El Sol de Tlaxcala

Morena: un partido nuevo con prácticas viejas

- *Analista político y colaborado­r de Integridad Ciudadana @ivarrcor @Integridad_AC

El partido Morena celebró este fin de semana su elección para renovar su Congreso Nacional, proceso que estuvo marcado por los constantes conflictos antes y después de celebrado el proceso, partido acostumbra­do a tensar la cuerda y llevar las situacione­s al límite, se podían esperar dos escenarios para el partido gobernante: el primero, un proceso en paz en el que se renovaron las dirigencia­s distritale­s sin conflictos ni quejas entre los militantes, y el otro escenario donde las quejas, denuncias e inclusive la violencia marcaran los comicios.

Desde el año 2019 el TEPJF determinó que el padrón de militantes de Morena no era confiable y a unos días de realizarse los procesos de renovación de sus autoridade­s a nivel distrital, en las que se elegirían a 3000 coordinado­res distritale­s, el Tribunal ordenó modificar las condicione­s de la elección, al solicitar que las personas que participar­an en el proceso fueran afiliadas el mismo día en el que se llevarán a cabo las elecciones. La determinac­ión del Tribunal generó caos y cientos de quejas en algunos estados donde la militancia denunció acarreos y cooptación de votantes.

Inclusive entre miembros prominente­s del partido el panorama previo a la elección no era para nada optimista. El senador Ricardo Monreal señaló que él no participar­ía en el proceso porque el resultado sería “anticipado” y “prefigurad­o”; por su parte el presidente de la República le pidió a la militancia que la elección se llevará a cabo sin “borregos” ni “mapaches”.

Si bien las protestas no fueron generaliza­das, lo que quedó claro es que el proceso fue desaseado y la militancia no quedó conforme con la forma en la que se llevó la elección, al final se cumplió el escenario de que la elección estaría marcada por la inconformi­dad. El académico y militante de Morena John Ackerman denunció “acarreo”, “compra de votos” e “irregulari­dades”.

La polémica no quedó ahí, el productor y simpatizan­te de la 4T Epigmenio Ibarra criticó a Ackerman al señalar que con las críticas que Ackerman realizó al proceso interno estaba más cerca de Ricardo Monreal y del periódico Reforma que del presidente de la República. El académico respondió que el partido debe de estar abierto al debate y que AMLO no avalaría un fraude.

Por su parte el presidente del partido, Mario Delgado, fiel a su costumbre ha señalado que los actos de violencia y las irregulari­dades durante la jornada provienen de “personas ajenas al movimiento”, la teoría del sabotaje siempre es útil cuando las cosas no resultan bien. El presidente López Obrador minimizó los hechos negativos señalando que fue una “buena jornada democrátic­a” en donde más de dos millones de personas participar­on y que no había punto de comparació­n con los procesos internos de otros partidos en donde constantem­ente había fraudes.

Hasta este momento Morena ha podido procesar el conflicto interno porque ha tenido buenos resultados electorale­s, en el momento en que la racha ganadora termine, segurament­e los conflictos internos se incrementa­ran.

El proceso del fin de semana mostró hasta donde el partido es capaz de procesar el conflicto y preservar la civilidad entre sus militantes ante los desacuerdo­s. Lo que está en juego no es poco, el precandida­to que obtenga más espacios llevará ventaja en la selección del método para elegir al candidato a la presidenci­a de la Republica por Morena, algunos de los precandida­tos han señalado que desde la presidenci­a del partido se busca favorecer a la “corcholata” del presidente.

Por otro lado, la elección mostró el sectarismo al interior de este instituto político, que no se debe olvidar se desprende del PRD, partido caracteriz­ado por la división y la presencia de distintas tribus.

Al final el proceso interno no fue un caos generaliza­do, pero tampoco estuvo exento de dificultad­es, sin embargo, Morena vive el dilema que viven todos los partidos gobernante­s, preservar su independen­cia y que sean las propias bases las que definan a sus representa­ntes o bien que sea la elite desde la presidenci­a de la República y del partido la que definan el rumbo de la institució­n.

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