“MI CONCIENCIA TIENE MÁS PESO PARA MÍ, QUE LA OPINIÓN DE TODO EL MUNDO”
“Te ves al espejo y ya no te gustas. Llegó un punto en el que no quería que me sacaran fotos porque no me gustaba verme (…) perdí la seguridad como mujer, la gente te ve gorda y no te trata bien”, enfatiza.
PANDEMIA, FAMILIA Y AMOR
Luego de varios intenos por bajar de peso usando productos milagro sin conseguir éxito alguno, con la llegada de la pandemia Érika notó que su cuerpo comenzó a resentir la obesidad que padecía.
“Ya me dolía todo y me sentía pesada del cuerpo, a pesar de que toda mi vida he caminado muchísimo y comía poco”, rememora.
Algo que la ayudó a tomar la decisión de bajar de peso fue recordar la ideología con la que siempre la educaron sus padres, quienes desde pequeña la alentaron a que podía lograr todo lo que se propusiera, incluso, afirma que cuando alcanzó su máximo peso, su padre fue quien le insinuó que ya tenía que hacer ese cambio.
“Mis papás me educaron como una campeona, de chiquita siempre me dijeron que yo podía hacer todo, salir adelante y jamás me dijeron `no puedes', por eso estaban deprimidos de verme así, incluso en la pandemia mi papá me dijo `hija, creo que ya abusaste y haz algo'”, recuerda.
Ya con la decisión tomada, a principios del 2021, Érika comenzó a restringir su alimentación y logró bajar un par de kilos, pero algo que definitivamente fue uno de sus principales motores para lograr su objetivo fue que, luego de estar diez años soltera, inició una nueva relación sentimental y su pareja le aconsejó ir con un especialista en nutrición y obesidad.
“Yo ya estaba decidida a hacer un cambio porque ya no estaba feliz conmigo, me sentía muy acomplejada, muy mal de salir a la calle”, puntualiza.
Una vez que acudió con el especialista se dio cuenta de que pesaba 104 kilos y, después de una valoración, emprendió un plan alimenticio que consistió en una dieta muy restringida, a base de grasas.
“Comencé a ir al médico y me mandó una dieta, al segundo día yo ya daba de gritos, porque era una dieta muy restringida, muy matadora y decía que ya no podía, pero si no hubiera sido por mi novio, que siempre estuvo ahí y me terapeaba (la habría dejado)”, relata ahora con sentido del humor.
NADA FUE FÁCIL
Desafortunadamente su relación terminó unos meses después y, aunque pudo haber sido uno de los momentos en los que podía haber recaído, entre más perdía peso más se motivaba, gracias a la disciplina y la constancia que mantuvo durante los primeros meses de dieta, entre los que logró perder entre 5 y 8 kilos mensuales.
Hace un mes, Érika terminó su primera dieta y después de un año alcanzó su objetivo de llegar a los 47 kilos, que es un peso permitido por la estatura que actualmente tiene; ahora pesa 49 kilos y se encuentra en su etapa de mantenimiento; una vez concluida esta segunda fase, continuará con un régimen alimenticio acorde a su edad, estatura y actividad física para el resto de su vida.
“Por mucho tiempo me sentí completamente derrotada y desvalorizada por mí misma, yo no estaba contenta y me deprimía, era como un túnel sin salida porque no sabía cómo arreglar el desmadre que yo misma había provocado. No fue nada fácil, por eso tienes que estar súper seguro de lo quieres para ser feliz, porque una persona obesa no creo que sea feliz, yo no lo fui”, admite.
Para ella, asumir un reto así de complicado requiere siempre de soporte afectivo para conseguir tus objetivos, ya sea una pareja, un familiar o un verdadero amigo; asimismo, recalca la importancia de llevar el proceso con la ayuda de un psicólogo, tener siempre supervisión médica y obedecer todas y cada una de sus indicaciones.
Por otra parte, destaca que la importancia de tener un objetivo claro y estar convencido de que se quiere llegar al peso ideal, radica en tener conciencia, alejarse de todo lo que te distrae para cumplir tus metas. En su caso, dejó de salir con amigos, incluso dejó de ver a su familia al menos los primeros 6 u 8 meses del proceso para evitar antojos.
“Yo me la pasé sin comer nada que no fuera de mi régimen alimenticio. No comí chiles en nogada, ni antojitos en septiembre, hojaldras en noviembre, tampoco estuve en la cena de navidad y año nuevo, en mi cumpleaños todos comimos lo de mi dieta y sí hubo pastel, pero yo no me comí ni una sola rebanada”, puntualiza.
Érika Reyes Juárez es hoy una mujer diferente, luce delgada y su semblante cambió, se nota radiante y segura de sí misma, se arregla coqueta y se mira al espejo gustosa de recuperar a su yo de años atrás.
“Ahora estoy feliz porque logré recuperar a Erika y yo estoy muy orgullosa de mí por haber logrado esto. Me veo al espejo y yo me digo a mí misma que `soy bien chingona' y me siento poderosa, invencible, pero todo en buen sentido. Me quiero ver bonita en todos lados y que la gente diga `qué chica más guapa', y sí es vanidad, pero me costó mucho trabajo y por eso lo quiero presumir y creo que es muy válido”, remata.