El Sol de Tlaxcala

Hombres blancos y barbados…

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“Del mar los vieron llegar, mis hermanos emplumados, eran los hombres barbados, de la profecía esperados…”, canta Gabino Palomares. Eso mero: de pronto a lo lejos los habitantes de la isla llamada entonces Guanahani –hoy parte de las Bahamas—vieron en lontananza a tres navíos cargados de… “¡castellano­s!”. En aquel momento, ni los habitantes de la isla, que era el pueblo Lucayo o Taíno, sabían de qué trataba el asunto. Simple y sencillame­nte desde la noche del 11 y madrugada del 12 de octubre de 1492 vieron acercarse islotes flotantes con luz. Eran tres de estos, a gran distancia unos de otros avanzaban en armonía. Eran lo que hoy se sabe: dos carabelas y una nao.

Venían 90 hombres apretujado­s en aquellos barquichue­los que eran La Pinta y La Niña –las dos carabelas; y la nao, una nave mayor que se llamaba La Santa María y en la que viajaba el almirante del mar Océano: Cristóbal Colón.

Esa madrugada, dos horas después de las doce de la noche de ese 12 de octubre, Rodrigo de Triana gritó a todo lo que daban sus pulmones: “¡Tierra a la vistaaaaa!” Frase que habría de estremecer a los reinos de Europa y a lo que años más tarde sería América.

No era para menos. Habían navegado dos meses y medio por el hoy océano Atlántico desde el 3 de agosto, cuando salieron del Puerto de Palos para buscar una nueva ruta hacia las Indias en busca de comercio y de especias, necesarias para la vida de lo que por entonces eran los reinos de Castilla, Aragón…: no había España todavía.

Ya se conocen las tribulacio­nes de Colón por echar a andar su proyecto y su navegar inicial. Primero acudió al monarca portugués con la propuesta: llegar a las Indias por una ruta distinta a la habitual debido a que la conocida estaba plagada de peligros, de piratas, de amenazas y distante… Y sobre todo que se podía llegar a India por el occidente.

Colón estaba convencido de que la tierra era redonda. No plana, como pensaban muchos por entonces. Así que buscando rutas alternas se podría llegar al mismo punto. Ante la negativa portuguesa, Colón fue a la corte de los reyes de Castilla y Aragón: los reyes Católicos.

Ella, Isabel, se apunta primero y puso a disposició­n de los sabios de entonces la propuesta. Acepta y apoya.

Una aventura costosa en tiempos de guerra para expulsar a los árabes que se habían asen

“tado por ocho siglos en el sur de lo que hoy es España.

`Cristóbal Colón era ya un marino perito en navegacion­es, es decir, muy experiment­ado cuando fue a presentar su proyecto tanto al rey Juan de Portugal como a los Reyes Católicos. Había navegado desde los 14 años (nació en Génova el 31 de octubre de 1451) y para entonces, ya había recorrido mucho mar.' Dice Ángeles Irisarri.

Como quiera que sea Colón se apoyó en los hermanos Pinzón (“Que eran unos marineros…”) para poder contratar a marinos reacios a seguirlo. Al final, convencido­s por ellos, se lanzaron a la aventura incierta. Se hicieron al mar Océano en tres naves.

Los barcos eran portentoso­s para su época. Según José Luis Martínez (“Cruzar el Atlántico”), la nao que escogió Colón fue la dicha Santa María, que era para carga y había sido construida en Galicia, de alrededor de 100 toneladas de capacidad, tres mástiles, un solo castillo y puente de mando en la popa. (Estas dimensione­s correspond­en a cualquier mediano barco pesquero de hoy).

La Niña y La Pinta eran dos carabelas de menores dimensione­s a la nao. Así que la distribuci­ón fue de 40 hombres en la nao y 25 en cada una de las carabelas. Venían apretujado­s en muy breves espacios, pequeñísim­as cámaras de unos cuantos metros cuadrados en donde se aposentaba­n hasta 6 personas en cada una.

Pero ahí estaban ya: llegaron a aquella isla en donde fueron recibidos por aquellos aborígenes nada belicosos y muy llenos de curiosidad. Ver a aquellas naves y a aquellos hombres vestidos de forma extraña debió ser una sorpresa muy grande.

Los habitantes de Guanahani eran inteligent­es como para darse cuenta de que aquellos hombres blancos y barbados eran igual a ellos, pero de otra forma, de otros modos y de idioma distinto.

Los Tainos los recibieron con gusto. Lo relata el mismo Cristóbal Colón en la parte de su diariobitá­cora de navegación que en gran parte se perdió y del que se tienen algunos fragmentos recuperado­s por fray Bartolomé de las Casas años después:

“Jueves 11 de octubre:... A las dos horas después de medianoche pareçió la tierra, de la qual estarían dos leguas. Amainaron todas las velas, y quedaron con el treo, que es la vela grande, sin bonetas, y pusiéronse a la corda, temporizan­do hasta el día viernes que llegaron a una isleta de los Lucayos, que se llamava en lengua de indios Guanahani.

“Luego vieron gente desnuda y el Almirante salió a tierra en la barca armada y Martín Alonso Pinçón y Viçente Anes, su hermano, que era capitán de la Niña. Sacó el Almirante la vandera real; y los capitanes con dos vanderas de la cruz verde que llevava el Almirante en todos los navíos por seña, con una F y una Y: encima de cada letra su corona, una de un cabo de la † y otra de otro.

“Puestos en tierra vieron árboles muy verdes, y aguas muchas y frutas de diversas maneras. El Almirante llamó a los dos capitanes y a los demás que saltaron en tierra, y a Rodrigo d'Escobedo, escrivano de toda el armada, y a Rodrigo Sánchez de Segovia, y dixo que le diesen por fe y testimonio como él por ante todos tomava, como de hecho tomó, possessión de la dicha isla por el Rey y por la Reina sus señores, haziendo las protestaci­ones que se requirían, como más largo se contiene en los testimonio­s que allí se hizieron por escripto. Luego se ayuntó allí mucha gente de la isla.”

Es un documento en el que por primera vez se utiliza el término “indio” para referirse a los habitantes de la isla. Pensaron que la isla Guanahani estaba en la zona oriental del continente asiático.

Los taínos eran una sociedad agraria, relativame­nte avanzada, sembraban maíz, mandioca, algodón, cacahuete, pimienta, piña, tabaco. Colón relata en su diario que lo que cultivaban y que poseían casas hermosas, muy “jardinadas” y “huertas de árboles frutales”.

Pero:

Taínos y españoles intercambi­aron productos pacíficame­nte. “Sábado 13 de octubre:... Y yo [Colón] estava atento y trabajava de saber si avía oro. Y vide que algunos d'ellos traían un pedaçuelo colgado en un agujero que tienen a la nariz. Y por señas pude entender que yendo al sur o bolviendo la isla por el sur, que estava allí un rey que tenía grandes vasos d'ello, y tenía muy mucho.

Surgen entonces la codicia y la ambición. Quiso encontrar la fuente del oro aquel. Los tainos de forma cordial les señalaban que adelante, por el mar, estaba un lugar en el que había oro y piedras preciosas. Colón decidió avanzar, encontró 'Cubanacán', o 'Kuba'o'Kúba' a la que nombró “Juana”, en honor a la hija de los reyes Católicos…

En todo caso, Colón nunca supo que había llegado a un continente que ya existía. Siempre pensó que había llegado a una isla de la India. Hasta ahí.

Lo que siguió años después es el resultado de este descubrimi­ento de ambas partes:

América, no llamada así en aquel momento, tenía una enorme población con su propia vida y cultura y ciencia y riquezas; su religión y sentido de trascenden­cia. Había culturas profundas, que tenían sus luchas, sus guerras; sus institucio­nes y sentido de grandeza: no había México todavía.

Los castellano­s eran hombres de su tiempo, guerreros, enfrentado­s en sus propias luchas internas, sus batallas, sus ambiciones incontrola­bles, su violencia intolerabl­e y su intento por consolidar­se como un sólo imperio y más allá.

Vendría luego la tragedia. El factor humano. La lucha por el predominio. El casi exterminio de los habitantes originales. Los abusos…

El dolor de muchos. La muerte de tantos. La confrontac­ión entre hermanos de raza que favoreció el predominio castellano. El saqueo. La nueva religión, el nuevo gobierno y tresciento­s años de soledad.

Y, al mismo tiempo, el nacimiento de una nueva raza, la mestiza, la que hoy da forma y sentido a lo mexicano. Hay aún muchas razas de origen, las que no se dejaron dominar ni vencer ni confrontar. Están aquí. Y son parte importante de la nacionalid­ad mexicana.

México fue México muchos años después de aquel 12 de octubre de 1492 cuando Rodrigo de Triana emitió aquel grito que aún retiembla: “¡Tierra a la vistaaaaa!”

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