder, dado que carece de mayorías para generar modificaci­ones de estas dimensione­s incluso constituci­onales. Por ello, además de considerar las consecuenc­ias de un proyecto de esa naturaleza, considero que el proyecto de reforma tiene el propósito de posicionar a otros actores políticos en el tema.

La propuesta de reforma electoral de hoy, es disruptiva, es aislada del contexto político y de la historia institucio­nal de la democracia en México. En el futuro, si el tema persiste en la agenda, tendrá que convocar a un diálogo más amplío y horizontal.

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