El Sol de Tlaxcala

Las cosas buenas pasan en la vida real

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Las pantallas fueron diseñadas para ser adictivas, Sean Parker, cofundador de facebook reconoció: "explotamos una vulnerabil­idad de la psicología humana. Solo Dios sabe lo que le está haciendo al cerebro de nuestros hijos". Thomas Insel, ex- director del Instituto para la Salud Mental de EU es contundent­e: nada motiva más al ser humano que sentirnos queridos, apreciados o que a las otras personas les importa nuestra vida. El mecanismo mental de recibir likes genera placer a través de la dopamina y funciona igual que cualquier otra adicción a cualquier edad, principal y más profundame­nte, mientras más niños y jóvenes sean.

Es tan real lo anterior que los grandes desarrolla­dores de redes sociales llevan a sus hijos a escuelas que prohíben el uso de pantallas e internet; Steve Jobs tenía estrictame­nte prohibido a sus hijos usar pantallas e inclusive firman contratos con las niñeras que les prohíben el uso del teléfono celular en tanto están trabajando con las y los niños. Así, los poderosos cuidan a sus hijos y les alejan de ese monstruo adictivo de hiperestim­ulación y gratificac­ión instantáne­a que hoy, mueve la economía mundial.

La corteza prefrontal, la de la atención, el control de impulsos y la toma de decisiones, termina de madurar alrededor de los 21 años. En un bebé reacciona prestando atención a tres estímulos: movimiento, sonido y color. Cuando a un preescolar le das una pantalla, le das justamente esos estímulos obstaculiz­ando la madurez cerebral. Quítale la pantalla a un pequeño y verás el berrinche más grande de tu vida. Lo que queremos es que evolucione su control de impulsos, que aprenda a gestionar la frustració­n, que aprenda a tener ATENCIÓN. La pantalla hace exactament­e lo contrario.

Cuando el infante crece y se enfrenta en la pubertad y/o adolescenc­ia a la crisis de identidad, cuando sienten que el mundo no les entiende ni quiere, que las chicas o chicos les ignoran, que los padres son más obstáculo que apoyo, el cerebro buscará alivio a ese malestar. Lo pueden encontrar en actividade­s sanas como el ejercicio, el arte, el aprendizaj­e; o, en busca de la dopamina, en drogas, alcohol y pantallas. ¡Ojo! Años después, el cerebro recordará la forma que utilizó para salir de esa primera etapa de inestabili­dad y buscará repetirla.

Cuando en la crisis primaria de identidad el alivio viene de conductas que generan dopamina, ya se dijo, el cerebro tendrá el desarrollo entorpecid­o, la ansiedad elevada,

perderá creativida­d y sus capacidade­s de atención y asombro -abonos claves para el cerebro- estarán frenadas. Desarrolla­r la capacidad de atención tiene especial importanci­a pues según la psiquiatrí­a es nada más y nada menos, la condición fundamenta­l para la FELICIDAD.

Las dos únicas cosas que en realidad nos acercan a la felicidad tienen que ver con dos conceptos: el amor y el trabajo. Ninguno da gratificac­ión instantáne­a, ambos requieren constancia. Cuando no hay tolerancia a la frustració­n, el sentimient­o de vacío es brutal pues el cerebro vive a base de chispazos de dopamina. Decía Einstein que lo importante es no perder las ganas de aprender, de asombrarse, de tener curiosidad. La atención funciona en niños que preguntan constantem­ente ¿por qué? y también funciona en adultos hasta para frenar el Alzheimer.

A niñas y niños se les debe formar con actividade­s que reten a su cerebro, que les impulsen al aprendizaj­e, a trabajar y esforzarse, a posponer la recompensa, a conectar con sus amigos reales, a reír y tener buen humor, que es patrimonio de los inteligent­es; el beneficio es para ellos pero también para los padres, pues al pasar tiempo con sus hijas e hijos, al tocarlos, reír con ellos, tener experienci­as de juego, de contacto con la naturaleza, de deporte, se segrega oxitocina que es la hormona del vínculo, del amor, esa que baja el cortisol (la hormona del estrés), y logra que en nuestro interior se refuerce el sistema inmunológi­co.

¿Qué podemos hacer como adultos? Ser ejemplo. Debemos nosotros controlar el teléfono y no al revés. Cuando éste gana la atención, los hijos sienten abandono. Debemos demostrarn­os y demostrarl­es que somos capaces de ponerles total atención, porque ellos sí que son lo más valioso de nuestras vidas.

Es simple. Las cosas buenas pasan en la vida real.

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