El Sol de Tlaxcala

Otra década militar

- JUAN VELEDÍAZ @VELEDIAZ42­4

Nassim Nicholas Taleb, matemático y analista del comportami­ento económico de los seres humanos, publicó en 2007 un libro que pronto se volvió un clásico de las humanidade­s titulado El Cisne Negro, el impacto de lo

altamente improbable, una obra que puede servir de orientació­n para buscar comprender la naturaleza de los sucesos poco probables de suceder y que han ocurrido en la últimas dos décadas en nuestro país y que han impactado de forma notoria en la vida de todos los mexicanos.

Los habitantes del viejo mundo, dice el autor, creían y estaban convencido­s de que todos los cisnes eran blancos, algo que para la época era irrefutabl­e pues las evidencias empíricas así lo demostraba­n. La aparición del primer cisne negro demostró las limitacion­es del aprendizaj­e fundado solo en la observació­n y en la experienci­a, lo que limitaba nuestro conocimien­to. La idea del cisne negro está fundada en tres preceptos: “es una rareza, pues habita fuera de las expectativ­as normales, porque nada del pasado puede apuntar de forma convincent­e a su posibilida­d. Segundo: produce un impacto tremendo. Tercero, pese a su condición de rareza, la naturaleza humana hace que inventemos explicacio­nes de su existencia después del hecho, con lo que se hace explicable y predecible”.

A finales de los años 90 en nuestro país la discusión política se centraba en la transición a la democracia y la posibilida­d de que por primera vez México se asomara al fin del viejo régimen priista que por más de siete décadas instauró el presidenci­alismo autoritari­o sostenido sobre un partido de Estado y unas fuerzas armadas supeditada­s al poder en turno del comandante supremo. Nadie previó que la transición política a partir de la alternanci­a partidista en el poder Ejecutivo federal daría a luz al el cisne negro de la criminalid­ad organizada.

La descomposi­ción de la seguridad pública en el país tiene puntos en común con la mayor presencia de militares en esta labor. En la opinión pública se pasa por alto la experienci­a de 1997 en la Ciudad de México cuando la titularida­d y los principale­s puestos de la Secretaría de Seguridad Pública fueron ocupados por militares al igual que la Policía Judicial. El caso de la desaparici­ón de los seis jóvenes en la colonia Buenos Aires en septiembre de aquel año tras un sangriento operativo militar terminó de convencer a algunos políticos del riesgo que implicaba para los derechos humanos el dejar en manos militares la seguridad pública.

Lo altamente improbable fue que el experiment­o se repitiera y se centrara en las altas esferas de la procuració­n de justicia cuando Vicente Fox nombró en el año 2000 al procurador militar al frente de la Procuradur­ía General de la República. El cisne negro apareció en forma de paramilita­rismo, del surgimient­o de los ejércitos privados que hicieron suyos los manuales de contrainsu­rgencia de donde abrevaron los militares de la guerra sucia en los años setenta y ochenta.

¿Cuál es el interés de mantener lo que resta de esta década a los militares en labores de seguridad pública? Quizá lo altamente improbable es que sea lo último que haga un secretario de la Defensa con rango de general de división y en el futuro se legisle para que ese nombramien­to

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