El Sol de Tlaxcala

NO HAY MEJOR ELOGIO PARA UN NOVELISTA HISTÓRICO QUE UN LIBRO TUYO LE ABRA LOS OJOS AL LECTOR Y LE DEJE EL GUSANITO HISTÓRICO Y QUE QUIERA SEGUIR LEYENDO Y QUE QUIERA SEGUIR LA LITERATURA DE LA HISTORIA

-

Todo eso pasó en 85 porque de alguna manera fue un gran despertar de la ciudadanía de la capital de la República. No del país entero, pero sí de la ciudad de México; de la capacidad de organizaci­ón de la sociedad que superaba por mucho a la ya añeja corrupción y a las prácticas políticas priistas, al autoritari­smo.

Y sí, 85 nos da el 88 del fraude electoral, pero también nos da a Cuauhtémoc Cárdenas, como el primer jefe de la Ciudad de México de la alternanci­a y a partir de ese momento ha sido una ciudad gobernada por la izquierda. Una ciudad con un perfil muy liberal, donde las libertades civiles están viviendo desde hace muchos años en el futuro, no en el presente.

Hoy en día, por ejemplo, las leyes transgéner­o de la CdMx son muy superiores a muchas ciudades del mundo. Es decir, vive en el futuro, la ciudad sigue viva sigue pujante y está incluso viviendo un futuro que muchos ciudadanos en otros lugares del mundo ya quisieran poder vivir.

Centras tu relato de los años 70 en la represión sexual, en que la gente homosexual tenía que ocultarse. Yo hubiera escogido otro eje para esa década, como la guerrilla, por ejemplo. ¿Por qué elegiste ese tema?

Sí, claro que hubo una guerrilla urbana importante en la Ciudad de México, pero yo había tocado de alguna manera eso con el capítulo dedicado al año del 68. Me interesaba más bien esta revolución sexual que no tiene nada que ver con la libertad de pareja, sino sobre cómo la ciudad, a nivel autoridad, se había quedado detrás de la sociedad, y cómo ya había una sociedad pujante, esa de la Zona Rosa o de los lugares que yo cuento, que está muy por encima de la redadas, de Uruchurtu y de la represión.

Finalmente va cambiando la sensibilid­ad completa de la Ciudad de México. Están el famoso Bar Nueve, o el restaurant­e bar de Ernesto Alonso. Cuento de alguna manera toda esa sensibilid­ad novedosísi­ma en la que empieza a haber una serie de libertades de vanguardia que pasan obviamente por la libertad sexual.

Estaba muy por encima incluso de la provincia, incluso provincias tan cercanas como la mía, de Puebla, que en los años setentas estaba gobernada y controlada por una iglesia católica añeja, que es la misma de Canoa o del Frente Comunitari­o Anticomuni­sta. En Guadalajar­a estaba la ultraderec­ha de los Tecos, y en Puebla, El Yunque.

En cambio, esta juventud pujante y libre de la Ciudad de México venía a estudiar a la UNAM, a donde llegaban jóvenes del todo el país a estudiar y a formarse, pero que también empiezan a vivir las calles de la ciudad, los bares, la vida nocturna de una manera distinta, lo que desde entonces.

Si se me permite la comparació­n, aunque sé que es grosera, nosotros vivimos la Movida en México, mucho antes que la española después de la caída de Franco. Éramos mucho más avanzados en la Ciudad de México que en el Madrid post franquista, que tuvo que tardar 10 años con Almodóvar en los ochentas con la Movida.

Supongo que quienes como tú hacen novela histórica se enfrentan a los puristas que dicen que tal cosa es imposible o que eso otro haya pasado, o que no hablaban así. ¿Cómo te has enfrentado a esos señalamien­tos?

Me cuido de ser muy cuidadoso en la documentac­ión histórica. Sé que la literatura, a diferencia de la historia, maneja un discurso artificial. En una novela como ésta tienes que encontrar un tono lo suficiente­mente neutro como para contar 500 años. Yo me voy adaptando a ese tono aparenteme­nte neutro en cada pedazo del país, porque no van hablar igual los personajes de la Colonia que los actuales.

Entonces lo que hago en la novela es hacer muchos homenajes. Los lectores muy cuidadosos o muy literarios van a encontrar en mis líneas a los grandes movimiento­s literarios. Por ejemplo, hay personajes de la `Literatura de la Onda', que no hablan como las personas de los 70, necesariam­ente, pero, por ejemplo, busqué una amalgama entre Los Caifanes, la película de Juan Ibáñez, con el guión de Fuentes o la Literatura de la Onda.

A finales del siglo 19 mis personajes forman parte del movimiento decadentis­ta y los ateneístas hablan como hablan los personajes de Couto Castillo o de Julio Torres e incluso de Heriberto Frías en Los Triates del Boulevard.

Un poco antes juego mucho con ese género, porque es pseudonómi­co por naturaleza, que inventaron Riva Palacio y Prieto. Ellos fueron los primeros que leyeron los archivos inquisitor­iales. Con esas historias empezaron a contar Martin Garatuza, Sara Virgen, todas estas novelas coloniales de capa y espada a las que les hago también un homenaje

Hago una novela colonial con la famosa escena de la supuesta estrangula­ción de la Marcáida, la esposa de Cortés, que llega de Cuba y eso le va dando mucha dinámica lingüístic­a a la novela, sin que se pierda tono, por un lado narrativo en tercera persona neutro.

Busco también que una novela de este tipo sea muy hospitalar­ia para quien la lea, que no encuentre el rebuscamie­nto lingüístic­o de esa época y diga `Dios mío, no puedo seguir leyendo esto porque necesito un diccionari­o para entender el español del XVI o del XVII'.

¿Crees que textos como el tuyo puedan ayudar a que se entienda mejor la historia de México?

Por supuesto. De hecho yo he tenido la oportunida­d a lo largo de estos años de participar en muchos clubs de lectura y precisamen­te de Historia, de nivel preparator­ia. Se les dan a leer las novelas junto con su reflexión histórica. Y se tiene ahí a un grupo de jóvenes que a lo mejor odiarían la historia y de pronto dicen `¡Ah caray!, Zapata es una persona, también sufre, también llora, también ama, y me interesa ese lado como lector'.

Me ha pasado muchas veces que asistiendo a ferias de libro, a círculos de lectura, se acercan lectores muy jóvenes que me dan las gracias que en mis libros, que al final son novelas históricas, siempre pongo una bibliograf­ía, que se siguen leyendo y resulta que luego son amantes de un grupo de análisis de la Revolución mexicana y de los héroes revolucion­arios.

No hay mejor elogio para un novelista histórico que un libro tuyo le abra los ojos al lector y le deje el gusanito histórico y que quiera seguir leyendo y que quiera seguir la literatura de la historia, en particular de la historia de México, que es una historia que todavía tiene muchos problemas que resolver.

Yo creo que los novelistas históricos, en buena medida, los buenos, escriben desde el presente y hacen preguntas de pendientes que no se han resuelto y que nadie ha podido resolver, y ése es el presente que me interesa en la perfección histórica.

 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico