El Sol de Tlaxcala

RESURRECCI­ÓN

Con un concierto el próximo sábado 24, Adán Jodorowsky revive a su alter ego, un personaje estrafalar­io muy apreciado por sus seguidores, con la misma actitud y un mensaje positivo

- EDUARDO BAUTISTA

Hace cinco años, Adán Jodorowsky rompió un billete de 500 pesos durante una entrevista en vivo para el canal de finanzas más importante de América Latina y Estados Unidos. “Fue para quejarme de los impuestos”, dice entre risas este cantante y compositor que lleva el surrealism­o en la sangre.

En charla con a propósito del concierto que dará este 24 de septiembre en el Auditorio Blackberry, Jodorowsky se muestra risueño y analítico. Habla pausado. El parecido a su padre, el cineasta y psicomago Alejandro Jodorowsky, va más allá de la obviedad. En Adán también hay algo de gurú. Sus ancestros judíos, chilenos, franceses, ucranianos e irlandeses cohabitan en ese cuerpo de espiga que ha encontrado en la Ciudad de México una base. Sólo eso.

Una base. Porque Adán se considera un apátrida. El tema de su padre sale a colación; no le molesta, pero confiesa que durante mucho tiempo el rencor lo abrazó.

“Yo tuve mucho rencor con mis papás durante muchos años y ahora he empezado a tener mucha mayor compasión”, dice el hijo menor del director de El Topo (1970).

“De alguna manera era autodestru­ctivo, yo diría que era muy egocéntric­o, no me importaba lo que pensaran los demás. Hacía lo que yo quería. Ahora no quiero hacer eso. No me interesa.

Ya lo hice”, afirma quien para cuando sucede esta entrevista aún no enfrentaba la muerte de su hermano mayor y, ahora, a pesar de luto, mantiene su presentaci­ón del próximo sábado.

Con los cabellos desparpaja­dos,

Adán no pierde oportunida­d de recordar que su origen musical está en el punk. Se refiere a cuando, a los 16 años, tocó con The Hellboys, una banda que fue telonera de Joe Strummer. Lo importante, dice, siempre es ver hacia adelante, pensar en avanzada. Por eso hace no mucho quiso “matar” a su alter ego por el que es realmente conocido: Adanowsky, un personaje teatral, surrealist­a, romántico. Músico inclasific­able de espectacul­aridad estrafalar­ia que alguna vez hizo una gira por los cabarets y prostíbulo­s de la capital mexicana. En esta ocasión, dice, se prepara para la resurrecci­ón de Adanowsky. Será un show peculiar, con gigantes y enanos en una atmósfera de lucha libre, circo y lentejuela. Un concierto casi onírico.

“Es la resurrecci­ón de Adanoswky. Muchos años recuperé mi verdadero nombre, que era Adán Jodorowsky, y hablando con mi equipo, me dijeron que la gente me quiere mucho como Adanowsky. Entonces dije: bueno, ¿por qué no?”, comparte el artista de 43 años. Conocido por matar a los personajes de sus álbumes —que también son algo así como etapas de su vida—, Adanoswky reconoce que ya no quiere ser el transgreso­r sin sentido. O sí. Pero de una forma distinta. Cuando rompió el billete, explica, “yo quería provocar a la gente en ese entonces, quería incomodarl­os, crear escándalos con cosas que verdaderam­ente incomodara­n; ahora quiero crear escándalos con cosas que le hacen bien a la gente, esa es la diferencia entre el yo de antes y el yo de ahora”.

¿Y por qué cambió Adán Jodorowsky? “Por la paternidad. Cuando tuve a mi hijo empecé a enfocarme y quise darle un ejemplo bello. Empecé a expresarme artísticam­ente más desde la poesía que desde la autodestru­cción”. Admite que ya no es tan nostálgico y melancólic­o como hace 10 años. La nostalgia, dice, la siente, sobre todo, cuando piensa en los tiempos pasados esos de la vida sin smartphone­s y sin computador­as. Se declara admirador de la “música antigua”. Pero artísticam­ente y en la vida diaria, asegura que ya no piensa en el pasado: “Así soy más feliz”. Valorar el presente es la gran lección que ha aprendido en los últimos años. Todo gracias a su madre, la actriz francesa Valérie Trumblay, quien padece Alzheimer.

“Mi mamá tiene Alzheimer y ella está más feliz en el ahora que en el antes. Tiene menos preocupaci­ones. Yo le pregunto: `¿me reconoces?'. Me dice: `No, no te reconozco, pero te veo tal como eres ahora. Esa es una lección para mí: vivir en la presencia. Creo que la gente que pierde la memoria es gente que, inconscien­temente, quiere olvidar algo. Con la enfermedad de mi madre, desarrollé la compasión y comencé a entender”.

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