Problematización de la crisis medioambiental
Los problemas públicos son evidentes hasta que las consecuencias alcanzan a la mayor parte de la población o aquellos con la capacidad para posicionar sus exigencias. Esa parece ser una regla general de la problematización de los asuntos susceptibles de la atención de los gobiernos. Sin embargo, hay problemas que durante bastante tiempo luchan para tener visibilidad y prioridad en la agenda de atención –incluso– internacional y aun no son considerados en calidad de urgencia, es el caso de la crisis medioambiental.
En el mundo discursivo, todos los países, todas las empresas y todas las personas en lo individual están a favor de todas las acciones –sin excepción– que abonen a la reducción del daño al medio ambiente, a la biodiversidad, al equilibrio ecológico y el cuidado de los recursos naturales. Se celebran foros multilaterales, se fijan metas, objetivos y estrategias para avanzar en la dirección de la conservación y la atención a la crisis medioambiental que –hay que decirlo– coloca en riesgo la propia supervivencia. No obstante, el problema es mayor cuando se consideran otras dimensiones del problema ambiental: factores políticos y económicos.
El mundo, representado en los organismos internacionales en los que en realidad hay países preponderantes sobre otros, ha tomado decisiones. Colocó fechas estratégicas, por ejemplo, el 2030 para verificar el grado de avance en el cumplimiento de la agenda de protección al medio ambiente a partir de acciones puntuales: reducir las emisiones de carbono, promover e invertir en la creación de infraestructura para energías limpias, sostener niveles de inversión sostenidos en acciones afirmativas para la protección de la biodiversidad. Estos elementos discursivos y programáticos no son pasos automáticos hacia la realización y la salvaguarda de del mundo, más bien son –en todo momento– retos en términos de políticas públicas dado que enfrentan resistencias de grupos de poder; para el caso de
la reducción de las emisiones de carbono, el ritmo de las industrias es una resistencia por demás importante.
En este contexto de enorme dificultad para hacer frente a la crisis medioambiental en el mundo, es indispensable que la problematización se sostenga a partir de acción colectiva. Es decir, de la conjunción de actores que negocian, dialogan y consensan posiciones a favor de la necesidad de construir una agenda incluyente en favor de la protección del medio ambiente. Ahí tiene especial importancia la academia, las agrupaciones de la sociedad civil y demás, para construir propuestas, exigencias y demandas que edifiquen un proceso de problematización más abierto y de dimensiones considerables para alcanzar la atención de las instituciones públicas. De lo contrario, los problemas solamente logran visibilidad cuando los puntos extremos son inobjetables y la gravedad del caso es inocultable, como el caso de la falta de agua en el norte del país.
Por eso es importante hablar del tema, colocarlo en el centro de la discusión pública. Recientemente una publicación de la Universidad Nacional Autónoma de México señaló que en México el 25% de las cuencas están sobreexplotadas. Esto explica un poco de los problemas actuales. Además, si se agrega que la mayor parte del país presenta un riesgo hídrico considerable, las características del problema son dignas de atención y de la mayor preocupación.
Si el problema sigue el cause que hasta
ahora ha generado, los gobiernos (de todos los niveles) deberían conjuntar esfuerzos institucionales para encontrar estrategias y políticas públicas idóneas para revertir la tendencia. Dicha problematización será beneficiosa si concluye con diseño y formulación de acciones de gobierno positivas para la resolver la crisis medioambiental, por ejemplo, a través de: inversión en ciencia y tecnología aplicada al cuidado del medio ambiente; mejorar
las capacidades de supervisión del uso de recursos naturales; mejorar la capacidad de gestión de sistemas de agua en el país, y un innumerable etcétera.
En el corto plazo, la crisis medioambiental en México y también en el mundo, puede alcanzar características inusitadas, habrá que actuar lo más pronto posible.
Recientemente una
publicación de la Universidad Nacional Autónoma de México señaló que en México el 25% de las cuencas están sobreexplotadas. Esto explica un poco de los problemas actuales. Además, si se agrega que la mayor parte del país presenta un riesgo hídrico considerable, las características del problema son dignas de atención y de la mayor preocupación.