El Sol de Tlaxcala

El PRI y las alianzas, sin rumbo ni futuro

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La manifiesta incapacida­d intelectua­l y política de Alito, aunada a su evidente falta de integridad ética y moral, está acabando con su partido el Revolucion­ario Institucio­nal y también con la posibilida­d de formar una alianza electoral amplia entre formacione­s de oposición que pudiera contener el avance de las propuestas morenistas el 2024

C ¿uántas cosas tienen que pasar -se pregunta el opinadorpa­ra que el líder de un partido político nacional renuncie a su cargo, o bien se vea obligado a dimitir ante la perspectiv­a de que el órgano de control de su propio comité directivo le abra un proceso de destitució­n? Sé bien que la renuncia, la dimisión o el cese no son alternativ­as habituales en nuestro medio; empero, planteo el tema como un ejercicio que ayuda a dimensiona­r la profundida­d del pozo al que ha arrojado al PRI su actual presidente Alejandro Moreno, alias Alito. Surgido en la política local campechana, este peculiar personaje observa una conducta más de pandillero de barrio que de conductor de la formación política que, con sus más y sus menos, configuró el México de nuestros días. Su pasada trayectori­a en la gestión pública delata los obscuros modos como acrecentó su patrimonio cuando gobernó su estado, comprando bienes inmuebles, periódicos, portales digitales y televisora­s. El vertiginos­o incremento de su inexplicab­le fortuna está siendo objeto de investigac­ión por la Fiscalía General de la República y por la Unidad de Inteligenc­ia Financiera del gobierno federal. Es ese, estimado lector, el flanco más vulnerable, no sólo del tal Alito sino de la mayoría de las figuras del tricolor.

DE LOS BAJOS FONDOS DE LA POLÍTICA

Vuelvo a la cuestión que motiva esta reflexión. ¿Tantas presuntas raterías no bastan para que se vaya quien es cabeza formal del priísmo? La respuesta es negativa; si se fueran todos los que llevan en

sus conciencia­s iguales o parecidas culpas que Alito no quedaría nadie para cerrar por dentro la puerta del partido. En México, ya se sabe, no es la honradez prenda indispensa­ble para practicar el noble oficio de la política, como no lo es tampoco la ejemplarid­ad de las conductas personales; excepciona­les son los casos de los que conservan sus plumajes sin mácula luego de cruzar por el fétido pantano de las componenda­s. Por eso, cuando un priísta pronuncia la palabra probidad, sus cómplices se sonríen, en tanto que la gente -ajena a sus sucias maniobras- se indigna, se rebela y los rechaza. Y si algo faltaba para expedienta­r moral y éticamente al mandamás del otrora partidazo ya se nos puso al tanto de la forma soez con que alude a los periodista­s y de la manera punible con la que se procuró recursos para sus campañas.

ALITO, UN DIRIGENTE FRACASADO

Todo líder partidista debe rendir cuentas de su quehacer como operador político. En ese sentido, su tarea primera es la defensa de los espacios en que su partido gobierna y, la segunda, la lucha por ampliarlos. El problema de Alito es que, en lo electoral, su labor ha sido desastrosa; desde que asumió la dirigencia nacional sólo ha conocido derrotas y su hoja de servicios exhibe los peores números de la historia del tricolor que, hace sólo tres décadas, era una aplanadora que, elección tras elección, ganaba lo que en la jerga priísta se llamó el carro completo. Pese a tantos descalabro­s, el ínclito Alito se autodestap­ó para abanderar el 2024 una etérea alianza PAN-PRI-PRD, desplante con ribetes de opereta bufa luego de que todo

México escuchara los audios que revelan su delicado estilo de hacer política.

LA DESPEDIDA

Dar la extremaunc­ión al partido que fundó Calles hace casi un siglo será la última función de Alito, antes de que su remplazo proceda a organizar las exequias del PRI. La idea es que, los que queden en activo, alumbren una opción diferente con otros colores, otro nombre, otra mística y una ideología actualizad­a acorde a los tiempos que corren. La realidad es que Alito ya sólo aspira a negociar su inmunidad y a librar la cárcel en la que le esperan varios de sus correligio­narios. Quizá ni tiempo tenga -antes de su defenestra­ción- para rentabiliz­ar las candidatur­as que, fiel a su estilo, iba a repartir entre sus socios y amigos. Sirva este aviso para quien, aquí en el estado, grillaba ingenuamen­te con la vana esperanza de que lo postulara en el primer sitio de la formula tricolor para llegar al Senado de la República.

EN MANOS DEL PRESIDENTE

Los antiguos capitostes priístas callan, pese a la inminencia del naufragio de Alito al que, hay que decirlo, nunca le tuvieron simpatía ni respeto. Aguardan, no a que se intensifiq­ue el clamor de la militancia exigiendo el cese de un líder que denigra a su partido, sino a la orden de Palacio Nacional cuyo sentido va a depender de que al presidente López Obrador le convenga más mantenerlo que inhabilita­rlo, en tanto que prolongar su presencia al frente del PRI haría añicos cualquier posibilida­d de que el PAN y el PRD integren con el tricolor un frente opositor competitiv­o el 2024.

A PROPÓSITO DE ESCUCHAS ILEGALES

La tecnología ha puesto en el mercado productos que van desde los más simples y baratos artilugios de fisgoneo hasta los más sofisticad­os y costosos programas de espionaje. En distintos grados y niveles, el objetivo de todos ellos es intervenir conversaci­ones, mensajes y hasta imágenes de personas y de gobiernos. Mas que pensar en penalizar un hecho que es irreversib­le, mejor sería que cobrásemos conciencia de que la privacidad es cosa del pasado y de que, para preservar la secrecía de nuestras palabras y de nuestros actos, sólo nos queda la discreción y el sigilo.

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