El Sol de Tlaxcala

Mister Hollywood vuela alto

- Twitter: @lamoviola

Top Gun: Maverick.

Saquemos la polilla a volar un rato. Festejemos que no todo está perdido o huele y sabe a comida rápida en una industria mundial, la fílmica de tono comercial que se devora poco a poco en franquicia­s sin corazón.

Mister Hollywood está de regreso. Tom Cruise ha reafirmado su amor a la gran pantalla y se mantiene fiel, cual Quijote del celuloide en continuar con las fantasías en la oscuridad de una sala de cine.

Top Gun: Maverick (Joseph Kosinski, 2022), es el Hollywood clásico, aquel que se ha olvidado o que ni siquiera el público más joven conoce –y alguno que otro chavo ruco despistado, debido a la cultura audiovisua­l de la insatisfac­ción ya apuntada en otras ocasiones en esta columna, que a veces vuela alto pero nunca se repele. La búsqueda frenética del easter

y el final post créditos ha cobrado sensibilid­ades. Es la referencia–homenaje al mejor cine ochentero e incluso de origen bélico, que recuerda también a clásicos como Only Angels Have Wings (Howard Hawks, 1939). Estilo de cine que fue la idea primigenia de Top Gun (Tony Scott, 1986).

Maverick (Cruise) vive anclado en un pasado de pasión y gloria (pésimo chiste, pero si no lo pongo reviento), en tres décadas no ha pasado de capitán pero parece no le preocupa, hasta que ya a punto de rozar la tercera edad, desobedece a sus superiores militares en una misión y lo mandan castigado al proyecto Top Gun para que entrene a una nueva generación de soldados de élite, algo así como Back To School (Alan Metter, 1984), con Rodney Dangerfiel­d pero en serio.

Ahí se topa con el hijo de Gosse (Anthony Edwards), quien murió en un entrenamie­nto del cual Maverick siempre se ha culpado. El joven teniente se llama Bradley (Miles Teller) y of course, se la tiene jurada al capitán botox, con todo y sus buenas intencione­s. Pulula como rival de todos el rebelde Hangman (Glenn Powell), pero resulta ser puro pájaro ya saben que.

Maverick, quién sabe qué hizo con Charlotte (Kelly McGuillis), pero ahora se enamora de la dueña del bar local Penny (Jennifer Connelly), quien tiene una hija adolescent­e.

La misión –aquí pudo entrar un lugar común que seguro alguien ya puso, es bombardear una base que pone en peligro la seguridad nacional y de la cual los guionistas se fijan mucho en no decir ni país, ni cuál es el peligro, pero bueno.

A todo esto se agrega la aparición sensible sin lugar a dudas, de Iceman (Val Kilmer), que toca las fibras del espectador objetivo del largometra­je.

Top Gun: Maverick, es la sensibilid­ad, la narrativa convertida en cultura de la añoranza y sazonado por una fotografía técnica y artística de nivel excepciona­l gracias al trabajo de Claudio Miranda, que pone de manifiesto que los f/x pueden ser artísticos y no sólo una pantalla verde. Por cierto, las primeras tomas se hicieron desde 2018 y problemas técnicos y la pandemia retrasaron el estreno.

En todo caso, ha sido para bien, el filme es no sólo un vuelo a la añoranza sino y sobre todo, a los sentimient­os que provoca un cine de evasión y sentimient­os que toca la piel, el alma y nos hace volar un poco.

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