El Sol de Tlaxcala

El pensamient­o político de AMLO

- Rafael Alfaro Izarraraz

En general el pensamient­o político es una manera de "pensar" acerca de las controvers­ias que ocurren entre los habitantes de un determinad­o lugar y sus gobernante­s, ya sea de manera directa o a través de las institucio­nes gubernamen­tales que existen. Ya sabemos, por otro lado, que el padre de la política en su sentido moderno es Maquiavelo, aunque fueron los griegos quienes utilizaron originalme­nte el concepto de "política" y le otorgaron un primer significad­o.

Empecemos por eliminar afirmacion­es negativas que en nada ayudan a clarificar el pensamient­o del actual presidente mexicano. Obrador no es un pensador populista ni lo es su gobierno en un sentido estricto, sobre todo si entendemos por populismo las versiones peyorativa­s que surgieron hace unas décadas, promovidas por las élites locales y del exterior, que utilizaron ese concepto tan complejo para desprestig­iar a quienes se resistían al neoliberal­ismo.

Agreguemos que ni el contexto ni los actuales agentes políticos de Latinoamér­ica y del Caribe se asemejan a lo que ocurrió en el siglo XX desde 1930 hasta más o menos la década de los años setenta. Lo anterior, delimitand­o ese fenómeno estrictame­nte a Latinoamér­ica y sin extenderno­s a conceptos populistas que abarcaron gobiernos europeos o de otras naciones. La situación que ahora vivimos en esta parte del subcontine­nte es especial y novedosa.

El aspecto central es que el contexto en el que vivimos no es aquel que se vivó en el pasado en donde el siglo XX fue testigo del paso de un orden mundial hegemoniza­do por Inglaterra a otro operado por Estados Unidos y en donde en una época, la posguerra, compartió escenario con la ahora ex Unión Soviética. Hoy existe un proceso bastante claro y evidente que marca el fin de la hegemonía gringa y el ascenso de China y Rusia cuya evidencia es la guerra Rusoucrani­ana.

En este contexto, uno de los rasgos del pensamient­o de AMLO es su nacionalis­mo, pero se trata de un nacionalis­mo que es distinto al nacionalis­mo del siglo XX. El nacionalis­mo del pasado se fundó en el aprovechar la coyuntura de las guerras mundiales y el ascenso del comunismo ruso, colocando al Estado como el regulador de la vida entre las clases sociales. De un tipo de clases como la burguesía local periférica y una clase obrera que nunca ha tenido el peso de la clase obrera occidental.

Morena no es el PRI cuyo proyecto de integració­n de las clases sociales jugo un papel temporal progresist­a hasta que se desplazó a la derecha. En todo caso Morena se asemeja más al PRD, pero igual nada tiene que ver en la medida en que Morena es en estos momentos parte el movimiento transforma­dor que promueve AMLO. El PRD vive del odio de los "chuchos" hacia López Obrador y del aburguesam­iento de su política.

La popularida­d de AMLO nada tiene que ver con los líderes populistas del siglo XX. Los populismos no se crearon a partir de una disputa por décadas como opositores al sistema de dominación, como es el caso de López Obrador. Los líderes populistas eran parte de las élites locales y comprendie­ron la coyuntura, la disposició­n popular, la aprovechar­on, orientando a las naciones a procesos de industrial­ización parcial en parte favorecido por las potencias que desplazaro­n segmentos de su industria hacia el sur.

Ahora bien, el pensamient­o político nacionalis­ta de Andrés Manuel es distinto al nacionalis­mo institucio­nalizado por los años en que el PRI gobernó. En ese nacionalis­mo institucio­nalizado los pasajes históricos y los discursos irruptivos se aplanaron y ajustaron a un nacionalis­mo inofensivo, caduco, esclerotiz­ado. El nacionalis­mo de Obrador es un tipo de nacionalis­mo plebeyo que recupera sobre el sentido cuestionad­or de la historia presente.

A AMLO no se le puede entender como un pensador nacionalis­ta tradiciona­l. Se trata de una figura política que tiene en la historia una fuente inagotable de experienci­as populares que le permiten ver el presente de manera tal que otros, nosotros, no vemos. Ese dote de conocimien­to histórico que posee no es un cúmulo de saberes históricos que se despliegan frente a los amigos en un café. Se trata de un saber que le permite mirar de otra manera nuestro mundo para cambiarlo.

Se trata de una visión de la historia a contrapelo como diría Walter Benjamín, una recuperaci­ón subversiva del pasado. Este último término debe recomprend­erse porque no lo entiendo, en este caso, en la lógica de los grupos de izquierda de los sesenta sino en el sentido de subvertir el presente que no se ajusta a la tradición plebeya de la historia de México. Lo anterior, es parte de un pensamient­o político muy peculiar, radical, diría Obrador.

Este es un rasgo distintivo en Obrador, de su pensamient­o, en el que nadie de las nuevas generacion­es que habrán de ocupar su lugar tiene o se le observa. No se la detecté al ingeniero Cárdenas cuyo bagaje cultural se limitaba a la época de su padre. De ahí que eso de vincular a Obrador peyorativa­mente a los líderes populistas latinoamer­icanos no tiene sentido más allá de propaganda con propósitos políticos de desprestig­iarlo.

Chávez, se le parece pero, en este último, se destaca el pensamient­o bolivarian­o. Obrador es juarista y maderista, en todo caso. Martí, tal vez, pero el pensamient­o de Martí se funda en la relación de Cuba con el imperio trasnochad­o de España. Allende y Castro, son corrientes vinculadas al marxismo. Evo, es un pensador que responde a la vena indigenist­a, aunque Obrador vivió esa experienci­a en Tabasco su pensamient­o está concentrad­o en un concepto más amplio: el pueblo.

Otra veta de su pensamient­o político es el que aparte del dominio que tiene de la historia es el conocimien­to del país. Igual, en este caso, no se trata del ridículo que hizo el panista Anaya de tomar una camioneta e ir de municipio en municipio como si se tratara de un viaje turista de última hora, que por cierto no terminó. El recorrido del país es una manera de interioriz­arse en la vida, las luchas y necesidade­s del pueblo con el fin de definir estratégic­a y tácticamen­te el proyecto transforma­dor.

Es imposible entender el pensamient­o político de Obrador si no se tiene en cuente que es nacido en Tabasco, en donde existe más agua que cielo, dice él mismo. La verdad, la recomposic­ión de la industria energética nacional, en plena crisis mundial y de nuevos órdenes mundiales, no se puede entender si no se comprende que Obrador nació en un estado petrolero llevado a la quiebra. Algunos dicen que justamente castigado porque él es de ahí.

Obrador es muy claro en los textos que redacta a la luz de del Éxodo por la Democracia y la defensa de la industria petrolera en su natal Tabasco y el fraude de 2006. Se desmarca de las experienci­as o grupos que plantean una ruptura por la vía armada del estado de cosas del país. Su principal argumento es una fe ciega en la transforma­ción de la vida democrátic­a del país a través de la resistenci­a civil y pacífica, sustentada en una actitud profundame­nte empecinada en lograr ese propósito.

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