Presión sobre Putin por humillación en Ucrania
Nacionalistas creen que la operación militar puede acabar en un desastre
MOSCÚ. El presidente ruso, Vladímir Putin, se enfrenta a crecientes presiones para que revise su estrategia en Ucrania tras la humillación que ha supuesto la retirada del noreste de Ucrania para halcones y nacionalistas, que creen que la "operación militar especial" puede terminar en desastre.
Funcionarios y políticos de diferente signo aprovecharon la reanudación de los debates en la Cámara de Diputados para hablar por primera vez de una posible derrota en el campo de batalla si la campaña militar no cambia radicalmente de rumbo.
Todos coinciden en que Rusia no puede permitirse una derrota, por lo que llama a la movilización de todos los recursos humanos y materiales, llamamiento que el Kremlin volvió a rechazar.
La visita de ayer del presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, a la liberada ciudad de Izium, bastión abandonado por las tropas rusas en la región de Járkov, añadió más sal a la herida.
Zelenski realizó la simbólica visita a la localidad "liberada" recientemente por las tropas rusas, donde asistió a la ceremonia oficial de izado de bandera.
Izar la bandera implica para Ucrania asumir que "el enemigo se ha ido". Kiev estima en más de cuatro mil kilómetros cuadrados el territorio que le ha ganado a las fuerzas rusas en el este de Ucrania durante estas últimas semanas.
Según especialistas, la falla de los servicios de inteligencia, ceguera de la jerar
Las posibilidades de paz "en este momento son mínimas", dijo el secretario general de la ONU, tras hablar con Vladimir Putin
quía, la incapacidad de la maquinaria militar para anticipar acontecimientos previsibles fue una clara muestra de que Rusia no anticipó la guerra, por eso se vio sorprendida por la contraofensiva.
En cuestión de días, las fuerzas de Kiev tomaron la delantera en una guerra que parecía haberse estancado en una línea de frente prácticamente inmóvil desde principios del verano.
Putin no tiene la costumbre de ceder cuando la piden la cabeza de alguno de sus subordinados, especialmente si se trata de uno de sus principales colaboradores, el ministro de Defensa, Serguéi Shoigú, que está en el ojo del huracán desde hace ya varias semanas.
Todos esperan que el comandante en jefe de las Fuerzas Armadas guarde un as en la manga en forma de llegada de refuerzos o contraofensiva, pero ni lo uno ni lo otro acaban de llegar desde que las tropas rusas tomaran a principios de julio la región de Lugansk.
El apoyo del 70 por ciento de la población a la campaña militar podría desplomarse si los rusos, especialmente en las grandes ciudades, tienen que enviar a sus hijos al frente. Otro problema es que los batallones de voluntarios no han cumplido su papel y, de hecho, algunos expertos empiezan a considerarlo una cortina de humo, y los reservistas tampoco cuentan con la preparación suficiente para combatir en Ucrania.
Las Fuerzas Armadas de Ucrania afirmaron que el Ejército ruso está sufriendo "daños significativos a diario" en medio de las contraofensivas, antes de agregar que durante las últimas 24 horas han muerto 350 militares rusos en combate.
Mientras tanto, Rusia está "con casi total seguridad" incrementado la recepción de armamento desde Irán y Corea del Norte, ante la disminución de sus propios recursos, indicaron los servicios de inteligencia del Reino Unido.