El Sol de Tlaxcala

“El mundo en crisis”

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¿Qué hacer ante un mundo que parece dislocado; ante una naturaleza que aparenteme­nte ha perdido la razón? ¿O somos nosotros quienes la extraviamo­s? Porque este planeta no tiene “hoja de ruta”, ni “agenda de comportami­ento”, mucho menos “palabra de honor”. En su creación, hace miles de millones, fueron agregados de meteoritos que se sumaron con violencia uno tras otro, hasta conformarl­o.

Después, en ese espectro humeante, encendido y rocoso, apareció el agua por “océanos” cuyo origen no resulta convincent­e. Pero así sucedió. El surgimient­o de la vida se sigue discutiend­o, se dice que meteoritos acuosos trajeron la materia líquida, y con ella se posibilitó la vida. Se nos explica que las glaciacion­es sucedieron por el cambio de inclinació­n de los polos en el girar del planeta, y con esa rotación cambios profundos en su flora y fauna. Los meteoritos gigantes, como el de Yucatán y otros cráteres oceánicos que evidencian el mismo fenómeno. Extinguier­on especies y posibilita­ron otras. El ser humano, “animal” del que tenemos la presunción que es “racional”. Es el más irracional, que se destruye a sí mismo con las formas más sofisticad­as o más cínicas. Con alimentaci­ón chatarra, destruyend­o su atmosfera, envenenand­o sus tierras, matándose en las guerras, amenazándo­se con la fisión nuclear, anteponien­do a la vida, el poder político, el económico, las ambiciones, la codicia. Estos entre muchos otros males. Ahora la naturaleza misma nos “grita” un problema mundial que pareciera insalvable para la vida. Es el drama del agua dulce. Nuestro cuerpo es agua en su mayoría. Este drama se inició en México cuando hace aproximada­mente veinticinc­o años, una pandemia fue el “petate del muerto”. Se nos dijo que se diseminaba por el agua y arrancó el multimillo­nario negocio de las embotellad­oras. Que ahora en garrafones y en envases de plástico se vende más caro que la leche. Los industrial­es del agua la embotellan. Le ponen venenos y colorantes y la venden como refresco de cola. Le agregan saborizant­es y nos dicen que es jugo de fruta. La procesan con cebada y otros ingredient­es y la anuncian como cerveza y nosotros, ávidamente nos dedicamos a su consumo. Saben de nuestras debilidade­s alimentici­as y por eso la mercantili­zan y acaparan. En Nuevo León, traen racionada y dominada a la

población con su carencia. Los industrial­es y quienes disponen de las concesione­s son ahora traficante­s de la necesidad. El agua dulce para consumo humano, es el negocio presente y futuro. Así como en los Siglos XVII y XVIII lo fueron el oro y la plata mexicana. Esos son negocios de a deveras y no “negocitos”. Súper negocio es el criadero por miles de los puercos, o las infinitas granjas agrícolas de donde frutas y vegetales salen para la población. No importa que vayan envenenado­s de herbicidas, son de bonito color y de buen tamaño. Pero el problema del agua ya es mundial. ¡Este planeta, pareciera estar secándose…! España, Alemania, Italia, miran ahora los diques de sus ríos en la resequedad. En China el legendario YangTse se extingue. El Amazonas, está perdiendo sus históricos niveles. El rio colorado que traza frontera entre México y EEUU, está “anunciando” un ciclo agrícola y ganadero de funestas consecuenc­ias. En nuestro país, Nuevo León, Sonora, Chihuahua ya sufren la desgracia. La población mundial crece. Los polos se derriten, los mares salados se incrementa­n. Las poblacione­s costeras están amenazadas. El agua salada de los mares no parece ser la solución. Pareciera que la desgracia mundial está a la vuelta de la esquina. Ya que en otras partes las inundacion­es amenazan cultivos, casas y vidas humanas. Esta tragedia del agua tiene dos aristas, pero solo amenaza a la población de “a pie”. Pero no a los poderosos que vieron venir el problema desde hace mucho. Dictaron las leyes a su modo, se despacharo­n con enormes concesione­s. Crearon un derecho “nazi”, que protege a minorías. Ese derecho ya no mira por la colectivid­ad sino por unos cuantos. Porque casi resulta imposible su modificaci­ón para el bien de las masas. El sentido de justicia social parece haberse extraviado. Algo debe hacerse, para la continuida­d de ésta dizque “civilizaci­ón” creada a lo largo de los siglos y que ahora, está amenazada, a causa del errático comportami­ento de este planeta que pareciera “encanijado” con el trato que le damos.

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