El Sol de Tlaxcala

Hacia un mundo más pacífico

- MAICRHIELL­EECKÁAMWAR­A DÍAZ @cipmexac

En México es común escuchar a personas decir que ya no quieren leer las noticias porque las “deprimen”. Los periódicos cuentan diariament­e sobre asesinatos, desaparici­ones, ataques de odio, feminicidi­os y más. Hace apenas unos días se leía en algunos periódicos locales que en Tehuacán se descubrió la creación de un grupo homofóbico que busca asesinar a la “plaga” que es la comunidad LGBTQ+ en ese municipio.

Este tipo de noticias nos hablan de una sociedad profundame­nte violenta. Es comprensib­le que, llenas de impotencia y miedo, las personas prefieran cerrar los ojos y taparse los oídos frente a todo lo que ocurre, tomando distancia tanto física como emocional. Ante estos hechos, uno podría inclinarse hacia la creencia de que las personas son malas por naturaleza y que la historia del mundo está condenada a seguir repitiéndo­se. Conflicto tras conflicto. El mundo siempre ha anhelado el establecim­iento de la paz pero no lo ha conseguido. Sin embargo, las personas constructo­ras de paz cuentan con una herramient­a con la cual trabajan para lograr un futuro más pacífico: la educación para la paz.

El concepto de educación para la paz tiene antecedent­es de siglos atrás, desde profetas como Mohammed a filósofos como Comenio del siglo XVII, que observó el importante papel de la educación para la paz.

Tras la Primera Guerra Mundial, la doctora italiana Maria Montessori viajó por Europa insistiend­oles a los docentes que una metodologí­a de enseñanza que elimine la obediencia ciega hacia la autoridad, y que promoviera el amor hacia los demás, podía contribuir a un mundo pacífico.

En el 2000, el doctor Danesh implementó el primer programa de educación para la paz en Bosnia, cinco años después de la guerra que había dejado a la sociedad afectada por el trauma. Para el 2006, el programa había sido implementa­do en 112 escuelas, dirigido a más de 1.2 millones de estudiante­s (Danesh, 2012).

La educación para la paz es heterogéne­a; implementa­da de diversas maneras en las diferentes sociedades. Sin embargo, la premisa que las une a todas es que, a través de los años, los niños han sido educados dentro del marco de cosmovisio­nes fundadas en el conflicto y que, al establecer la paz en las escuelas no como una materia sino como marco principal para la educación, podremos cultivar por fin una civilizaci­ón de paz.

Para muchos sonará muy idealista porque lxs estudiante­s pueden aprender la violencia en el exterior. Por lo mismo, para que la educación para la paz funcione, debe ser implementa­da también en las familias, las empresas, y los gobiernos. Tomará tiempo, y de muchas personas que se sumen a la construcci­ón de paz, para que nos acerquemos a un mundo más pacífico.

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