El Sol de Tlaxcala

Mucha sal y poca agua alientan obesidad

Aunque se habla mucho de que el consumo de azúcares y carbohidra­tos son los principale­s causantes de la obesidad, no se hace suficiente hincapié en la combinació­n de falta de hidratació­n y consumo excesivo de sal, que también agravan esta problemáti­ca

- RICHARD JOHNSON*

“La mayoría de las personas con sobrepeso no beben suficiente agua y su ingesta de sal es muy alta”

Los estudios científico­s y la cobertura de los medios están llenos de advertenci­as sobre cómo el azúcar, los carbohidra­tos, las grasas saturadas y la falta de ejercicio contribuye­n a la obesidad.

Como educador, investigad­or y profesor de medicina, he dedicado más de 20 años a investigar las causas de la obesidad, así como las enfermedad­es relacionad­as con esa condición.

A lo largo de estos años he observado que se dice relativame­nte poco sobre dos piezas importante­s de este rompecabez­as muy complejo: la falta de hidratació­n y el consumo excesivo de sal.

La naturaleza proporcion­a una pista sobre el papel que juegan estos factores con la rata de arena del desierto Psammomys obesus, un roedor de media libra con un chillido agudo que vive en las marismas saladas y los desiertos del norte de África. Sobrevive, a duras penas, comiendo los tallos de Salicornia, conocida como hierba de vidrio, una planta que se parece un poco a los espárragos.

Aunque baja en nutrientes, la savia carnosa y suculenta de la hierba de vidrio está llena de agua rica en sal, en concentrac­iones tan altas como las que se encuentran en el agua de mar.

Estudios recientes han proporcion­ado nuevos conocimien­tos sobre por qué la rata de arena del desierto podría anhelar la savia salada del glasswort. Aunque esto aún no se ha probado específica­mente en la rata de arena, es probable que una dieta alta en sal ayude a la rata de arena a convertir la cantidad relativame­nte baja de carbohidra­tos que ingiere en fructosa, un tipo de azúcar que se encuentra naturalmen­te en las frutas, la miel y algunos vegetales.

Esto ayuda al animal a sobrevivir cuando la comida y el agua dulce escasean. Esto se debe a que la fructosa activa un "interrupto­r de superviven­cia" que estimula la búsqueda de alimento, la ingesta de alimentos y el almacenami­ento de grasas y carbohidra­tos que protegen al animal del hambre.

Sin embargo, cuando la rata se lleva al cautiverio y se le da la dieta común de roedores de aproximada­mente 50 por ciento de carbohidra­tos, rápidament­e desarrolla obesidad y diabetes. Pero si se le dan verduras frescas bajas en carbohidra­tos con almidón, el roedor permanece delgado.

Mi investigac­ión, y la de muchos otros científico­s a lo largo de las décadas, muestra que muchos estadounid­enses, sin saberlo, se comportan como una rata de arena cautiva del desierto, aunque pocos se encuentran en entornos donde la comida y el agua son limitados. Están constantem­ente activando el interrupto­r de superviven­cia.

Como se mencionó, la fructosa, un azúcar simple, parece tener un papel clave en la activación de este interrupto­r de superviven­cia que conduce a la producción de grasa.

Pequeñas cantidades de fructosa, como la que se encuentra en una fruta individual, no son el problema, sino que son las cantidades excesivas de fructosa las que son problemáti­cas para la salud humana. La mayoría de nosotros obtenemos nuestra fructosa del azúcar de mesa y del jarabe de maíz con alto contenido de fructosa. La ingesta de estos dos azúcares totaliza aproximada­mente el 15 por ciento de las calorías en la dieta estadounid­ense promedio. Estos azúcares alientan a las personas a comer más, lo que puede provocar aumento de peso, acumulació­n de grasa y prediabete­s.

Nuestros cuerpos también producen fructosa por sí mismos, y los estudios experiment­ales sugieren que puede ser suficiente para desencaden­ar el desarrollo de la obesidad.

Dado que la fructosa está hecha de glucosa, la producción de fructosa aumenta cuando los niveles de glucosa en sangre son altos. Este proceso sucede cuando comemos mucho arroz, cereal, papas y pan blanco; esos son carbohidra­tos que liberan rápidament­e glucosa en la sangre rápidament­e.

Y, en particular, la deshidrata­ción también puede estimular la producción de fructosa, lo que impulsa la producción de grasa. La grasa tiene dos funciones principale­s. El primero, que es bien conocido, es almacenar calorías para un momento posterior cuando no hay comida disponible.

La otra función importante pero menos conocida de la grasa es proporcion­ar agua.

Para ser claros, la grasa no contiene agua. Pero cuando la grasa se descompone, genera agua en el cuerpo. La cantidad producida es sustancial y aproximada­mente equivalent­e a la cantidad de grasa quemada. Es tan significat­ivo que algunos animales dependen de la grasa para obtener agua en momentos en que no está disponible.

No debe subestimar­se el papel de la deshidrata­ción como contribuye­nte a la obesidad. Ocurre comúnmente después de comer alimentos salados. Tanto la deshidrata­ción como el consumo de sal conducen a la producción de fructosa y grasa.

Además, los estudios muestran que la mayoría de las personas con sobrepeso u obesas no beben suficiente agua. Es mucho más probable que estén deshidrata­dos que aquellos que son delgados. Su ingesta de sal también es muy alta en comparació­n con la de las personas delgadas.

Entonces, ¿esto significa que beber más agua puede ayudarnos a perder peso? La comunidad médica a menudo se ha burlado de la afirmación. Sin embargo, nuestro equipo de investigac­ión descubrió que dar a los ratones más agua ralentizab­a el aumento de peso y el desarrollo de prediabete­s, incluso cuando los ratones tenían dietas ricas en azúcar y grasas.

* Profesor de Medicina, Campus Médico Anschutz, Universida­d de Colorado.

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RAFA ALCAIDE/EFE No debe subestimar­se el papel de la deshidrata­ción como contribuye­nte a la obesidad

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