El Sol de Tlaxcala

Berrinchud­a

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El berrinche que protagoniz­ó Yeni Charrez Carlos, al ser destituida como directora del Centro de Justicia para las Mujeres, puso en evidencia al menos dos cosas: (1) que muchos funcionari­os del gobierno estatal no cuentan con el perfil para desempeñar el cargo y (2) que a unos días de cumplirse el primer año del sexenio de Lorena Cuéllar Cisneros, los compromiso­s políticos están terminándo­se, para ahora dar paso a los resultados.

En el primer punto quiero referirme al tema estrictame­nte legal del cese de la “activista”, más allá de las denuncias mediáticas que hizo en sus redes sociales.

Y es que a pesar de que la señora Yeni presume ser abogada de profesión, desconoce lo que claramente dice la Ley Laboral de los Servidores Públicos del Estado de Tlaxcala y sus Municipios, específica­mente en sus artículos 3, 4 y 5.

De entrada, esa ley explica que para ser contratado como servidor público se requiere acreditar buena conducta, poseer los conocimien­tos técnicos necesarios para el desempeño de las funciones y cumplir con el perfil laboral para el puesto de que se trate.

Los siguientes artículos explican que los empleados de confianza no gozan de permanenci­a laboral, por lo que pueden ser despedidos en el momento que lo decida su superior jerárquico y basta la pérdida de confianza (por eso es personal de confianza) para que sean cesados, además de que únicamente tienen derecho a el pago proporcion­al de aguinaldo y prima vacacional.

En pocas palabras, todos los servidores públicos de confianza, desde los titulares de las secretaría­s de Estado y los demás que señala la Ley Orgánica de la Administra­ción Pública, hasta llegar a los choferes, deben vivir con su maleta en la mano para irse en el momento en que su superior argumente pérdida de confianza, con o sin renuncia documental de por medio.

Por eso no se entiende por qué tanto berrinche de Yeni Charrez, más que su evidente necedad para aferrarse al salario que recibía desde septiembre de 2021, cuando le fue conferido el cargo.

Pero ya lo dijo el viejo y conocido refrán: “no tiene la culpa el indio… sino el que lo hace compadre”, o en este caso comadre, pues la actitud de quien a todas luces ha usado en los últimos años el activismo para sus fines personales, es bien conocida.

Sobre las acusacione­s de presunta corrupción al interior del Centro de Justicia para las Mujeres y la defensa tardía que hizo la Procuradur­ía General de Justicia del Estado para fundamenta­r la remoción, deben tomarse con las reservas que amerita el caso, pues en términos legales el que acusa está obligado a probar y, hasta hoy, todo ha quedado en la palabra de Yeni Charrez en contra de la de la procurador­a Ernestina Carro Roldán.

Lo que sí queda claro es que a un año de la administra­ción estatal no hay avances en la impartició­n de justicia para las mujeres, toda vez que ninguna carpeta de los casos acumulados ha sido judicializ­ada… que cada quien saque sus conclusion­es.

En el punto dos que se refiere a los compromiso­s políticos, en los pasillos de Palacio de Gobierno ya se habla de cambios en el gabinete estatal no solo de altos funcionari­os, sino también de mandos medios que no han dado el ancho y en sus evaluacion­es tienen pésimas calificaci­ones.

No obstante, esos cambios deberán esperar hasta pasado el 15 de septiembre, para no echarle a perder la fiesta de “El Grito” a la mandataria.

Y es que resulta muy evidente que cada vez que la imagen de la gobernador­a atraviesa por un buen momento, como fue la presentaci­ón del video promociona­l “Te Soñé, Tlaxcala” el pasado fin de semana, no falta el funcionari­o con iniciativa que se encarga de opacarla, como ocurrió durante la “Noche que Nadie Duerme” con Emilio de la Peña Aponte, director de Planeación de la Procuradur­ía de Protección al Ambiente del Estado de Tlaxcala, quien tras protagoniz­ar un aparatoso accidente en evidente estado de ebriedad, alardeó que su padre es secretario de Estado y por esa simple razón debían dejarlo en libertad.

PROTAGONIS­TA

Gran alegría causó el récord Guinness en Huamantla por el tapete de aserrín más largo del mundo, pero al alcalde Salvador Santos se le olvidó un pequeño detalle durante la organizaci­ón a su cargo, invitar a un representa­nte de los artesanos a formar parte de la comitiva que recibió el galardón.

Ahora se entiende a qué se debe que “Chava” acumula cada vez más animadvers­ión de sus gobernados, al ser “candil de la calle… y oscuridad de su casa”.

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