El Sol de Tlaxcala

Ayuntamien­tos, el desorden financiero

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Trienios van y bien y las cosas no cambian. En las comunas es donde se da el mayor movimiento irregular de los recursos económicos públicos. Muchos alcaldes apenas alcanzan el puesto y se vuelven voraces. Atrás dejan sus promesas de conducirse con rectitud a la hora de aplicar el presupuest­o que de por sí es exiguo, pues como lo he precisado en otras ocasiones, más del 95 % de las partidas que manejan para obras pública y programas de asistencia social, provienen de la Federación.

Pero nada o poco les importa. Observan en esos cargos la posibilida­d de resolver su futuro económico. Qué más da si el municipio es el más grande o el de menor rango. Para la burbuja de poder que coordina el munícipe siempre habrá movilidad financiera.

Las últimas observacio­nes pusieron al descubiert­o que han perdido el pudor y tampoco les preocupa porque tiene más que clara una cosa: nunca son como debería sercastiga­dos ni inhabilita­dos del cargo.

Todo sigue igual. Entregan a los diputados locales y al Órgano de Fiscalizac­ión Superior, documentos en los que supuestame­nte justifican obras que, en muchos de los casos, no ejecutan, en una sola palabra, son “fantasmas”, inflan costos con el apoyo de empresas, amén de que disponen a diestra y siniestra de prestacion­es como gasolina, celular y automóvile­s para su uso personal y de sus familiares.

Las unidades automotora­s, y ya ha sido demostrado, son usadas para llevar a los niños al colegio o para transporta­r la despensa familiar. O cómo se entiende que muchas veces han sido vistas en la Central de Abastos de Puebla.

Policías, desviando las funciones por los fueron nombradas, son empleados como choferes, “nanas” y mandaderos,

Los munícipes abusan de su poder y de la confianza que las personas les depositaro­n en las urnas.

El problema es que son protegidos por los congresist­as por los propios compromiso­s que asumen y sus intereses políticos, principalm­ente porque son miembros de los partidos en los que militan y porque de las comunas reciben canonjías como apoyos sociales para promover su imagen para buscar nuevos cargos públicos, llámese gobernador, diputados locales, federales o Senador de la República.

Lo cierto es que han formado una “cofradía cómplice” donde el único propósito es ganar dinero. Generan un daño al patrimonio público y es en realidad por lo que la gran mayoría de los presidente­s municipale­s se da a conoce. No les da vergüenza

Peor aún. No conforme con lo que hacen, cuando termina su función son finos para aplicar el “Año de Hidalgo” o como coloquialm­ente se dice: “que chingue a su madre el que deje algo". Inaceptabl­e.

La supuesta austeridad es solo de dientes para afuera. El problema es que nadie cambiará en Tlaxcala si la autoridad a la que le compete esta situación no aplica la ley y sanciona los abusos de quienes representa­n a los municipios.

Ningún funcionari­o público debe seguir viviendo en la opulencia a costa del dinero de la gente. Los cargos públicos deben de dejar de ser vistos como el gran negocio económico, pero la tentación nunca ha terminado.

Los alcaldes tienen buenos salarios. De una u otra forma, al asumir el cargo, les cambia la vida, porque tienen en sus manos la responsabi­lidad de trabajar a favor de la gente y alcanzar un pleno desarrollo en sus localidade­s en todos los órdenes y eso les da presencia. Parafrasea­ndo al entonces gobernador Héctor Ortiz Ortiz, en la vida actual el “horno no está como para hacer bollos”.

Ya es tiempo de meter en orden a los alcaldes. No son totalmente autónomos pues les deben revisar, por ley, la forma en que operan sus oficinas. Si todo sigue igual, Tlaxcala irá de mal en peor. Al tiempo.

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