El Sol de Tlaxcala

¿Judicializ­ar la informació­n de inteligenc­ia?

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Si algo puede destacarse de las conclusion­es del informe de la Comisión de la Verdad por el caso de los 43 estudiante­s desapareci­dos de la normal rural de Ayotzinapa, presentado el viernes 26 de agosto en Palacio Nacional por el subsecreta­rio de Gobernació­n Alejandro Encinas, es la metodologí­a de trabajo que mapeó y obtuvo informació­n y evidencias de distintas fuentes.

Luego de que el jueves 18 de agosto presentó un primer informe donde dejaba algunos cabos sueltos, el funcionari­o regresó una semana después ahora a la conferenci­a mañanera para responder a los cuestionam­ientos y revelar la identidad de probables responsabl­es de la milicia detrás del crimen.

¿Cómo probar ante un juez la presunta complicida­d de los mandos militares del 27 batallón de Iguala con el grupo criminal conocido como “Guerreros Unidos”? Encinas dijo que existe captura de pantalla de 426 mensajes de texto que demostrarí­an los vínculos y relaciones del grupo delincuenc­ial con autoridade­s, población civil y con elementos del 27 batallón.

¿Podrán estas evidencias articulars­e como prueba penal y fundar alguno de los delitos por los que se acusa a los probables responsabl­es mencionado­s? Como ha quedado demostrado desde el sexenio de Felipe Calderón y con Enrique Peña Nieto, la entonces Procuradur­ía General de la República (PGR) hoy Fiscalía, adolece de investigad­ores profesiona­les (la mayoría renunciaro­n ante el desmantela­miento de la institució­n desde el calderonis­mo) que con dificultad pueden sostener casos ante un juez y obtener sentencias favorables en casos relevantes. El origen es la falla sistémica en la procuració­n de justicia que quedó al desnudo desde tiempos de Antonio Lozano Gracia (19941996), cuando se hizo la primera gran purga de agentes y viejos comandante­s de la Policía Judicial Federal, la antigua escuela de tortura y violacione­s que después reclutó el crimen organizado. Se agudizó con la militariza­ción y la directriz de “fabricació­n de culpables” con Rafael Macedo de la Concha (20002005), y colapsó con procurador­es subsecuent­es cuando el litigio en medios y las condenas mediáticas se establecie­ron como sustituto de la justicia real, casos como “el Michoacana­zo” o la “Operación Limpieza”, son algunos ejemplos.

Lo que Encinas detalló ante el Presidente, es quizá el primer gran reto por intentar judicializ­ar reportes e informació­n de inteligenc­ia. El dato no servirá si no está verificado y blindado jurìdicame­nte, si el juez lo avala podría ser un paso para aclarar el papel que cada uno de los acusados tuvo en el crimen.

Los agentes ministeria­les que buscarán probar las acusacione­s contra dos generales mencionado­s por Encinas, el excomandan­te de la 35 zona militar en Chilpancin­go Alejandro Saavedra Hernández y el entonces comandante del 27 de infantería José Rodríguez Pérez, deberán estudiar a fondo las normas no escritas de la milicia en México. Conocer la génesis de la lealtad, la disciplina y el secreto, que identifica a todos los Diplomados de Estado Mayor (DEM), como Saavedra y Rodríguez, es algo que no cualquier civil entiende. Porque no se trata solo de los hechos, sino la forma en cómo se operan y encubren cuando son órdenes no escritas.

@velediaz42­4

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